Opinión

Leonor

El PP acusa a Sánchez de usar a la Princesa Leonor como "escudo humano" para protegerse de la foto de la amnistía
Pedro Sánchez, saludando a la Princesa Leonor. EFE

Jura la princesa Leonor la Constitución. Qué hermoso momento. Soy un gran admirador de Leonor, por motivos estéticos, naturalmente, es una joven de belleza radiante. Pero no me refiero a eso cuando hablo de estética. Me refiero a que la estética es crucial para la monarquía. La monarquía depende de la estética (en todas sus manifestaciones). Y me atrevería a decir que la estética es la piedra fundacional de las monarquías. La princesa Leonor, con el arribo a la mayoría de edad, se ha convertido en la gema principal de la corona española. Posee un hálito mayestático, que, como cierto tipo de sensualidad, se tiene o no se tiene. A pesar de su juventud, irradia limpieza moral, de la que tan necesitada está la España de hoy, en la que la princesa está, es importante destacarlo, rodeada de enemigos. Verla uniformada y portando un fusil de asalto, hizo renacer mi confianza en un futuro de igualdad y libertad para los españoles. Porque. En la España que se nos viene encima, producto de un tripartito integrado por el sanchismo, el nacional–racismo catalán y el nacional–racismo vasco, la única esperanza de libertad e igualdad para los ciudadanos descansa en la monarquía. Y en que la monarquía esté dispuesta a defender la libertad y la igualdad a cualquier precio.

Soy monárquico, pero sólo en lo referente a la monarquía española. En lo concerniente a otras monarquías, la inglesa, por ejemplo, soy antimonárquico. Por las mismas razones estéticas antes mencionadas. La muerte de Isabel II fue un punto de inflexión. Su hijo es un hombre feo y desagradable, un pelele mimado a la sombra de la aún más fea y varonil Camila Parker Bowles. Y no hablemos ya de sus nietos, todo un espectáculo circense. Nada que ver con la monarquía española, incluso teniendo en cuenta las trapacerías de Juan Carlos, que arruinó su formidable legado por la vulgaridad de encoñarse con una cazafortunas que le birló 65 millones de euros de una tacada. Los coños pueden ser caros, y en ocasiones, mortíferos. No digo que la cazafortunas en cuestión no fuese, tal vez, una gran felatriz, como Cleopatra o Eva Perón, o una máquina de follar suprema. Eso sería un tanto a su favor, quién puede negarlo, sin embargo, no creo que exista mamada o revolcón que valgan 65 millones de euros.

Me caía bien Juan Carlos, lo de mujeriego y parrandero viene con el territorio de un rey, creo. Hasta que mató aquel pobre elefante y apareció en escena la buscona de lujo. Una tiparraca a la que se le veía el plumero a un kilómetro de distancia. En fin. Su hijo ha restaurado el buen nombre de la realeza española y hace su trabajo (tan importante en una España cada vez más acorralada por la infección tribal) de manera pundonorosa, elegante, medida e inteligente. A pesar de la reina Leticia, una mujer demasiado estirada en todos los sentidos.

Que sean todo lo independentistas que quieran, pero no desde cargos institucionales españoles, pagados con largueza y múltiples prebendas por los contribuyentes

Durante la histórica ceremonia, la zafiedad tribal de la antiespañola Armengol no pudo menoscabar, como era su propósito, la presencia áurea de la princesa Leonor, que representaba la continuidad de la monarquía y de la España de los ciudadanos libres e iguales. No es ilegal, en un país libre como España, ser antiespañol. Pero que una antiespañola sea presidenta del Congreso y desde ese cargo (muy bien pagado con el dinero de los españoles, por cierto) se dedique a socavar la democracia usando las armas y el poder que le concede la democracia, me parece suicida. Pasa lo mismo con los independentistas, que sean todo lo independentistas que quieran, pero no desde cargos institucionales españoles, pagados con largueza y múltiples prebendas por los contribuyentes españoles. Independentistas, bien, pero que se lo paguen ellos.

A lo largo de todo el acto, lo diré en popular, el traidor Sánchez fue una especie de pedo atravesado. Se notaba su incomodidad y su rostro de traidor supuraba malevolencia. Por otro lado, la antiespañola Armengol leyó un texto con voz de no me queda otro remedio. No contenta con eso, citó a tres poetas mediocres, a juzgar por lo que leyó: uno valenciano, uno gallego, y otro vasco. Ningún gran poeta español, que era lo debido, no sólo porque el español es el idioma de todos, también por una cuestión de categoría. No es lo mismo el gran idioma español que jerigonzas menores.

Me pareció desafortunado que el juramento de Leonor mencionase la obligación de respetar los derechos de las comunidades autónomas. Con respetar el derecho de los ciudadanos, hubiera bastado

Se ha comentado mucho el discurso de Leonor. A mí me produjo cierta ternura escucharla pedir confianza, delante de aquella horda de truqueros, mangantes, tramposos, mentirosos, trapicheros, traidores, parásitos profesionales del cofre del tesoro de los contribuyentes y expertos cobra comisiones, es decir, delante de los miembros del Gobierno español y su basurero adjunto. Pidiendo confianza, cuando lo único digno de confianza era ella.

Por último, me pareció desafortunado que el juramento de Leonor mencionase la obligación de respetar los derechos de las comunidades autónomas. Con respetar el derecho de los ciudadanos, hubiera bastado. Es una señal de lo hundida en el estercolero tribal que está, desde sus mismos inicios, la democracia española.

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