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Opinión

Nevenka y lo que no se cuenta en Netflix

El feminismo electoral representa una manipulación de valores universales, que no son patrimonio de ningún partido

El acoso sexual sufrido por Nevenka Fernández, sentenciado con una condena a Ismael Álvarez en 2002, tiene una segunda parte que en el documental de Netflix se ignora. En 2013, el 8-M precisamente, tuvo lugar una moción de censura en el ayuntamiento de Ponferrada, pactada con el acosador por la dirección federal del PSOE.

Oscar López, el segundo en la ejecutiva de Rubalcaba, logró una alcaldía importante gracias al acuerdo con Ismael Álvarez. En esa ocasión, las combativas feministas del partido callaron, se escondieron. Puedo dar fe porque les pedí que reaccionaran en los días previos, y en el de la votación, “día de la mujer”, con un artículo que publiqué en El País denunciando aquel pacto deshonroso La alcaldía de Ponferrada y el honor del PSOE-, sin éxito.

Cuando detectaron que el daño para la imagen del partido era excesivo, la reacción no pudo ser más cínica. López, promotor y negociador del pacto, escenificó una falsa dimisión como mano derecha de Rubalcaba, y, a la vez, decidieron aliviar la presión pública con la improvisación de una de esas comisiones de pega “para que no vuelva a ocurrir”. De paso, expulsaron del partido a los concejales de la moción, sólo para salvar apariencias, como el paso del tiempo ha demostrado.

Nada de esto se refleja en la miniserie dirigida por Maribel Sánchez-Maroto y producida por la periodista de La Sexta Ana Pastor. El recuerdo de lo ocurrido en 2013 habría sido muy útil para comprender el contenido de los tres capítulos del documental, aunque, no le habría hecho mucha gracia al feminismo oficial del sanchismo. El que retrató Carmen Calvo con ingenuidad: “El feminismo no es de todas, no bonita, nos lo hemos currado en la genealogía del pensamiento progresista, del pensamiento socialista”. Es decir, feminismo como banco de votos.

Obediencia al marido

Con la identidad como negocio electoral, importan poco los resultados concretos para las mujeres realmente marginadas. Nada que ver con el noble esfuerzo de María Zambrano, o el de María Telo, la tenaz jurista del “se me ha metido entre ceja y ceja cambiar el Código Penal” para poner fin a la licencia marital y la obediencia al marido, allá por 1975. O con tantas mujeres luchadoras a las que se les conoce por resultados evaluables, como los logrados por Thoraya Obaid –biografiada por Jesusa Álvarez Ayala- con sus peleas en la Sura de Arabia Saudí, un país tan difícil para las mujeres.

El feminismo electoral representa una manipulación de valores universales, que no son patrimonio de ningún partido. Una pieza más de la izquierda reaccionaria -según calificación de Félix Ovejero-, la que se aparta de cualquier proyecto para todos los ciudadanos y se refugia detrás de identidades de grupos cada vez más pequeños. Inservible para armar un proyecto de sociedad inclusiva en el mundo complejo de la nueva globalización, es sólo maquinaria electoral.

Una “izquierda” tan degradada que ha olvidado qué significa el bien común. Tanto que pueden pasar de abanderar el MeToo de Nevenka a pactar con su acosador sin mover un músculo de la cara

Con palabras de Mark Lilla, especializado en el estudio del fracaso de la izquierda identitaria, “han retrocedido a cuevas que han cavado en la falda de lo que un día fue una gran montaña”. Una “izquierda” tan degradada que ha olvidado qué significa el bien común. Tanto que pueden pasar de abanderar el MeToo de Nevenka a pactar con su acosador sin mover un músculo de la cara. De hecho, los que apoyan a Nevenka en el documental de Netflix, o justificaron la moción de censura o la ignoraron.

Con la mutación de una izquierda entendida como proyecto de solidaridad en una pseudopolítica de las identidades, no debe extrañar que otros, con retóricas de derecha, compitan con las mismas tácticas electorales. Si esto va de identidades para explotar como concesiones mineras, en el otro lado de la filiación política hay para dar y tomar, desde “nativos empobrecidos” a “marginados rurales”. Además, hoy es un chollo electoral ser atacado por el sanchismo, como evidencia la batalla de Madrid del 4-M.

Francis Fukuyama ha estudiado en profundidad –Identidad. La demanda de dignidad y las políticas de resentimiento, 2018- estos mecanismos de réplica. La corrección política, utilizada como propiedad exclusiva por la izquierda reaccionaria, ya no impresiona a sus competidores electorales. Al contrario, los hechos demuestran en todo el mundo que provoca una reacción electoral masiva contra quienes han montado un negocio con esa pretendida superioridad moral. Sí, los populismos de derecha exageran, pero no son los únicos. Como apunta Fukuyama, la derecha ha adoptado “el marco de la identidad de la izquierda: la idea de que mi grupo en particular está siendo victimizado”.

La torpe iconografía del general con bigotito

El empeño en una narrativa sanchista por recrear una extrema derecha con iconografía de general con bigotito o militares dispuestos, desde el asilo, a fusilar a 26 millones de rojos, produce bochorno. Ya quisieran estos publicistas de tercera que los de Vox e imitadores fueran tan memos.

¿Son de mayor calidad ética las identidades seleccionadas por la izquierda reaccionaria? Puede que sí, pero todos los sentimientos identitarios se degradan cuando se usan como munición electoral, como materia prima de la pseudopolítica. Edward Kennedy, el que fuera senador demócrata en Estados Unidos, lo expresó con lucidez:

"Debemos entender que existe una diferencia entre ser un partido que se preocupa por el trabajo y ser un partido del trabajo. Hay una diferencia entre ser un partido que se preocupa por las mujeres y ser el partido de las mujeres. Podemos y debemos ser un partido que se preocupa por las minorías sin convertirnos en un partido de las minorías. Ante todo somos ciudadanos”.

La destrucción de la idea de ciudadanía española, consentida o promovida desde el propio gobierno de Sánchez, es un viaje seguro al conflicto, al guerracivilismo autodestructivo

Creo que Carmen Calvo y todo el sanchismo que ha colonizado al viejo partido de la socialdemocracia en España nunca lo entenderán. El problema no son las identidades, sino que se utilicen como sustitución de proyectos inclusivos. La alternativa pasa por fortalecer la identidad nacional y que ésta respete la diversidad de facto. La destrucción de la idea de ciudadanía española, consentida o promovida desde el propio gobierno de Sánchez, es un viaje seguro al conflicto, al guerracivilismo autodestructivo.

El desvarío sanchista de convertir al PSOE en un atrapaidentidades, olvidando su razón de ser como instrumento de la solidaridad con la creación de redes de obligaciones recíprocas, provocará que España más que una nación, termine pareciendo un campamento. ¡Qué lejos de unir al país para darle seguridad en las circunstancias presentes!

Volviendo al documental de Netflix, es evidente que, si se hubiera incluido el pacto con el acosador, habría servido para entender que no se puede ser “un partido que se preocupa por las mujeres” si se cae en la aberración de hacer creer que se es “el partido de las mujeres”.

Hoy, Oscar López es el presidente de Paradores por decisión de Pedro Sánchez, y de la comisión “para que el PSOE no vuelva a pactar con acosadores”, nunca más se supo.

Nevenka sigue en el exilio.

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