Quantcast

Opinión

El proceso continúa

Conferencia de Carles Puigdemont en Bruselas
Conferencia de Carles Puigdemont en Bruselas. James Arthur Gekiere / Belga / dpa.

Voy a empezar por lo más importante: les recomiendo leer a Roger Senserrich. Yo lo hago desde sus primeros tiempos en el blog Materias Grises cuando utilizaba el pseudónimo de Egócrata, seguí su rastro en la web de Politikon, y me alegra que ahora sea columnista en Vozpópuli. Senserrich me enganchó con sus crónicas sobre política estadounidense, consigo aguantar con estoicismo su pasión por los trenes y disfruto siempre la inteligencia de sus escritos. Si algún día vende camisetas, le compraré una.

Roger, como buen catalán progresista, tiende a comprar primero e intentar reciclar después la mercancía intelectual averiada del PSC-PSOE, y como muestra está su último artículo, que me ha animado a escribir éste en respuesta.

En defensa de la amnistía a Puigdemont y compañía se han utilizado tres líneas argumentales:

1. El falso dilema entre democracia y legalidad. Las leyes se pueden cambiar democráticamente, lo que nadie puede es saltarse la ley porque tenga la mayoría de los votos. O aprobar leyes para evitar el castigo a aquellos que se las saltaron porque se necesiten sus votos para gobernar, que es una variante cutre de lo anterior. Que la amnistía fiscal del PP tampoco estuvo bien no debería consolarnos. Y aquélla no justifica ésta, que borra un delito mucho más grave: un golpe de estado. Un gobierno PSC-PSOE-Sumar no tiene legitimidad para conceder una amnistía inconstitucional igual que un hipotético gobierno PP-Vox no la tendría para suprimir las comunidades autónomas. La segunda guerra de Irak fue ilegal aunque Aznar tuviera mayoría absoluta.

2. Pretender minimizar las consecuencias de la amnistía y los pactos con nacionalistas. Los acuerdos del PSC-PSOE con Junts y ERC están llenos de verbos en tiempos condicionales que ojalá no se cumplan. Y de cumplirse, los defensores de estos pactos aún intentarían argumentar que el traspaso de Cercanías solo importaría a los sindicatos de Renfe-Adif, que la deuda autonómica con el Estado se iba a perdonar tarde o temprano, y que si el sistema de formación MIR se rompiera en 17 no pasaría nada porque el Sistema Nacional de Salud ya hace tiempo que ni es sistema ni es nacional y sólo nos falta eliminar el ministerio de Sanidad. Las consecuencias de estos errores llegarán cuando el mal ya esté hecho y sea irreparable. Para algunos el problema no serían los nacionalistas ni las continuas cesiones ante ellos, sino que la alternativa a un gobierno PSC-PSOE-Sumar sería aún peor. Hay quien medio en serio medio en broma ha propuesto incluso ponerle una calle al negociador del PSC-PSOE en reconocimiento a su mérito, que no parece otro que su infinita capacidad de ceder. Parece que con Puigdemont el fin no justificaría los medios, pero casi. El hecho es que el PSC-PSOE no promueve la amnistía porque crea en ella sino porque se la exigen las circunstancias para mantener su estrategia, intentando minimizar daños y maximizar beneficios. El Estado ya es residual en Cataluña, y con los pactos lo será aún más. La amnistía a Puigdemont es inmoral y no está justificada por un bien mayor. Lo demás son excusas de argumentario partidista.

3. Creer que la amnistía suponga el fin del proceso separatista y abra un nuevo ciclo político en Cataluña y, por ende, en España. Se busca la distensión con los nacionalistas a cambio de lo que sea. Es ingenuo pensar que los nacionalistas han renunciado a la unilateralidad porque Puigdemont ha firmado un papel. Basta escuchar las declaraciones públicas de otros portavoces nacionalistas para comprobar que no es cierto. La amnistía da cancha a los que opinan que la crispación política sería culpa del gobierno anterior, de los jueces y las fuerzas de seguridad del Estado, que algunos consideran resquicios del franquismo. Es al menos la tercera vez que escuchamos este cuento: primero fue cuando nuestra Constitución estableció un estado autonómico para contentar a los nacionalistas, sin conseguirlo; la segunda cuando se reformó el estatuto de autonomía de Cataluña, cuyo fracaso dio origen al proceso separatista; y la tercera es esta amnistía que a la larga va a volver a alimentar el relato político de los nacionalistas en Cataluña, como ocurre siempre que un actor político consigue una cesión importante. Si los constitucionalistas seguimos haciendo con los nacionalismos periféricos lo mismo que llevamos haciendo desde la Transición solo conseguiremos los mismos resultados.

PP y PSOE permiten la existencia de un marco institucional y normativo que promueve esta discriminación, a la espera del mejor momento para darle un garrotazo al otro a propósito de cualquier otro tema

El PP y el PSOE no son capaces de llegar a un acuerdo sobre el modelo territorial de nuestro país, ni sobre el papel de las minorías nacionalistas, ni sobre las pensiones y la sostenibilidad del estado de Bienestar, ni sobre la autonomía del poder judicial, ni sobre la financiación autonómica, ni otros temas que pasan de legislatura en legislatura, de gobierno en gobierno, como una continua patada a seguir esperando que el balón le explote al siguiente. Hoy nos ha explotado la amnistía, veremos qué explota mañana.

Así, mientras el español medio es considerado un ciudadano de segunda por muchos políticos nacionalistas de Cataluña y País Vasco, PP y PSOE permiten la existencia de un marco institucional y normativo que promueve esta discriminación, a la espera del mejor momento para darle un garrotazo al otro a propósito de cualquier otro tema.

El bloqueo político en el que se encuentra España desde hace años promueve el auge de populismos y nacionalismos varios, desde Bildu hasta Vox, pasando por el PSC. Otro gobierno hubiera sido posible en España con estos resultados electorales, otra forma de hacer política también. Pero los españoles tenemos que quererlo de verdad y analizar con seriedad y rigor los problemas y las decisiones que nos han traído hasta aquí.

La actitud de algunos hacia la amnistía me recuerda una película de ciencia ficción de hace un par de años, Don’t look up, que describe como una sociedad moderna se niega a ver un meteorito que está a punto de llegar a la Tierra. Nuestro meteorito se llama procés, aunque con el paso del tiempo cambie de forma. Estimado Roger Senserrich: mira hacia arriba.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.