Opinión

Sánchez, los últimos días en Moncloa

La jugarreta de Bildu pone de rodillas a Sánchez, destroza su campaña electoral, le humilla ante su votante y empuja al sanchismo al precipicio del punto final

Pedro Sánchez, en un pleno del Senado. Europa Press

Pedro Sánchez tachó de 'indecente' a Mariano Rajoy en el debate de las generales de 2015. Ahora utilizó el mismo adjetivo para Bildu por incorporar asesinos en sus listas. Del insulto a Rajoy se arrepintió, meses más tarde, con la boca pequeña. Sobre el reproche a Bildu, optó por rendirse ante Otegi y pedirle un favor. Mira Arnaldo, tú saca a los de la sangre de las listas y en diciembre seguimos con Frankenstein y tendrás lo que desees.

Así ha sido. Los siete criminales han prometido que no asumirán el sillón en el caso de ser elegidos y el 'gordo' Otegi le salva la campaña a su valedor. La sangre hace demasiado ruido en un proceso electoral, es un testigo molesto, un incordio que quizás mueva a la reflexión o hasta al rechazo. El anuncio del paso al costado de los verdugos de la capucha podría aliviar, en parte, el agobio de los barones socialistas, que contemplan con angustia cómo los sondeos les arrojan en forma unánime al precipicio de la inclemente derrota. O no. Quizás ya sea demasiado tarde.

Y es Bildu quien, en un gesto de prepotente magnanimidad, de matonil exhibición de la dimensión de sus dídimos, obliga a los socialistas a que le agradezcan el detalle

De repente, la educación, la cultura, el empleo, todos esos avances sociales que cacarean los candidatos del progreso, se esfumaron de la agenda pública, del interés mediático, de los grandes titulares. Todo se tiñó de ETA. Y no precisamente porque el PP pusiera el tema sobre la mesa como denunciara Sánchez en sus jaculatorias. Fue Bildu quien colocó el foco en los del pistolón, su principal activo, sus poderes. Y es Bildu quien, en un gesto de prepotente magnanimidad, de matonil exhibición de la dimensión de sus dídimos, obliga a los socialistas a que le agradezcan el detalle, tan amable, e incluso fuerza a toda la sociedad a que le aplaudan su desprendida actitud. Gracias Otegi, hombre de pazzzzz, a ti te lo debemos.

La jugada de los concubinos de ETA lleva adosadas dos cargas de profundidad contra sus amigos socialistas. Una, que el pacto del PSOE con Bildu no sólo sigue en pie, sino que se refuerza, tanto para ahora como para las generales. Un compromiso firme, estrecho, indisoluble, feroz. En segundo lugar, que es Otegi quien tiene la manija, es el que pone y quita peones, quien atiende súplicas y concede favores, quien controla la agenda, quien escribe el libreto, quien sojuzga a un partido de 144 años -como recordaba este martes Feijóo- quien, en suma, tiene la capacidad de decidir con su pulgar el futuro electoral y, por ende, el del presidente del Gobierno.

Sánchez se equivocó de raíz al convertir una elecciones locales y regionales en un pulso nacional, con su figura como eje central de la gran batalla

Sánchez se equivocó torpemente al convertir unas elecciones locales y regionales en un pulso de dimensión nacional, en un glorioso plebiscito en torno a su enhiesta figura como eje central de la contienda y, por lo tanto, con su perfil expuesto a cualquier contingencia. Sin fusibles ni parapetos. Un mal resultado en Sevilla, Comunidad Valenciana, Aragón, Extremadura, se anotarán directamente en su debe, no en el del cacique del lugar afectado. Tezanos le aseguró que su cartel tiene más tirón que las siglas del partido, que su sola presencia suma 5 o 7 puntos. Ahí la pifió. La demoscopia demuestra lo contrario. Los mítines de Sánchez ahuyentan al militante (sólo los más fervientes se acercan a escucharlo, carné del partido en la boca) y espantan el voto. Su patética intervención de este martes en el Senado, esgrimiendo el 11-M como único argumento frente a Feijóo, evidenció su desesperación y avanzó, ya, su derrota.

Desde la mayoría absoluta de Juanma Moreno en Andalucía, precedida por el certero mamporro de Ayuso en Madrid, todo va mal en Moncloa. Para conjurar el maleficio, Sánchez ejecutó una escabechina general de sus principales trompeteros. Cambió a su portavoz parlamentario, a su portavoz en Moncloa, a sus lugartenientes en Ferraz, ejecutó a varios ministros y, sin embargo, no hay mejora, los patinazos se suceden sin tregua. Bruselas le reconviene el retoque del delito de malversación, la trola de Doñana ahoga al PSOE andaluz, el Supremo falla contra la purga del coronel Pérez de los Cobos, el sí de las niñas se transforma en una romería de violadores, la ley de la Vivienda deriva en amparo de okupas, el Tito Berni empozoña a la presidenta del Congreso y se han de abortar los paseos del 'presidente de la gente' porque se convierten es un grito de Chapotes. Ese reguero de incompetencias culmina en Bildu, que ha arrasado en seis días todas las promesas de vendehumos del candidato Sánchez.

La jugarreta de Otegi es la puntilla del sanchismo. El 28-M se comprobará el efecto de la trastada. Incluso una sociedad amorfa y anestesiada ha sido capaz de evidenciar su rechazo a semejante infamia. Por eso Moncloa plegó velas, por eso suplicó a la banda que tuviera compasión y recompusiera el papel de los matarifes, ahora en las listas, luego, ya veremos. Por eso la ministra portavoz se rendía en homenajes a las víctimas (ese colectivo tan despreciado y maltratado por la izquierda) desde su púlpito de Moncloa. Sánchez vivirá hasta diciembre los minutos basura de su mandato, los días del pato cojo, el tiempo de un presidente sin aire, de un líder sin liderazgo, de un estrambote sin sentido. Sin gestión de Gobierno, sin iniciativas parlamentarias, sin apenas algo que aportar salvo su semestre europeo de posados en instagram. Con Bildu se acabó todo. La sepultura del sanchismo.