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Opinión

Mal, pero mejor de lo esperado

Los nubarrones permanecen en el horizonte, pero la lluvia que parecía que iba a descargar de inmediato da muestras de retrasarse un poco

La presidenta de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), Cristina Herrero.
La presidenta de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), Cristina Herrero. EP

Creo que lo he comentado en más de una ocasión. Vivimos tiempos convulsos y cualquier día es bueno para que tengamos noticias que nos hagan replantear parcialmente, e incluso completamente, nuestra visión del momento actual o del futuro cercano. La semana pasada no fue una excepción.

En una intervención en el Congreso que dio varios titulares, la presidenta de la Airef, Cristina Herrero, alertaba sobre las dificultades de que el crecimiento estimado para el PIB español en 2023 por el Gobierno pudiera alcanzarse. Esta estimación, del 2,1 %, se antoja por no poco elevada, ya que se desmarca claramente por las presentadas por el resto de los organismos que igualmente hacen sus previsiones. Muchas de estas se sitúan en el entorno del 1,5 %, aunque no faltan aquellos que ofrecen cifras incluso mucho más bajas, como es el caso de Funcas con su 0,7 %.

Sea lo que fuere, en lo que todos están de acuerdo es que en este tercer trimestre de 2022 entraremos en una nueva fase cíclica que supondrá, cuando menos, un menor crecimiento en el corto y medio plazo. Los argumentos para esta caída en el crecimiento son por todos de sobra conocidos. El shock energético es la causa principal. Este shock, que ha disparado el precio de materias primas tan críticas como el gas o el crudo, explicaría buena parte del aumento de la inflación en Europa, afectando directamente y de forma severa al poder adquisitivo de las rentas de los españoles y europeos reduciendo con ello el consumo, la demanda y el PIB.

No pocos indicadores que se han actualizado en estos días han mostrado una cara más amable de la que se les esperaba hace no mucho

Como se espera que el año que viene este shock afloje, pero no demasiado, es de creer que el ajuste continuará y no se podría descartar, de hecho se asegura, una contracción o recesión en buena parte del continente. La subida de tipos que se espera aportará, además, vientos de frente al crecimiento, que en principio serán moderados salvo que dicha subida genere tensiones que terminen desestabilizando los mercados financieros. España, a pesar de mostrar mejores perspectivas, tampoco parece que se libraría de, cuando menos, una contracción técnica en los próximos meses.

Sin embargo, algunas cosas han cambiado y, como decía al inicio de esta columna, en estas últimas semanas hemos sido testigos de noticias que han matizado lo que esperábamos no hace mucho. No pocos indicadores que se han actualizado en estos días han mostrado una cara más amable de la que se les esperaba hace no mucho. Y estas buenas nuevas han cambiado, aunque suavemente, el perfil de crecimiento más inmediato.

Si esto es así lo vamos a saber muy pronto. A finales de esta semana tendremos un aluvión de indicadores importantes. En un intervalo de menos de veinticuatro horas saldrán la EPA y el PIB del tercer trimestre, así como el IPC de octubre, que nos perfilarán casi definitivamente 2022 y nos dejarán un avance de lo que esperamos para 2023. Sin duda serán datos que merecerán una lectura sosegada y con precaución.

La EPA nos dará cifras que no serán las que nos gustaría, ya que seguro reflejará este debilitamiento, pero posiblemente serán mejores que aquellas que habríamos esperado hace solo unas semanas

Haciendo un repaso de lo ocurrido desde que llegamos de vacaciones, podemos señalar algunas cuestiones relevantes. En primer lugar, los datos de afiliación no han sido, digámoslo de esta manera, tan malos como se esperaban en julio. Si bien es verdad que no han sido los mejores del año, mostrando una tendencia clara al agotamiento del impulso en el mercado de trabajo, estos se han comportado mejor de lo que se esperaba. Esto nos lleva a pensar que la EPA nos dará cifras que no serán las que nos gustaría, ya que seguro reflejará este debilitamiento, pero posiblemente serán mejores que aquellas que habríamos esperado hace solo unas semanas. Se espera que, desestacionalizada, la ocupación crezca muy débilmente o caiga en algunas décimas.

