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Opinión

La trampa del feminismo negacionista

En el siglo XXI, las mujeres no pueden simplemente ir de la mano protectora de la ministra empoderada, tienen que ser autosuficientes y decidir por ellas mismas

La trampa del feminismo negacionista
Mujeres estudiantes con burka y pañuelo en Pakistán. PPI / ZUMA Press / ContactoPhoto.

¿Qué es ese extraño afán por aferrarse al discurso victimista que caracteriza a la llamada agenda feminista del Ministerio de Igualdad? ¿Por qué utilizar —por usar la expresión de Nietzsche—una “moral de esclavos” que invalida la potencia de la mujer occidental y otorga una superioridad moral a la mujer oprimida? Hoy, el colectivo feminista, arropado por la izquierda identitaria, niega la potencia de la mujer que se ha atrevido a salir de un estado anticuado. El negacionismo no ha muerto.

La realidad es que hemos dejado atrás la época en que “el segundo sexo” se debía aferrar a la condición de víctima porque ninguna otra narración parecía entonces posible. ¿Por qué esa obsesión entonces de los colectivos feministas por encumbrar a la víctima o alegar que las mujeres oprimidas son moralmente superiores? Si construimos una cultura en la que el sentimiento preponderante de la mujer es el victimismo en lugar del orgullo, entonces el ideal moral es, en palabras de Ayn Rand, “una mente enferma, y las neuróticas son las máximas exponentes de la moral, mientras que aquellas que piensan y logran sus objetivos se convierten en pecadoras”.

El feminismo hoy lo espera todo del Estado y nada de la mujer, que el feminismo está degenerando en mera tutela

Como se desprende del ensayo de Bertrand Rusell, La virtud de los oprimidos, la idealización de la víctima puede ser un peligro social: “si la virtud es el mayor de los bienes, y si la opresión hace que la gente sea virtuosa, es bueno negarles el poder, ya que destruiría su virtud”. Se asegura con ello la izquierda colectivista que la mujer nunca supere su condición de oprimida, sustituyendo el rol protector del hombre por el rol protector del Estado. Esto pone de manifiesto que el feminismo hoy lo espera todo del Estado y nada de la mujer, que el feminismo está degenerando en mera tutela. En el siglo XXI, las mujeres no pueden simplemente ir de la mano protectora de la ministra empoderada, tienen que ser autosuficientes y decidir por ellas mismas lo que es bueno y lo que es malo para ellas.

La problematización del acto sexual

El feminismo hoy acepta la casi equiparación de las mujeres con los niños y los descapacitados. Milena Popova escribía la semana pasada en El País: “Tenemos sexo porque creemos que es lo que toca”. “¿Eso es sexo genuinamente consentido? En mi opinión, no”. Este es un ejemplo claro de degradación paternalista del feminismo y de la problematización del acto sexual, siempre repleto de ambigüedades y contradicciones. Como dice Svenja Flabpohler, la seducción y la manipulación están muy cerca la una de la otra, y esto conduce a muchas feministas a la suposición de que, bien mirado, no hay nada inocente en el acto sexual. La tendencia es proteger a la mujer de una sociedad machista y depravada mediante la sobrerregulación de todas las conductas en torno al sexo y al erotismo. Esta negatividad de la libertad y la responsabilidad personal es característica de un feminismo que victimiza a la mujer. Una sexualidad femenina que sea afirmativa, racional y autónoma es prácticamente ignorada porque rompe con el rol de víctima y simplemente no encaja. Es más, al tipo de mujer que no encaja en este molde se le acusa de ser una “mujer educada «fallida», cuyas energías estaban neuróticamente desviadas hacia el boudoir”, como denuncia Camille Paglia en Sexual Personae. Una pregunta formulada en lenguaje freudiano: “¿Qué quiere la mujer?” es mucho más óptima que una intromisión paternalista del Estado o de las expertas en ideología victimista en la esfera privada de la mujer.

Esta semana en Antena 3 Noticias nos ponían de female role modela una musulmana haciendo ejercicio con burka. “Es todo un ejemplo”

Es sintomático del feminismo de nuestros días que elija como ejemplos a mujeres que representan lo contrario de una mentalidad racional y autodeterminada, lo cual sólo demuestra que el feminismo victimista se encuentra acorralado por su negacionismo. Esta semana en Antena 3 Noticias nos ponían de female role model una musulmana haciendo ejercicio con burka. “Es todo un ejemplo”. “Que se animen a ejercitar el cuerpo sin perder su identidad”. ¿No tenemos en 2021 otra alternativa que la invisibilización de la potencia femenina, o su peligroso atractivo? ¿No existe acaso la posibilidad, para las mujeres, de definir su posición social y su identidad al margen de aquella que la religión o el Estado quieran imponerle? La potencia de la mujer occidental no se puede entender con los modelos sociales que el feminismo identitario, con su psicología deconstructivista de los valores occidentales, se empeña en imponerle. Quizás es un error cantar victoria, pero la mujer ha entrado en el siglo XXI cumpliendo todos sus objetivos, al menos en Occidente, y a partir de aquí debe tener una posición menos negacionista y dejar de lado la nostalgia infantil de su etapa trágica.

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