Quantcast

Opinión

Pedro Sánchez, desesperado: la campaña entra en cólera

El dios de la ira llora sobre Madrid. El presidente imbatible teme un estropicio. Ayuso, como síntoma de la decrepitud de Moncloa

Pedro Sánchez
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EFE

Pedro Sánchez corretea despendolado tras la figura de Isabel Díaz Ayuso y nunca la alcanza. Parece una película de Keaton, con aquellas carreras interminables de cientos de policías tras sus talones y que jamás le atrapaban. El vencedor indomable, que le ganó el pulso a Susana Díaz, la favorita del aparato; que le dobló la muñeca a su propio partido, con Rubalcaba al frente; que derribó a Mariano Rajoy con una trapisonda en forma de censura, no logra colocarse en cabeza en la crucial carrera por el control de Madrid, un engorro superlativo para quien siempre ha desfilado abriendo brecha, marcando el ritmo de la zancada. Sus golpes de K.O. a la mandíbula rival se repasan en los anales de la mercadotecnia política. Del "no es no" a Ferraz, al "con Rivera, no" a Ciudadanos para derivar en la apoteosis del "dimita señor Rajoy, su tiempo terminó". Hitos de victoria, aciertos plenos, éxitos de antología.

Se acabó. El equipo creativo de la Moncloa, especialista en prodigios, no ha dado con la fórmula para plantarle cara a Ayuso, para producirle siquiera un rasguño en ese fatigado chándal con el que corretea por Madrid mientras los autónomos abren sus negocios, los mesoneros plantan sus terrazas, los teatros levantan el telón y la vida se impone a la muerte intramuros del Zendal.

Un año lleva ya Moncloa siguiendo las huellas de Ayuso sin conseguir acercarse a menos de quince metros de su rabadilla. Sin siquiera ponerse a su altura o posarle el aliento sobre la nuca. El primer intento ocurrió hace 14 meses, cuando Madrid decretó el cierre de los colegios mientras en Moncloa, catatónicos y aterrados, papaban moscas sin capacidad alguna de reacción. Le siguió un largo rosario de medidas que Sánchez torpedeaba inútilmente para al final rendirse a la evidencia. En estos largos meses de angustias y agonías, la Comunidad de Madrid ha marchado siempre por delante, unas veces sorteando las zancadillas de Illa, otras las tarascadas de Simón y casi siempre las brutales arremetidas de Moncloa en sus diferentes versiones: insultos, mentiras, desdén, bloqueos, amenazas, chantajes... Un bombardeo incesante, una guerra sin cuartel.

Una y otra vez, los expertos de Illa (gente invisible y quizás inexistente) se rendían ante las certeras urgencias de las líneas apuntadas desde la Consejería de Sanidad, en un tironeo absurdo y estéril

La Comunidad, inmune a tanta insistencia, imponía los ritmos y señalaba el camino. Suspensión de competiciones deportivas, moratoria para autónomos, reparto de menús de Telepizza y Rodilla para los más vulnerables, hoteles abiertos para personal sanitario, compra e importación de mascarillas y EPIs en el extranjero, realización de cribados masivos mediante test rápidos, controles en aeropuerto, pasaporte covid, confinamientos por zonas básicas de salud, cierre perimetral por días, pruebas de antígenos en farmacias... Se trata de propuestas planteadas por el equipo madrileño que siempre recibían como respuesta un 'no' estruendoso del Ministerio de Sanidad, estrepitoso y kafkiano, para convertirse luego en una inevitable realidad. Una y otra vez, los expertos de Illa (gente invisible y quizás inexistente como el fantasma de Canterville) se rendían ante las certeras urgencias de las líneas apuntadas desde el Ejecutivo de la Puerta del Sol en un tironeo absurdo y estéril.