En segundo lugar, otros indicadores, como son los del turismo, la facturación de empresas y la industria nos han dado sorpresas positivas en estas últimas semanas. Por sorpresa positiva señalo que los datos llegados en los últimos días han podido ser tanto buenos como menos malos de lo esperado. La consecuencia de este halo de aire fresco con indicadores diversos es que el tercer trimestre ciertamente va a ser peor que el segundo, pero mejor de lo que esperábamos a principios de agosto. Así, con los datos disponibles, de momento se espera un crecimiento intertrimestral nulo o cercano a esta cifra, decimas arriba, décimas abajo. La probabilidad hoy de que en el tercer trimestre sorteemos la contracción no es pequeña, casi del 50 %, por lo que todo dependerá de para qué lado caiga finalmente la moneda.

Es cierto que estamos encarando una bajada más o menos rápida de la inflación general. Ojalá contagie igual de rápido a la subyacente

Otro de los datos que, como he adelantado, conoceremos esta semana es el de inflación. Septiembre vino con buenas noticias y es seguro que octubre hará lo propio. Algunas estimaciones sitúan la inflación en el entorno del 8 %, con un recorte de casi un punto, si finalmente se da este dato, respecto a septiembre. Otras estimaciones más venturosas y arriesgadas afirman que se bajaría del 8 %. En todo caso, independientemente de cuál sea el nivel, es cierto que estamos encarando una bajada más o menos rápida de la inflación general. Ojalá contagie igual de rápido a la subyacente, verdadero vehículo que determinará cuán rápido o lento tendremos un aterrizaje en el crecimiento de los precios.

Las causas principales para esta moderación son principalmente dos. Por un lado, el efecto base empieza a operar cuando en los últimos meses la intermensual ha bajado considerablemente de ritmo. En segundo lugar, el hecho de que el precio de las materias primas que causaron el fuerte repunte de la inflación antes de la guerra, pero sobre todo a partir de esta, han seguido con su fuerte descenso, con el caso más extraordinario del gas. Todo ello se confabula a llevar nuestra inflación de vuelta a niveles más cómodos en un escenario donde, de nuevo, no hay señales de efectos de segunda ronda.

Todo apunta a una recuperación suave a partir del mismo inicio de 2023 y que nos llevaría a un saldo final del año a un crecimiento positivo

¿Y cómo ordenamos todo esto en función de tratar de dar una previsión al futuro más cercano? Como he dicho, el tercer trimestre vendrá con un frenazo del crecimiento de nuestra economía. La posibilidad de una contracción existe, pero si esta ocurriera sería muy leve y casi aleatoria (me da igual si el dato es del +0,1 % como si es del -0,1 %, ambas reflejarían la misma realidad). El ajuste más intenso quedaría postergado para el IV trimestre, algo que ya sabemos desde hace tiempo, trimestre para el cuál, de momento, va a ser bastante difícil sortear la contracción. Para los siguientes, ya veremos, pero todo apunta a una recuperación suave a partir del mismo inicio de 2023 y que nos llevaría a un saldo final del año a un crecimiento positivo, pero pequeño, acorde con una cifra cercana, de momento, al punto porcentual.

Así pues, si no cambia nada, estas últimas noticias nos obligan a replantearnos el futuro cercano y hasta el año 2023. No significa que ahora vayamos a crecer tres veces más de lo esperado, pero sí que, de momento, estamos atravesando un territorio que no parece tan inhóspito como pensábamos hace unas semanas. Los nubarrones permanecen en el horizonte, pero la lluvia que parecía iba a descargar de inmediato muestra retrasarse un poco. Ojalá tarde más e incluso decida ser magnánimos con nosotros. Seguimos expectantes y ávidos de información para poder seguir contando qué nos depara el futuro próximo.

¡Ah!, ya se me olvidaba: no he hablado de fondos europeos, cuyo papel en 2023 va a ser, creo que esta vez sí, importante para el saldo final del crecimiento español. Quizás aquí esté el gran hecho diferencial en el año que entra en poco más de dos meses.

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