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Opinión

Sánchez rescata la estrategia win-win de Iván Redondo

El engaño de la 'España 2050'
Pedro Sánchez, con Iván Redondo detrás.

La danza del pinganillo en la Carrera de San Jerónimo coincide con un movimiento frenético en las casas de apuestas sobre la posibilidad de una vuelta a las urnas. Cuando todo parecía atado y bien atado, cuando nadie, ni siquiera los espíritus más escépticos, dudaban de que Pedro Sánchez se pasearía triunfante en la renovación de su confortable reposo en el colchón de la Moncloa, emergen de repente algunas sombras imprevistas en el horizonte que amenazan tormenta y quizás naufragio.

El fugado de Waterloo, en su papel de figura eminente del actual esperpento en el que se ha convertido el tablero nacional, prodiga sus quejas y sus mohínes, sus advertencias y reclamos para forzar nuevos requiebros y retorceduras al equipo negociador socialista, que arrancó el envite con la potencia de los Jumbo de la bici y ahora se antojan una cuadrilla de cerebrines algo encogidos, arrebatados por melindres e incógnitas, como la sección femenina del balompié.

Isabel Rodríguez bordeó nuevamente el ridículo al eludir la palabra amnistía y al repetir cuatro veces la absurda idea de que Cataluña es un remanso de paz desde hace cinco años gracias a Sánchez

¿Habrá repetición de elecciones? ¿Estamos ante un mero teatrillo o en la antesala de un choque frontal? Carles Puigdemont, el primer figurante de esta parada de los monstruos, insiste en mantenerse en lo exigido a primeros de mes, amnistía antes de la investidura y pruebas palpables sobre el referéndum. Oriol Junqueras, muy preciso cuando habla en español, ha despejado, a la sombra de los leones del Congreso, cualquier átomo de incertezas al respecto: "Si el acuerdo existente cuando la Mesa de la Cámara ya incluía la amnistía, el acuerdo final [sobre la investidura de Pedro Sánchez] también deberá incluirla". O sea, que lo suscrito en agosto vale para ahora. Punto.

En Moncloa ponen sordina a tales afirmaciones. Isabel Rodríguez, la inconcebible portavoz, bordeó nuevamente el ridículo en su comparecencia semanal, empeñada en eludir la palabra amnistía y predicar cual papagayo la absurda idea de que Cataluña es ahora un remanso de paz gracias a que, desde hace cinco años, Sánchez cuida de la convivencia y protege la Constitución. "Los españoles pueden estar tranquilos", recitaba con un tono paternalista al estilo de Arias Navarro.

No importa cómo se desarrolle el juego, ni quién mete más goles, ni lo que señale el marcador. Eso es lo de menos. La clave es vender la idea de la victoria y la imagen de triunfador. "Todo es cuestión de emociones", ya se sabe

Dado que nadie despeja las incógnitas sobre este enrevesado panorama, Sánchez, ahora paseando por entre las nubes de Nueva York, ha decidido rescatar la vieja estrategia win-win de aquel Iván Redondo que dirigía el ala oeste de Presidencia antes de cobijarse bajo el ala indepe del conde de Godó. O sea, pase lo que pase, nosotros ganamos. No importa cómo se desarrolle el juego, ni quién mete más goles, ni lo que señale el marcador. Eso es lo de menos. La clave es vender la idea de la victoria y la imagen de vencedor. "Todo es cuestión de emociones", ya se sabe.

El plan A pasa por la amnistía y la investidura. El plan B consiste en afrontar unas elecciones revestidos de dignidad y firmeza. La mayoría de las fichas se centran en el plan A. Habrá acuerdo, Feijóo fracasará en su intento y Sánchez triunfará como postulante. Los que están en la pomada de la transa con el forajido de Bélgica lo tienen claro. No dicen ni mu, ni una filtración, ni un rumor fuera de control. Ya está todo sentenciado. Sólo hay que esperar.

Paralelamente, se cultiva también la cara B, por lo que pueda pasar con aquel pirado. Se dramatizan las dificultades, se subrayan los gestos dignos, se acentúan las poses de firmeza. Lo último es reclamar al de Waterloo que, en el acuerdo final, renuncie a su promesa de 'lo volveremos a hacer'. Y ahí sale Miquel Iceta, el primer miembro del Gobierno en pronunciar la palabra maldita desde el 23-J: "No tiene sentido que se vuelva a empezar, eso es la amnistía, para que se repita todo otra vez". Félix Bolaños, más hermético, se limitó a advertir que no cabe pensar otra vez en la unilateralidad del procés.

