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Opinión

Sánchez y el espejo de Trump y Kirchner

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Como todos los análisis que puede usted leer en la prensa están centrados en el 23J, yo me voy a aventurar a hacer un pronóstico postelectoral. 

Partiendo de la hipótesis más probable, que es que el Partido Popular gana las próximas elecciones y podría a llegar a formar gobierno, me planteo si es posible que, incluso en ese escenario, Pedro Sánchez siga siendo fiel a su manual de resistencia. 

En otras latitudes es muy habitual que aquellas personas que han ejercido las más altas magistraturas del Estado vuelvan a intentarlo incluso habiendo perdido alguna legislatura. Ahí está el caso de Piñera y Bachelet, o el de Kirchner. Incluso, podría darse el caso en EE.UU. si Trump ganara las próximas elecciones presidenciales. 

Cierto es que esta práctica no tiene precedentes en España. Todos hemos asumido que cuando un presidente lo ha sido y lo deja de ser significa su fin político. Pasa, a través de una catarsis, a otro estado. Un papel difuso en la influencia y siempre cuestionado por aquellos que no pueden dejar de pelear con cadáveres políticos. 

Pero la decisión sería propia del personaje. Una vez más expulsado, una vez más todo el país suponiendo que ya ha terminado su paso por la política y, una vez más, él sorprendiendo a propios y extraños y retomando el vuelo a la espera de su próxima oportunidad. Diría que le es tan propio que, si él pudiera elegir, optaría por este escenario antes que continuar como presidente. Tiene más épica. Tiene más mérito. Agrandaría su leyenda.

La pregunta es: ¿Qué pasaría si Sánchez pierde y decide continuar? ¿Qué necesita Sánchez para que ese escenario sea posible?

En primer lugar, necesitaría que el Partido Socialista le permitiera seguir siendo su Secretario General. Eso se consigue con:

La laminación de los contrapoderes, trabajo realizado con eficacia estos años.

El control del grupo parlamentario, veremos cómo son las listas y quiénes las conforman.

Y, por último, el control del aparato, ahí la vuelta de Ábalos sería una buena noticia para el candidato.

Pero más allá del propio partido, Sánchez necesita una justificación social. Un discurso que le permita justiciar el porqué de su decisión. 

Cuando fue expulsado de la dirección del Partido Socialista fue capaz de construir un relato que culpaba a los grandes medios de comunicación como responsables de su salida. A las élites empresariales. A las élites del partido. ¿Les suena? Porque se parece mucho al discurso que está empezando a entonar ahora nuestro líder.

A lo mejor no entendemos qué estrategia está tomando Sánchez porque no estamos siendo capaces de entender cuál es su objetivo real. A lo mejor está acondicionando el terreno de una derrota. Una derrota de la que él no será responsable sino la víctima de un gran ataque orquestado por todas las derechas que uno pueda imaginar. Y ¿quién lo creerá? Pues los únicos que tienen que creerlo. Los militantes. Los que tienen que apoyarle para seguir, para que no se tenga que marchar. 

Un personaje como Sánchez, que tantas veces ha faltado a la verdad, siempre ha sido fiel a un principio que nunca ha abandonado: Él nunca se rinde.

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