En este ambiente de humillante derrota irrumpió Pedro Sánchez en campaña. Ni un sondeo le ampara, ni una encuesta le sonríe, ni un demóscopo alivia su pesar. El batacazo es seguro, tan sólo falta por despejar una duda: La magnitud del destrozo. Tan importante es lo que está en juego que el candidato Gabilondo ha sido relegado al papel de comparsa sin frase y sin programa. Todo el protagonismo para el presidente, ritorna vincitor!

En su ofuscación, el presidente del Gobierno llegó incluso a organizar una infrecuente rueda de prensa, a bordo del Falcon oficial durante un inexplicado viaje a Senegal, al objeto de arrojar ponzoña y detritus sobre la líder madrileña

Enfurruñado, agrio, molesto, en ocasiones colérico y descontrolado, el líder del PSOE despliega su artillería tóxica y arremete con un ensañamiento desaforado. En su ofuscación, el presidente del Gobierno llegó incluso a organizar una infrecuente rueda de prensa, a bordo del Falcon oficial durante un inexplicado viaje a Senegal, al objeto de escupir ponzoña y detritus sobre la líder madrileña. En ese momento arrancó la fase más miserable de este asalto de la Moncloa al despacho principal de la Real Casa de Correos. Aferrado a una intemperancia sin apenas precedentes, mezcla de odio y rabia, llegó Sánchez a poner en cuestión la veracidad de los datos sobre contagios que emite la Consejería de Madrid, asunto desmentido luego por el propio Fernando Simón, que quizás siente ya ese insondable vacío bajo sus pies propio de quien está a punto de ser defenestrado. Se inventó colas kilométricas en los hospitales, tortuosos traslados desde las poblaciones lejanas y otras espantosas penalidades en el proceso de la vacuna que sin duda han provocado un efecto disuasorio en la población más recelosa y, al tiempo, más vulnerable.

Comunismo o libertad

Ayuso sobrevive incólume a estos zarpazos. Lejos de amilanarse, ha respondido con un enorme bofetón a los sabios gurús de la Moncloa allí donde duele, en pleno corazón de la artillería mediática. Ha colocado la palabra 'libertad' en el frontispicio de su campaña, en el eje de su discurso. "Comunismo o libertad' es el eslogan, convertido luego por Pablo Casado en 'Sánchez o libertad'. Ambos valen porque el eje de este combate que gira en torno a la palabra clave, al concepto que caracteriza una gestión, una ideología y un proyecto. Hace casi tres décadas que la izquierda perdió el timón de esta comunidad. Escrutan en el PSOE los motivos de tal contrariedad, demoledora, para intentar revertirla. La respuesta es bien sencilla. El madrileño comulga poco con la prédica identitaria, la fruslería ideológica, la verborrea demagógica, la chalanería de ocasión. Se identifica más bien con las exhortaciones al esfuerzo, al trabajo, al mérito, a la dedicación, al comercio sin restricciones, a los colegios sin consignas, en suma, a la libertad.

Un marco de incertidumbres al que se suman tres elementos para la tragedia: el anuncio de feroz subida de impuestos, el jarro de agua fría sobre las pensiones y el grito desesperado de los jueces ante Bruselas

Sánchez desarrolla su frenética cruzada con las armas puestas del revés, como un guerrero desnortado. Humilla cruelmente a Gabilondo, lanza guiños inaprensibles a Bruselas y miente sin pestañeos sobre las vacunas. Un marco de incertidumbres al que se suman tres elementos para la tragedia: el anuncio de feroz subida de impuestos, el jarro de agua fría sobre las futuras pensiones y el grito desesperado de los jueces ante Europa.

El dios de la ira sopla sobre Moncloa y en el equipo de Iván no aciertan con la clavija salvadora. Tras las derrotas en Galicia y País Vasco, el ridículo en Cataluña y el ridículo mayúsculo en Murcia, ahora se adivina el cataclismo de Madrid. Demasiados patinazos para un año de Gobierno. La factoría de ficción de Presidencia empieza a cuartearse. La primera grieta siempre es la más temible. Luego, sólo hay que esperar.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.