La entrevista de Junqueras publicada este pasado sábado en el rotativo enamorado del sanchismo no tiene desperdicio. Se acabó la imagen de persona reflexiva, moderada y razonable. Junqueras, viendo cómo se las gastan en Junts per Catalunya, ha decidido asumir el rol de macho alfa de la manada y echarse al monte, a ese monte del olvido en el que están clavadas dos cruces por dos partidos que han pactado sin haberse comprendido. Lo decimos porque el de Esquerra le arrea una cera a los sociatas de padre y muy señor mío, copiando incluso al fugadísimo Puigdemont cuando este instaba a los separatas a que miraran a los ojos a los alcaldes que no hubiesen permitido ceder espacio públicos para aquella farsa de referéndum. Junqueras va más allá y dice textualmente: “Será un placer cruzarme con los socialistas catalanes cuando salga de aquí, a ver si me aguantan la mirada”. Hombre, puestos a ejercer de perdonavidas, inténtelo con sus socios neoconvergentes, en especial con Cocomocho, que lo dejó a usted con el culete al aire, recuerde aquel “Y mañana, todos a nuestros despachos”. Recuerde también que el intrépido de Waterloo dijo esta semana desde la cómoda Bélgica que ir a la cárcel vale la pena, porque es por la lucha para conseguir la libertad. Los tiene cuadraos.
Pero Junqueras sabe que a quién tiene que arrearle de firme: a Iceta y a su combo tropical. Se trata de quedar bien con el electorado separata y evitar que voten a los pujolistas. Caña al mono que luego, ya si eso, pactaremos lo que haga falta. Por eso no admite autocríticas ni nada que suponga mermar la razón suprema de su acción política. Cuando el periodista pregunta si no engañaron a la gente con una independencia que sabían imposible, el seráfico buda de ERC responde airado: “¡Y una mierda, y una puta mierda!”, para añadir la retahíla de tópicos, mentiras y demás casquería separata sobre por qué aquello acabó mal. Que si palizas, que si cerraron el Parlament, que si se destituyeron cargos y gobiernos, que si el Estado es digno heredero de la dictadura, que si la Fiscalía lanza acusaciones falsas, que si el Ministerio del Interior se inventa las pruebas, que si la Justicia condena a inocentes, vamos, ni Toni Comín con una mala tarde.
Junqueras sabe que la actuación judicial ha sido de perfil bajo, que con la nueva fiscal general del Estado las cosas todavía se suavizarán más y que en pocos meses será indultado por el Gobierno social comunista
A Junqueras, según él, también le importa un comino la gobernabilidad de España, solidarizándose con Dolors Bassa, la republicana que dijo eso el otro día en la sede de la soberanía nacional. Y todo ¿para qué? Pues para concluir en que lo volverán a hacer, que lo que pasó en 2017 es irreprochable democráticamente y que ya se ha visto que el estado no está preparado para aceptar este tipo de retos democráticos. A la hora de mentir, el de Lledoners no le va a la zaga al de la casita de la república. Porque si Sánchez es presidente es gracias a la abstención que Junqueras ordenó a su grupo, y si se está gestando un tripartito en Cataluña es porque Junqueras tiene claro que debe deshacerse de los neoconvergentes y buscar una nueva mayoría con socialistas y neocomunistas. Junqueras sabe que la solución Tardá acerca de una consulta amparada por una legalidad retorcida le servirá para justificar un referéndum que es imposible, al menos por ahora. Junqueras sabe que nunca existieron mil heridos, que la actuación judicial ha sido, por decirlo suavemente, de perfil bajo, que con la nueva fiscal general del Estado las cosas todavía se suavizarán más y que en pocos meses será indultado por el Gobierno social comunista.
Sabiendo todo eso, sin embargo, carga contra la mano que le da de comer en apariencia, porque es muy consciente que quien le da alpiste a los ocupantes de Moncloa son él y los suyos. Y sí, es una mierda, pero no por los motivos que arguye Junqueras. Aunque, como en el viejo chiste, que nadie se preocupe. Estas gentes están condenadas a terminar comiendo de ella pero, si Dios quiere, habrá para todos. El olor, sin embargo, mucho nos tememos que quede para nosotros.