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Opinión

Pues sí, Pedro Sánchez era un “insensato sin escrúpulos”

Pedro Sánchez en el Congreso

Resulta difícil dirimir si Soraya Rodríguez es una triunfadora o una fracasada en política. Recuerdo cuando Ferraz la envió de paracaidista a Valladolid para tratar de conseguir la alcaldía. Entonces, revolucionó la campaña electoral con propuestas tan necesarias como la de instalar un servicio de transporte público en barca en el Pisuerga. En tierra de secano, el agua sólo importa en primavera y el río suele ser considerado como la excusa perfecta para construir puentes, de ahí que sus ideas no convencieran a los votantes y su rival le arrasara en las urnas. Pudo esta representante quedarse para hacer oposición, pero voló, algo que siempre ha sabido hacer a tiempo, pues nunca le ha faltado un cargo pese a sus rotundas derrotas. Ahora es eurodiputada por Ciudadanos.

Todo esto viene a cuento porque Rodríguez sacó a relucir este jueves el editorial que publicó El Pais en el primero de octubre de 2016, titulado Salvar al PSOE, que provocó que algunas decenas de suscriptores se dieran de baja del periódico, ante su desacuerdo con el tono del texto. El artículo definía a Pedro Sánchez como un “insensato sin escrúpulos” por las artimañas que había desplegado para aferrarse a la Secretaría General de Ferraz pese a sus fracasos electorales. En aquel entonces, Rodríguez se posicionó del lado de los rivales de Sánchez y, ya se sabe, quien a hierro mata, a hierro muere. Al poco tiempo, se vio con el cartel de 'transferible' y preparando el terreno para fichar por la formación naranja.

Ni el país ni El País son los mismos desde entonces y, en buena parte, todo eso es consecuencia de que ese “dirigente poco cabal” duerme cada noche en el Palacio de la Moncloa. Esta semana se ha demostrado que el citado editorial del periódico de Prisa no estaba mal encaminado, pues Pedro Sánchez ha vuelto a demostrar que su instinto de supervivencia pesa más que su palabra; y que, en la gestión de la mayor crisis sanitaria del último siglo, los motivos políticos han compartido protagonismo con los sanitarios, cuando es toda una aberración.

Tal es la catadura moral del personaje y de los Iván Redondo de turno que, cuando comprobaron que el comunicado había levantado mar gruesa, no dudaron en vender a la petimetre de Adriana Lastra por treinta piezas de plata.

Se sorprendía el ingenuo de Antonio Garamendi (CEOE) por esta traición después de varios meses buscando fotografías con el Gobierno, quizá desconocedor de que el apaciguamiento nunca fue útil con quienes pecan de ambición y grandilocuencia. El afán por aferrarse al poder o defender una idea cuando el entorno es hostil, y cuando se actúa con un egocentrismo desmedido, lleva a caer en el error del 'abuso de la casuística'. Todo surge al pensar que, cuando el objetivo es lícito, cualquier estrategia es correcta, como sostuvo el teólogo Hermann Busenbaum.

Una jugada absurda

En este caso, el fin era extender durante 15 días el estado de alarma. Para eso, el Gobierno engañó a Inés Arrimadas y a la CEOE, a los que ocultó un pacto con Bildu que contemplaba la derogación de la 'reforma laboral'. Al PNV, que le apoyó en su investidura, también le asestó un buen golpe, dado que, con las elecciones vascas a la vuelta de la esquina, supongo que no será especialmente positivo para sus intereses que la izquierda abertzale se atribuya el mérito de esa conquista social. Que ni mucho menos lo es, por cierto.

Pero es que hasta el comunicado conjunto es un engañabobos, dado que los firmantes son plenamente conscientes de que difícilmente conseguirán la mayoría parlamentaria suficiente como para modificar la citada normativa. Sánchez ha vuelto a la estrategia de sacar la ametralladora Gatling del trípode para ponerse a disparar contra todos, a sabiendas de que los órdagos políticos que ha lanzado hasta el momento se han decantado a su favor. Y desconocedor, por su ego desmedido, de que tarde o temprano la suerte cambiará.

Tal es la catadura moral del personaje y de los Iván Redondo de turno que, cuando comprobaron que el comunicado había levantado mar gruesa, no dudaron en vender a la petimetre de Adriana Lastra por treinta piezas de plata, en lo que constituyó el mejor ejemplo del destino que tarde o temprano le espera a cualquiera que entable una relación de confianza con este presidente. Posteriormente, ocurrió lo de siempre: alguien filtró que Nadia Calviño estaba indignada y sopesaba dimitir en los próximos días. Desconozco si ocurrirá finalmente, pero la situación se ha reproducido unas cuantas veces desde que se declaró el estado de alarma y ahí sigue, lo que hace pensar que esos mensajes son puros globos sonda para engatusar a los críticos.

Mientras todo esto ocurre, los españoles tratan todavía de digerir el pesado sorbo de ese brebaje que les sirvieron en su mesa hace un par de meses, que está compuesto por enfermedad, muerte, desempleo y la sospecha de que en el futuro aguarda una crisis social.

Mientras todo esto ocurre, los españoles tratan todavía de digerir el pesado sorbo de ese brebaje que les sirvieron en su mesa hace un par de meses, que está compuesto por enfermedad, muerte, desempleo y la sospecha de que en el futuro aguarda una crisis social cuyas primeras manifestaciones se han comenzado a reproducir en las calles en los últimos días. Pero eso parece poco importante en comparación con los planes de Pedro Sánchez para mantenerse en su puesto.

Lo más llamativo es que, a su lado, de vicepresidente, tiene un estratega con todavía más experiencia en el canibalismo político. Veremos a ver si sigue a su lado cuando la situación económica empeore y la calle se presente como una oportunidad perfecta para crecer en las urnas.

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