Opinión

La gran trampa del 'me gusta' en las redes sociales

Querrella contra el Consejo General de Economistas
Imagen archivo de una persona con un ordenador EFE

En la era digital, las redes sociales han transformado la forma en que nos relacionamos, comunicamos e incluso percibimos nuestra propia valía. Una característica omnipresente en estas plataformas es el botón de "Me gusta", una simple acción que ha llegado a tener un profundo impacto en la psicología de los usuarios.

Desde su concepción, las redes han sido diseñadas con un propósito claro: mantener a los usuarios enganchados y activos. Una de las estrategias más efectivas para lograrlo ha sido la incorporación de este sistema de "Me gusta", una función, en apariencia inocua, pero con el poder de alimentar la necesidad humana de reconocimiento y validación.

El acto de recibir un "Me gusta" activa centros de recompensa en el cerebro, liberando neurotransmisores como la dopamina, que están asociados a sensaciones de placer y bienestar. Esta reacción química refuerza la conducta de publicar y buscar validación en las redes sociales, lo que crea un ciclo adictivo. Los usuarios se afanan por conseguir esta validación externa, esperando la gratificación instantánea que proviene de un simple gesto virtual.

Los usuarios pueden sentirse ansiosos o deprimidos si no reciben la cantidad deseada de interacciones en sus publicaciones, lo que puede desencadenar un ciclo de comparación social y autoevaluación negativa

Sin embargo, esta búsqueda implacable de "Me gusta" puede tener consecuencias negativas en la salud mental de las personas. La dependencia de la validación externa puede llevar a una disminución de la autoestima y una mayor vulnerabilidad a la ansiedad y la depresión. Los usuarios pueden sentirse ansiosos o deprimidos si no reciben la cantidad deseada de interacciones en sus publicaciones, lo que puede desencadenar un ciclo de comparación social y autoevaluación negativa.

Las redes son una gran trampa moderna que nos engaña y como decía Kant, la felicidad no es un ideal de la razón sino de la imaginación, lo que implica que perseguir la felicidad a través de la satisfacción de deseos es perseguir una ilusión que alimentamos con la dopamina de los “me gusta” en lugar de buscar la serotonina y la paz mental. Para ser felices debemos limitar nuestros deseos y aceptar la realidad como es y estar satisfechos con lo que tenemos.

El sistema de "Me gusta" también puede promover comportamientos superficiales y narcisistas. Algunos usuarios pueden caer en la trampa de buscar la aprobación a través de la creación de contenido diseñado específicamente para generar likes, en lugar de compartir contenido auténtico y significativo. Esto puede conducir a una pérdida de la autenticidad en las interacciones en línea y a una cultura de vanidad y superficialidad.

Mitigar los efectos negativos

Es importante reconocer el papel que juegan las redes sociales en nuestra vida diaria y cómo afectan nuestra salud mental y emocional. A medida que continuamos navegando por estos espacios digitales, es crucial cultivar un sentido de autoestima intrínseca y aprender a encontrar validación en experiencias y relaciones fuera del mundo virtual. Al hacerlo, podemos mitigar los efectos negativos de la búsqueda desenfrenada de "Me gusta" y encontrar un equilibrio más saludable en nuestra relación con las redes sociales. Es necesario, en este sentido, sustituir estas adicciones a las redes sociales por nuevas pasiones en el mundo real.
Me refiero, por ejemplo, al hecho de disfrutar con los proyectos del trabajo, con la lectura, el deporte, actividades con actitud de servicio y generosidad y, cómo no, el vivir nuevas experiencias a través de los viajes y otros entretenimientos que amplían la mente y abren horizontes en el cerebro. Es crucial, por este motivo, ofrecer a las personas experiencias reales que les proporcionen una mayor satisfacción que las que puedan obtener de las plataformas.

Conviene tener en consideración algunos factores de relevancia relacionados con los fenómenos a los que nos estamos refiriendo, como el hecho de que el coeficiente intelectual está decayendo de forma vertiginosa en los últimos años, circunstancias atribuible al impacto de las redes. De ahí que, a nuestro juicio, debería ser una exigencia prioritaria para incluir en los criterios ESG al objeto de frenar la destrucción de talento, algo que debería preocuparnos mucho más de lo que ahora percibimos. Tal iniciativa provocaría, a no dudarlo, una revolución en las grandes compañías que están fomentado esta destrucción de valores sociales así como una desconstrucción del ser humano tal y como hasta ahora lo conocemos.

Es indiscutible que todos tenemos necesidad de comunicarnos, pero hagámoslo sin intermediarios tecnológicos.