Opinión

¿Juez o jueza? El lenguaje inclusivo como arma ideológica

El uso de expresiones identitarias o inclusivas desborda, en ocasiones, su uso natural para convertirse en una herramienta ideológica que roza la caricatura

Mujeres con globos morados durante la manifestación feminista del 8-M.
Mujeres con globos morados durante la manifestación feminista del 8-M.

La izquierda española quiso ganarse el voto de la mujer y de los jubilados como si fuera el departamento de producción de una empresa que fabrica hooligans. Concibió una lucha insaciable por apropiarse de dos grupos numerosísimos mediante procedimientos codiciosos y embaucadores. Y se les va a hundir el tinglado, según parece. En ambos proyectos la izquierda ha extremado tanto sus propuestas que ha destrozado el sistema, y a ver quién y cómo repara los destrozos.

Conducen a tal extremo la falsa defensa de la mujer que, en la actualidad, el hombre es culpable de lo que puede hacer, aunque no lo haga ni lo haya hecho ni lo piense hacer, si la mujer declara que lo ha hecho. Un desequilibrio que destruye el listón de la igualdad.

El estandarte es el lenguaje inclusivo, además de la propaganda y las inversiones presupuestarias desproporcionadas, superfluas y alocadas. Se trata de una de las payasadas más embaucadoras de la era socialista junto con el trastorno obsesivo compulsivo con la Guerra Civil y Franco; la desconfiguración de la historia, fullería propia de regímenes totalitarios; el desenterramiento de los muertos, pesadilla impropia de toda sociedad civilizada; y el allanamiento del camino para la desintegración de España anhelada por los secesionistas.

Pediatra, policía o poeta parecen femenino, pero significan también masculino. Son soluciones prácticas de la lengua, siempre al servicio del hablante

Las lenguas evolucionan de manera natural. Y lo hacen tan presurosas que la vivacidad de la oralidad se distancia veloz del conservadurismo de la norma escrita. Los intentos por modificar esa evolución suelen conducir al fracaso porque de los usos lingüísticos solo son propietarios los grupos de hablantes. Es sabido que formas gramaticales que parecen solo masculinas incluyen el femenino. De la misma manera pediatra, policía o poeta parecen femenino, pero significan también masculino. Son soluciones prácticas de la lengua, siempre al servicio del hablante, que se crearon en boca de nuestros antepasados.

Los cambios se instalan sin discusiones, a la vez que el grupo que los sustenta. A poca gente se le ocurre ya decir que tal o cual asunto o situación es una mariconada, expresión propia de otros tiempos, elegirá, más respetuoso, cursilada, o incluso gilipollez.

Es sabido, por otra parte, que la oración El hombre es mortal significa lo mismo que El hombre y la mujer son mortales. La redundancia de la segunda duplica la información, y añade un interés por destacar la existencia de la mujer. En la oración Los niños corren indicamos tres veces el plural: en el artículo, en el sustantivo y en el verbo. En The children run, solo se indica una vez, en el sustantivo. De la misma manera en la frase I spent the afternoon with my friend no podemos saber si se trata de un amigo o de una amiga, pero si el hablante lo desea, podría añadir, por ejemplo, un nombre propio de varón o mujer para ampliar la información.

Nada que objetar hacia quienes utilizan jueza para señalar que es un juez mujer, sororidad para aludir al apoyo entre mujeres, patriarcado, empoderamiento, androcentrismo

Las lenguas son redundantes y los hablantes tienen la libertad de hacerlas aún más cuando les parezca conveniente. Las redundancias son prescindibles, pero todos tenemos derecho a servirnos de ellas. Otra cosa es el sentimiento de aceptación o rechazo que sienta el oyente. Cuando alcancemos la igualdad hombre/mujer, la lengua ajustará las soluciones de la misma manera que los homosexuales varones se han naturalizado el término matrimonio, y de llamar marido a su pareja, uso hasta hace poco reservado a la mujer.

El lenguaje identitario es un legítimo derecho, el que todos tenemos para elegir las palabras. Nada que objetar hacia quienes utilizan jueza para señalar que es un juez mujer, sororidad para aludir al apoyo entre mujeres, patriarcado, empoderamiento, androcentrismo, incluso en el ejército deberían ser usadas voces como capitana, sargenta, comandanta y soldada.

Hemos llegado a un momento en que produce pánico utilizar el término hombre sin añadir mujer, nos suena a abuso. Recurrir a ciudadanía resuelve un poco el problema

Sería bueno que desaparecieran, y se extinguirán con la evolución social, esas parejas de palabras cuyo femenino desprestigia a la mujer, tipo fulano/fulana, solterón/solterona, zorro/zorra, así como los refranes machistas, del tipo La mujer y el vino engañan al más fino.  Ese pensamiento malsano debe desaparecer pronto de los hábitos socioculturales. Y por supuesto tendrían que erradicarse o ser sustituidos términos como ama de casa, pues la igualdad pasa por repartir las labores domésticas.

Mejor exterminar expresiones como lío de faldas o cabeza de familia, condenarlas a muerte. Sin embargo, hemos llegado a un momento en que produce pánico utilizar el término hombre sin añadir mujer, nos suena a abuso. Recurrir a ciudadanía resuelve un poco el problema, pero no es la solución.

Cuestiones como el uso del morfema -e a modo de neutro, o la arroba, @, o la x para recordar los dos géneros caen fuera de la norma escrita. La sinrazón ha llegado a tal extremo que hay inteligencias tan limitaditas que han propuesto redactar con lenguaje inclusivo las 491 palabras de masculino genérico que contiene nuestra Constitución. Y eso para que una vez hecho siga significando exactamente lo mismo. Lo que veo mucho más claro es que cuando la desigualdad hombre-mujer desaparezca, la lengua quedará perfectamente ajustada a la nueva convivencia. Añadiría también que nunca deberíamos preguntar a una mujer en una entrevista pública cuestiones que no se le harían a un varón, ni siquiera en la prensa rosa, claro, pero eso no va a ser fácil.

Nuestro caso, el de España, es otro. El uso del lenguaje inclusivo, seamos claros, no es voluntad igualitaria, sino dardo envenenado. Funciona para alimentar la propaganda insistente, machacona y pesada de la izquierda. Pretende extender la idea de que solo ellos defienden a la mujer, mientras el resto, ajenos a ese uso infructífero, no la protegen. Y las feministas talibanes se lo tragan.

Queda así la evidencia de que solo la izquierda recuerda a la mujer, incluso ha contaminado a alguna derecha fatua como la del PNV cuando inicia sus alocuciones con vascos y vascas, que suena a discurso de fortachón de Bilbao. ¡Valiente idiotez! Sí, pero el PSOE sabe qué idioteces como reescribir el pasado funcionan entre los españoles resentidos que se inflan como pavos reales viendo como sus trasnochadas convicciones social-comunistas hieren a todos los demás.