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Opinión

El presidente que reventaría cualquier polígrafo

Pedro Sánchez

Existen mentiras que deberían acompañar a quien las pronuncia durante el resto de su vida. Sostiene Pedro Sánchez que la recuperación económica ha comenzado y cuesta saber a qué clavo incandescente se ha agarrado para sostener esa afirmación, pues no hace una semana que el Instituto Nacional de Estadística (INE) cifró en el 18,5% la caída del PIB durante el segundo trimestre, lo que sitúa a España a la cabeza del descenso entre los estados miembros de la Unión Europa. Quizá se refiera el presidente a la mejoría del dato de desempleo que se ha anunciado este miércoles, pero no conviene olvidar que actualmente hay medio millón de parados más que antes de la crisis y 700.000 más que hace un año.

Quizá no acostumbran los altos cargos a contactar con la realidad a pie de calle, pero un mero paseo por cualquier zona comercial basta para cerciorarse de que no se ha iniciado ninguna remontada. Al contrario, las empresas viven la actual situación con incertidumbre y temen que sus problemas de liquidez de hoy deriven en una ausencia de solvencia mañana. Si se centra el tiro en el turismo, no hay mucho lugar para el optimismo al apreciar que sólo entre enero y junio se dejaron de ingresar 9.500 millones de euros, según el INE. Los resultados de julio y agosto pueden ser dramáticos.

Pese a todo, Sánchez considera que lo peor ha pasado, que en 2021 España cogerá impulso y que en 2023 la economía española será más fuerte y moderna. Podría llegar a pensarse que estos mensajes sólo pretenden insuflar optimismo en una población que teme ser sepultada bajo la losa de la pobreza, pero no es así. En realidad, es una mentira más por parte de un Ejecutivo que trató de convencer a los españoles de que han ganado músculo durante los últimos meses (Salimos más fuertes) para reivindicar su gestión de la pandemia. Por si cupiera alguna duda, Sánchez ha supeditado la recuperación a que la oposición apoye su proyecto de Presupuestos para 2021. La estrategia no ha cambiado: o conmigo o contra España.

Una falta de respeto

Cualquier presidente que guarde cierto respeto hacia la ciudadanía debería omitir de su lista de logros las falacias que pudieran alterar las expectativas o el ánimo de la gente de a pie. Porque ha celebrado el presidente del Gobierno este martes la respuesta eficaz de la sanidad española hacia la pandemia y es evidente que no ha sido así. Ningún Ejecutivo honorable consideraría exitoso el hecho de que los hospitales tuvieran que aplicar el triaje para elegir qué ciudadanos debían vivir o cuáles morir. O que los médicos y enfermeras se contagiaran por cientos ante la ausencia de medidas de protección. O que, aún hoy, el sistema todavía no disponga de los rastreadores necesarios para contener los brotes. O que constituya una tarea titánica acudir con garantías de ser atenido a los centros de salud. Han muerto 20.000 personas en los geriátricos, prácticamente desatendidas. Sería mejor un silencio cómplice para con este asunto que una mentira altisonante.

Cualquier presidente que guarde cierto respeto hacia la ciudadanía debería omitir de su lista de logros las falacias que pudieran alterar las expectativas o el ánimo de la gente de a pie.

También chirría que el presidente avance una modernización de la Administración de Justicia mientras negocia el reparto de los asientos en el Consejo General del Poder Judicial, del mismo modo que suena a broma pesada que sitúe el diálogo social como prioridad cuando fue capaz de pactar en el Congreso una prolongación del estado de alarma a cambio de derogar (al menos, una parte) la reforma laboral.

Abochorna que quien ha ensanchado los límites del Ejecutivo hasta extremos peligrosos, y quien aseguró en Corriere della Sera que no alcanzaría una 'gran coalición' con el PP por pura estrategia política, hable de la conveniencia de remar juntos y de la necesidad imperativa de alcanzar pactos de Estado. O que apele a la igualdad de todos los territorios españoles cuando ha utilizado las prebendas para con las autonomías 'estratégicas' -como País Vasco- para aferrarse al poder.

El desgaste de un país

Puede que este tipo de trampas argumentales tengan una vida corta y caigan en saco roto. O que, directamente, a la mayoría de los ciudadanos se la traiga al pairo lo que digan los máximos representantes institucionales, ante el descrédito que arrastran tras estos últimos años de ineficiente partitocracia. Sin embargo, resulta totalmente inaceptable que un presidente recurra con tanta ligereza a la mentira y al embuste para tratar de dibujar una realidad que no existe.

No es novedad en esta España desacreditada y necesitada de regeneración, en la que la estrategia política está claramente por encima del interés general; y en la que los renuncios, las falacias y las dobles versiones se han convertido en ingredientes habituales en la sala de prensa de Moncloa. Sin embargo, no por su reiteración habría que dejar de señalarlas; y varias de las afirmaciones que ha realizado este martes el presidente resultan sencillamente impresentables.

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