Opinión

Iglesias vota contra España

Podemos, que ostenta una vicepresidencia y cuatro ministerios, rechaza en el Parlamento Europeo que el huido Puigdemont sea extraditado... Demasiado, incluso para Pedro Sánchez

Iglesias vota contra España
El líder de Podemos, Pablo Iglesias (i), y el expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont.

“Lo que no puede ser no puede ser y además es imposible”, dejó sentenciado a finales del XIX el torero Rafael Guerra... porque no llegó a conocer este gobierno de coalición. Les confieso que ardo en deseos de ver cómo Pedro Sánchez, el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, y el PSOE desmienten a Guerrita un siglo después para justificar la última de su socio, Pablo Iglesias, contra la entrega a los tribunales españoles del huido Carles Puigdemont y los ex consejeros catalanes Antoni Comín y Clara Ponsatí.

Sí, han leído bien: Iglesias, que comparte con los socialistas La Moncloa y prometió hace un año “guardar y hacer guardar la Constitución” -y las sentencias y procedimientos judiciales, se supone-, ha decidido ahora que los jueces de nuestro país no tienen razón en su lucha contra ese “exiliado político” llamado Puigdemont en su vivienda de lujo de Waterloo (Bélgica) -igualito que aquellos republicanos que huyeron con lo puesto al final de la Guerra Civil-. Así como suena. ¡Viva la división de poderes!

Unidas Podemos votó en el Parlamento Europeo contra el levantamiento de la inmunidad a los tres eurodiputados independentistas a la fuga para que sean encausados por un Tribunal Supremo que les persigue por tierra mar y aire desde que una noche de octubre de 2017 huyeron en estampida después del fracasado referéndum ilegal y la proclamación de una Cataluña independiente que duró ocho segundos en la Wikipedia... creo que no me dejo nada.

Bueno sí, me dejo lo esencial: el vicepresidente segundo del Gobierno de España, que como ciudadano Pablo Iglesias tendría todo el derecho del mundo a opinar lo que quiera, lleva a su partido a votar... contra los tribunales de España, una de las democracias más asentadas. Y, además, lo hace desde la creencia ingenua de que eso va a contribuir a la pacificación de Cataluña... Ya. Todavía no se ha dado cuenta de que a un tigre no se le calma el hambre con yogures... ¡Ho tornarem a fer! (lo volveremos a hacer).

A ver cómo explican Sánchez, el ministro de Justicia y la de Exteriores, dentro y fuera, que Puigdemont es un delincuente huido y no un exiliado perseguido, que dice el vicepresidente

Bueno, otra más, se dirán ustedes anestesiados por la acumulación de noticias abracadabrantes con origen en una coalición cada vez menos coaligada a cuento de la Ley de Vivienda, los desahucios o la Ley Trans; que parece que con la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado 2021 en diciembre se les rompió el amor a socialistas y morados y andan a todas horas como esos matrimonios con una mala salud de hierro.

Cierto. Pero tengo para mí que este episodio es de esos que marca porque ya me dirán cómo van a justificar, dentro y fuera de España, el presidente y los ministros de Justicia y Exteriores, Arantxa González Laya, que ellos quieren juzgar por sedición a Puigdemont pero el vicepresidente con el que se sientan en el Consejo de Ministros no. ¿Qué les va a decir esa González Laya al ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, o a la portavoz de Vladimir Putin, que hace no tanto se preguntaban si en España hay “presos políticos”?.

Ya sabemos que Pedro Sánchez no iba a poder dormir con Iglesias cerca -hasta que se pidió un cargamento de Orfidal, que La Moncloa bien lo vale- pero ver a este Gobierno abrirse en canal en Bruselas y Estrasburgo a los ojos de todos nuestros socios comunitarios... eso sí que es una “anomalía democrática”, vicepresidente, y estoy seguro de que ninguno de nuestros 26 socios comunitarios se permitiría en público; mucho menos en la sede del Europarlamento para regocijo del independentismo catalán.

El aviso de Soros

Spain is different fue el eslogan que se inventaría en los años 60 del pasado siglo un Manuel Fraga ministro de Turismo para atraer a las suecas a las playas de aquella España subdesarrollada en lo político y lo económico que creíamos haber dejado atrás. Hoy, medio siglo después y con cinco millones y medio de parados reales, además de una deuda del 117% del Producto Interior Bruto (PIB) que nos ahoga, España empieza a dar señales de descomposición alarmantes.

No podemos permitirnos el lujo de volver a ser el enfermo de Europa que fuimos durante buena parte del siglo XIX y el XX casi entero, como advierte en su último número la revista Newsweek, ni transmitir a los grandes poderes económicos internacionales, esos mismos que están decidiendo ya las inversiones, una sensación de incertidumbre política e institucional como la que estamos transmitiendo. No lo digo yo, lo dice un tal George Soros, multimillonario siempre atento a las señales de los mercados.

Más información