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Opinión

La onerosa indulgencia de la extrema izquierda

Por las cuatrocientas consecuencias escandalosas de la ley de “solo sí es sí” no ha habido ceses ni dimisiones, ni se esperan.

La ministra de Igualdad, Irene Montero
Ione Belarra e Irene Montero . EFE.

En el tratado filosófico Emilio, o De la educación (1762), el autor del período de la Ilustración Jean-Jacques Rousseau afirma que el hombre es bueno por naturaleza, pero la educación tradicional lo malea y la sociedad con sus vicios acaba por corromperlo. Se trata, sin duda, de una visión idealizada del hombre salvaje que hay que situarla en su contexto histórico.

Thomas Hobbes, en el siglo anterior, había sostenido la postura contraria, que el hombre era un depredador, “un lobo para el hombre”, y se necesita un Estado fuerte que imponga límites. Pero fue otro gran filósofo de la Ilustración, Voltaire, quien mejor representa la oposición al pensamiento de su contemporáneo Rousseau. Para él, la vida en sociedad mejora al individuo, contribuyendo al progreso y al mutuo entendimiento entre los humanos. Este ideario se acomodaba más a las líneas ilustradas de la Enciclopedia.

Desde una interpretación marxista de la idea rusoniana, el individuo es víctima de la sociedad capitalista, regida por el principio de la explotación del hombre por el hombre. Se considera este sistema egoísta, individualista e injusto.

Y aquí hay que situar los planteamientos de la extrema izquierda que vemos hoy en partidos como Unidas Podemos. Desde su atalaya, miran siempre con recelo la actuación de la justicia y las fuerzas del orden. Cuando hay que posicionarse, siempre muestran más empatía hacia el delincuente, ya sea golpista o terrorista, que hacia los agentes de la seguridad nacional. El fundador de Podemos, Pablo Iglesias, aseguró públicamente hace unos años que le emocionaba ver que unos manifestantes agredían a un policía.

En el fondo les importa muy poco que salgan centenares de delincuentes sexuales a la calle y el dolor de las víctimas

Centrándonos en la polémica Ley de Garantía Integral de Libertad Sexual, conocida como ley de “solo sí es sí”, impulsada por el Ministerio de Igualdad de Irene Montero, se cumple esta macabra lógica de la extrema izquierda, que no cree en el carácter disuasorio del castigo penal. A pesar de las desastrosas consecuencias que estamos viendo con el abaratamiento de penas a execrables violadores, hace unos días Jaume Asens, presidente del grupo parlamentario de Unidas Podemos, defendía la ley tal y como está: “el machismo no se soluciona con la cárcel, no se protege a las mujeres por tener un Código Penal más severo”. Y añadía: “Hemos entrado en un populismo donde es asumible subir penas, pero nunca bajarlas.”  

Aferrarse al cargo

La extrema izquierda y el feminismo de nuevo cuño intentan descalificar a la derecha acusándola de punitivista. En el fondo les importa muy poco que salgan centenares de delincuentes sexuales a la calle y el dolor de las víctimas. También atacan los morados al socio de la rosa por su intención de reformar la ley tras cuatro meses de “hacerse el muerto”, acusándolo de plegarse a las derechas y al ruido mediático. Y han manifestado que, si aceptan sentarse a negociar con el PSOE, es solo por salvar la coalición. La verdad es que hace mucho frío fuera del Gobierno. ¡Hay que ver cómo se agarran al sillón ministerial estos antisistema! El PSOE, por su parte, es responsable en gran medida de todo este desaguisado. Pero ni aquí ni en casa del socio morado se vislumbra cabeza de turco.

La ministra de Transportes se puso estupenda a propósito de la chapuza del diseño de los trenes de vía estrecha que iban a circular próximamente por Asturias y Cantabria, anunciando que rodarían cabezas (a falta de que rueden los trenes). Y ha habido algún cese. En cambio, por las cuatrocientas consecuencias escandalosas de la ley de “solo sí es sí” no ha habido ceses ni dimisiones, ni se esperan.

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  • N
    Norne Gaest

    No me había fijado en el artículo, por desconocimiento del autor y estar saturado de articulistas y tertulianos convencionales, pero se me ha ocurrido leerlo y veo que es oportuno, conciso y bastante ajustado a la realidad.
    Alguna observación, dentro de estar de acuerdo con su contenido:
    El buenismo que desconfía de la sociedad antes que del delincuente es un mal muy extendido que no solo afecta a la extrema izquierda, sino al mundo progre en general (encabezado por la izquierda en general, como se sabe), y contagia a los legisladores y profesores de Derecho Penal, a la historia de la criminología y a las leyes en general. La Ley del Menor de 2000 (creo que es esa fecha, la del Sr. Urra, vamos) es una manifestación extrema y el Código Penal de Belloch, 1995, un típico producto. Luego, claro, hay que estar parcheando constantemente, en sentido endurecedor, punitivo diría la Rosell. La victimología empezó a desarrollarse décadas después de la criminología, centrada ésta en los derechos de los pobres delincuentes, víctimas del sistema capitalista.
    Pero como no aprendemos y seguimos votando como votamos, más el nacionalismo nefasto, y tampoco damos las batallas culturales, pues luego tenemos lo que tenemos.
    Un saludo, Sr. Gilabert. A partir de ahora lo leeré.