"Mucho ojo que la derecha está a cuatro escaños de gobernar", repiten algunos de sus próximos. "Nosotros como mucho subiríamos dos", precisan

Los socialistas se hacen los estrechos mientras la negociación avanza en sigilo. Lo dejó claro Sánchez el domingo: "Habrá un Gobierno progresista, claro que lo va a haber". Hay que despejar dudas porque en sectores de la familia bermellona cunde cierta inquietud. ¿Y si no se consigue el acuerdo? ¿Y si al forajido se le cruzan más los cables? Desde algunas terminales del PSOE han telefoneado a Ferraz por ver si contratan ya vallas publicitarias para la campaña electoral de enero.

El win-win nunca está de más, por si las moscas. Aunque hay un argumento que descarta la opción de las urnas. A Sánchez le fue muy mal en 2019, no quiere arriesgarse. Hará lo que haga falta, dará todo lo que le pidan. "Mucho ojo que la derecha está a cuatro escaños de gobernar", repite alguno de sus asesores. "Nosotros, como mucho, subiríamos dos. Hay que convencer a Puchi, pida lo que pida", añaden. Él sabrá si le irá mejor con Feijóo en la Moncloa.

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  • Y
    yomemitutite

    A estas alturas todos teníamos muy claras las exigencias de los separatistas; Amnistía (cada vez más amplia) e Independencia. Ahora parece que hoy mismo se han añadido una paguita de 450.000 millones.

    Siguiendo las consignas del mayo francés “Seamos realistas, pidamos lo imposible” los separatistas no tienen dudas sobre lo que pedir. Tampoco hay dudas de que el Sr. Sánchez les pagará sin el más mínimo titubeo con todo lo que tenga en su mano. Pero visto lo visto con lo ocurrido con las lenguas cooficiales de España en la UE uno se pregunta si el Sr. Sánchez tiene realmente en su mano lo que cree tener.

    Y lo mismo ocurre con la amnistía y el Poder Judicial o con las hasta ahora afónicas voces críticas internas del PSOE que ahora empiezan a sonar aunque sea en los arrabales del poder pero que con sus cantos de sirena pueden hacer dudar a un considerable número de votantes de cierta edad sobre el sentido de su voto.

    Y ante la protesta tibia de los nacionalistas ante lo que habrá sido sin duda una gran decepción uno se pregunta si no es esto exactamente lo que quieren tanto los políticos separatistas como socialistas, una interminable exigencia de concesiones y una concesión interminable de exigencias que al final no se pueden conceder. En este tira y afloja hasta ahora sólo le ha ido bien a Sánchez y mal a los separatistas aunque ambos han conseguido mantener abierto el “negoci”, que se tendría que cerrar si una de las partes alcanzara sus últimos objetivos, pues habría que dar por terminada la “guerra civil”.

    Pero no nos engañemos, qué Pedro Sánchez no saliera investido por cualquier causa sería un gran fracaso personal que probablemente daría por acabada su carrera política y no debiera ser visto como una victoria salvo quizás por sus más sectarios seguidores.

    Después del fiasco del 23J y el resultado de las elecciones que no acabaron con él a pesar de que muchos opinadores daban por finiquitada su carrera, parece que algunos periodistas, cual gatos escaldados, ya no están dispuestos a dar como perdedor a Pedro Sánchez en ninguna de sus apuestas.

    Pero llamar ”win- win” a lo que toda la vida de Dios ha sido “hacer de la necesidad virtud” puede que quede de lo más moderno en esta era de lenguaje “woke” donde ya no “todos somos iguales “sino que “todos somos únicos”, pero en realidad no es más una forma de anglosajonizar una derrota.

  • S
    Sor Intrepida

    Con elecciones o sin,mucho me temo,Sr.Vara,que el paleto y sus mariachis seguiran cuatro años mas,o dos, con sus múltiples ministerios los pachis,los amiguetes y famiglia a costa del apaleado,ultrajado,escupido e insultado contribuyente.Los no contribuyentes ,exentos.

    • J
      José Alejandro Vara

      Seguirán, también me lo temo. Y quizás más de cuatro años. Me pongo en lo peor.