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Un mercadillo político llamado CGPJ

Los políticos regatean con los nombres de quienes ocuparán tal o cual silla del llamado “gobierno de los jueces” sin el más mínimo pudor

El presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Carlos Lesmes preside un pleno extraordinario en el CGPJ.
El presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Carlos Lesmes preside un pleno extraordinario en el CGPJ.

¡Póngame cuarto y mitad de juez progresista! ¿A cuánto sale el kilo y medio de juez conservador? Han convertido el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) en un bazar turco, donde los políticos regatean con los nombres de quienes ocuparán tal o cual silla del llamado “gobierno de los jueces” sin el más mínimo pudor o decoro y ante la mirada de los ciudadanos.

En estos tiempos líquidos, en los que la única certidumbre es, precisamente, la ausencia de certezas, los llamados partidos del bloque del bipartidismo parecen empeñados en contribuir a socavar la credibilidad de la ciudadanía en la independencia de nuestros tribunales. Justo ahora que el Poder Judicial está demostrando ser, con sus defectos y virtudes, el único dique en pie dispuesto a proteger nuestro frágil Estado de Derecho.

Del Partido Sanchista Onanista Empobrecedor (PSOE) no esperaba otra cosa. Pedro no dudó en amancebarse con Podemos tras haber prometido ante los españoles que nunca nos haría una jugarreta de tal calibre. Y no sólo permitió a Iglesias que inoculase el virus chavista en su partido, sino que, además, parece encantado de que se haya producido metástasis y que el proceso de radicalización del socialismo no tenga vuelta atrás. La moderación es enemiga del poder omnímodo, así que una cosa es fingirla y, otra muy distinta, practicarla.

Por algún motivo que se me escapa, el PP ha cedido a Sánchez la potestad de decidir el espacio del centro político y de definir las políticas que constituyen el marco de la moderación

Pero que el principal partido de la oposición, el PP, esté perpetrando la torpeza estratégica y la incoherencia política de jugar al mismo juego me resulta incomprensible. Por algún motivo que escapa a mi -seguramente corto- entender, ha cedido a Sánchez la potestad de decidir el espacio del centro político y de definir las políticas que constituyen el marco de la moderación. Es como esos perrillos que van a olisquear y a miccionar sobre los orines del can líder de la manada, que ha marcado previamente su territorio.

Tirones de orejas

De todas formas, en el caso concreto del CGPJ, el problema no se reduce a una mera cuestión de posicionamiento político. Tampoco les preocupa lo de la legitimidad democrática del Consejo (el Congreso ya elige a ocho de los 20 vocales). A lo que no se quiere renunciar es a las robustas raíces que el Ejecutivo echó sobre el Judicial tras la reforma del 85. Esas que, desde entonces, permiten a los políticos designar a los doce jueces y magistrados del CGPJ en lugar de que sean elegidos por sus compañeros de judicatura. Una aberración avalada por una sentencia chapucera y bienintencionada del Tribunal Constitucional por la que el Grupo de Estados contra la Corrupción (dependiente del Consejo de Europa) y la Unión Europea nos dan tirones de orejas año sí y año también.

Me permito recordarles a los desmemoriados que estas expresiones de la sentencia sirvieron para sustentar las moción de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy porque “no nos merecemos un Gobierno que nos mienta”

Les confieso que todavía lloro lágrimas de ingenuidad cada vez que rememoro la salvaguarda que introdujo el TC en la sentencia que declaró constitucional la infame reforma socialista de la Ley Orgánica del Poder Judicial perpetrada en 1985 (STC 108/1986, de 29 de junio): se corre el riesgo de que, a la hora de efectuar sus propuestas, los partidos atendiesen a un criterio no válido en el ámbito judicial cual es el de la división de fuerzas existentes en el Congreso, distribuyendo los puestos a cubrir entre los distintos partidos en proporción a la fuerza parlamentaria de ellos. Como si no fuera justamente esto lo que ha sucedido desde entonces, pero con la agravante ideológica además. Algunos de los nombres propuestos en el mercadeo de las últimas semanas no llegarían al CGPJ por su trayectoria judicial, sino política. Alguna, labrada con uso y abuso de la toga. Para ejemplo, lo de De Prada, al que el Supremo tuvo que afearle sus excesos en la sentencia de la Gürtel, en la que afirmaba la existencia de una 'caja b ' del PP a pesar de no ser el hecho que se enjuiciaba. Me permito recordarles a los desmemoriados que estas expresiones de la sentencia sirvieron para sustentar las moción de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy porque “no nos merecemos un Gobierno que nos mienta”. Y ahí lo tienen ahora al tío, que ha transformado la mentira en una actitud vital. El método de Su Persona para soltar trolas sin despeinarse debería patentarse.

Después de todo lo expuesto entenderán que refiera cierta indignación ante quienes afirman que el sistema funcionó muy bien cuando el bipartidismo tenía la sartén por el mango y que es bueno porque obliga a los grandes partidos a alcanzar acuerdos de Estado. Como si hubiera una politización buena y otra mala. En cualquier caso, si así fuese: ¿por qué todos los partidos a izquierda y a derecha han llevado en sus programas electorales la despolitización del CGPJ? ¿Por qué es deseable una reforma del actual sistema de elección antes de pasar por las urnas pero nadie ha cumplido con esta promesa tras las elecciones? ¿Por qué son capaces de alcanzar mayorías cualificadas para asignar sillas en el Consejo a los vocales afines y no para volver al sistema de elección de los vocales anterior al 85? Espero sentada la respuesta.

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