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Opinión

La unidad de quemados de Moncloa

Entiendo que quienes aceptan un nombramiento sin cuestionarse por qué se les ha ofrecido, ni siquiera qué méritos y capacidades hubieran podido atribuírseles para designarles en el Boletín Oficial del Estado, quedarían inhabilitados para sorprenderse por su destitución

La unidad de quemados de Moncloa
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Europa Press

Repetimos: las actitudes se configuran en función de las expectativas. Las de Pedro Sánchez deben ser lo suficientemente buenas como para inhibir en los destituidos de sus carteras ministeriales cualquier manifestación pública de queja o disconformidad sin dejar trascender el menor atisbo de rencor o de venganza. Convencidos de que conviene mejor exhibir adhesión inquebrantable por lo que pudiera caer, sin reconocer distancia o enemistad alguna, en el entendido de que ahí empezarían a deslizarse por la pendiente del malditismo, un estigma que sólo acarrea invalidez multidireccional. De ahí la significación que adquiere el análisis de cómo han reaccionado a sus ceses, la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, el ministro de Fomento, José Luis Ábalos, la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, o el Jefe del Gabinete, Iván Redondo.

Observemos que ninguno se ha permitido respirar por la herida, hacer mohín alguno de disconformidad, ni aducir ingratitud por parte de Pedro Sánchez, más aún en vísperas del 40 Congreso del PSOE, anunciado del 15 al 17 de octubre en Valencia bajo la coordinación de Adriana Lastra.

Observemos que ninguno se ha permitido respirar por la herida, hacer mohín alguno de disconformidad, ni aducir ingratitud por parte de Pedro Sánchez

Entiendo que quienes aceptan un nombramiento sin cuestionarse por qué se les ha ofrecido, ni siquiera qué méritos y capacidades hubieran podido atribuírseles para designarles en el Boletín Oficial del Estado, quedarían inhabilitados para sorprenderse por su destitución. Aquí está bien acreditado que las dimisiones son excepcionales. Como Javier González Ferrari cantaba “en el camino del Pardo, en lo alto de una ermita, hay un letrero que dice ma… el que dimita”. Por eso, cuando el presidente -a quien según el artículo 100 de la Constitución corresponde proponer al Rey el nombramiento y la separación de los miembros del Gobierno- advierte algún síntoma de abandono en su entorno procura adelantarse para cesar al afectado, evitando así que adquiera protagonismo con la iniciativa de su dimisión.

La última registrada fue la de Pablo Manuel Iglesias, como vicepresidente segundo de Pedro Sánchez, y para encontrar la anterior hay que remontarse a la espantada de Manuel Pimentel, ministro de Trabajo de José María Aznar, quien tras anunciar su marcha a los periodistas se subió a un taxi para ir a despedirse de los secretarios generales de UGT y Comisiones Obreras visitándoles en sus respectivas sedes.

Volviendo a los ministros caídos, podrían separarse en tres grupos. Los incondicionales -como Carmen Calvo- cuyos niveles de notoriedad fueron considerados inapropiados; los quemados -como José Luis Ábalos o Juan Carlos Campo- que, cumplidos los encargos de mayor riesgo y fatiga, permanecían ingresados en la unidad de cuidados intensivos de Moncloa y los carentes del glamur requerido para la nueva etapa a emprender por el Gobierno. Véase que los ministros procedentes del PSOE solo tienen el respaldo de Sánchez, mientras que los del contingente aportado por Unidas Podemos et alia resultan inamovibles en virtud de que pacta sunt servanda.

n su comparecencia ante la Comisión de Seguridad Nacional del Congreso de los Diputados Iván se declaró dispuesto a tirarse al barranco con el presidente quien ha preferido empujarle quedándose a salvo y absteniéndose de mencionarle en el capítulo de agradecimientos

El caso de Iván Redondo constituye pieza separada, según ha podido comprobarse en la insustancial entrevista de Évole. En su comparecencia ante la Comisión de Seguridad Nacional del Congreso de los Diputados Iván se declaró dispuesto a tirarse al barranco con el presidente quien ha preferido empujarle quedándose a salvo y absteniéndose de mencionarle en el capítulo de agradecimientos. Pero Redondo ni aun así da su brazo a torcer y prefiere seguir proclamando que se siente en perfecta sintonía con Sánchez. Las cosas del querer y de las conveniencias. Continuará.

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