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Opinión

Los tres Reyes

Esta noche, como cada Navidad, el Rey dirige su mensaje anual a la nación. Unas palabras siempre muy esperadas

Juan Carlos I y Felipe VI en una imagen de archivo.
Juan Carlos I y Felipe VI en una imagen de archivo. Europa Press

¿Conocen ustedes a Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, Melchor, Gaspar y Baltasar? Olvídense de ellos, no son los protagonistas de este artículo. Esta noche es especial, en ella nuestros ojos deberían centrarse en dos reyes. Por un lado, en el Rey de Reyes que se hace Niño y nace en un pesebre. Este es el acontecimiento principal de esta noche. No es de extrañar que sea la que nuestro monarca, el terrenal, escoja para dirigirnos unas palabras a todos los españoles. Hoy les hablaré de estos reyes.

No hay dos sin tres y don Felipe no es huérfano. Aunque quisiéramos olvidar a don Juan Carlos no podríamos hacerlo, dado el intenso bombardeo de noticias que genera de un tiempo a esta parte. Al margen de esas circunstancias, a nuestro Rey emérito lo recordaré siempre con cariño y simpatía por dos cosas. La primera, por su famoso “¿por qué no te callas?” a Hugo Chávez. Solo esa frase bien vale una monarquía parlamentaria, por más que Pablo Iglesias y adláteres rabien y echen espumarajos por la boca cuando hablan del sistema político español. A Pablo Iglesias, por otro lado, le comprendo perfectamente. Durante el famoso encontronazo entre Don Juan Carlos I y Chávez, la persona que trató de calmar los ánimos fue el entonces Presidente del Gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero, quien hace poco ejerció de “Observador internacional” en las elecciones Venezolanas. Todo por el consenso. En especial cuando hay minas de oro de por medio.

La segunda anécdota sobre el Emérito que me hace sonreír me la transmitió alguien cercano. Esta persona acompañaba al entonces Rey Juan Carlos y al Príncipe de Asturias. En determinado momento, se subieron los tres a un ascensor, enfrascados padre e hijo en una agria disputa. El enfado que sintió nuestro actual Rey fue tan fuerte que detuvo el elevador y salió antes de tiempo, y dejó allí pasmados tanto a su padre como al acompañante, mudo testigo del episodio. Nuestro Rey emérito se desahogó verbalmente comentando: “este se cree mucho porque ha ido la universidad”.

Nuestro pecado como nación no estriba únicamente en caer en estas trampas, sino en olvidar, despreciar o retorcer nuestras propias glorias

¿Y qué decir de nuestro actual monarca, además de que es universitario? Para empezar, les invitaría a recordar con orgullo y satisfacción su papel estelar como abanderado en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Momento glorioso muy por encima de la gracieta que hicieron los ingleses con sy Reina en los Juegos de Londres. En detalles como ése se advierte que el británico, pese al tópico, no es precisamente representativo de lo que entendemos como persona elegante y elevada. Simular que su anciana Majestad es escoltada por James Bond, y que aterriza en Estadio en la ceremonia inaugural colgada de un en paracaídas, retrata a un pueblo muy dado a la ingesta de cerveza en cantidades inapropiadas, como podemos comprobar cada vez que juega un equipo de fútbol anglosajón por estas tierras. ¡Qué bien saben venderse los británicos! Sobre esto no cabe albergar ni una sombra de duda.

Si ese desfile, con ese protagonista y en ese escenario no fue un monumento a la concordia entre españoles, que baje Dios y lo vea

Nuestro pecado como nación no estriba únicamente en caer en estas trampas, sino en olvidar o retorcer nuestras propias glorias. No desbrozaré ahora todas las mentiras generadas por la leyenda negra, me basta con remitirme al momento mencionado, aquel en el que nuestro entonces Príncipe de Asturias ondeaba la bandera del Reino de España en el Estadi Olimpic Lluís Companys. Si ese desfile, con ese protagonista y en ese escenario, no fue un monumento a la concordia entre españoles, que baje Dios y lo vea.

Companys, recordemos, proclamó el Estado catalán dentro de la República Federal Española un 6 de octubre de 1934. Un 3 de octubre, en 2017, Felipe VI pronunció un discurso extraordinario que tranquilizó a muchos de los españoles que observábamos acongojados el curso de los acontecimientos que se estaban desarrollando en Cataluña. La declaración de la republiqueta y todos lo que giró en torno a aquel episodio daría para una función de teatro que superaría con creces las carcajadas que desata La venganza de Don Mendo si no fuera por las consecuencias reales y dramáticas que implican.

Esta noche, nuestro Rey Felipe pronunciará, de nuevo, un discurso. Ignoro si será bueno, malo o regular pues, como le gusta decir a un buen amigo mío, “no me gusta hacer predicciones, especialmente aquellas referidas al futuro”. Lo que sí tengo claro, dado que soy creyente, es que esta noche el Amor se hace persona. Por este motivo quiero cerrar este artículo con lo que dice sobre el Rey de reyes el apóstol San Pablo:

“Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo

amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.

Ya podría tener el don de predicción y conocer todos los secretos y todo el saber; podría tener una fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy

nada.

Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si

no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no

presume ni se engríe; no es maleducado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.

Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca.”

Feliz Navidad a todos.

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