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Opinión

Un grito extraño en Mondragón

Si algo hay que aprender de lo del sábado es que para acabar con el mal hay que salir de casa y situarse frente a él, aunque sea incómodo

Un grito extraño en Mondragón
Concentración "en desagravio a las víctimas de ETA", el sábado, en Mondragón, Guipúzcoa. EP

Fue un grito extraño el que se pudo oír ayer en Mondragón. Antes y después se escucharon otros más normales, los clásicos que nunca faltan: 'Presos vascos a casa' o 'Españoles, hijos de puta', todo bajo una pancarta en la que se podía leer 'Solución' y 'Convivencia'. La extrañeza no se debía al grito en sí, sino a que en un primer momento me costó localizar de dónde procedía. A un lado estaba Francisco José Alcaraz con su asociación, 'Voces contra el terrorismo'. Estaba en Mondragón porque a su hermano Ángel y a dos sobrinas, hijas de otra hermana, los asesinó ETA el 11 de diciembre de 1987. Cuatro miembros de la banda terrorista colocaron un coche bomba junto a la casa cuartel de Zaragoza y mataron a once personas. Uno de los asesinos era Henri Parot, y esto es precisamente lo que estaba al otro lado: los familiares, amigos y simpatizantes del terrorista.

Hace dos meses Sare, una asociación que pide la excarcelación de todos los etarras —por la convivencia y para dar una "solución al conflicto vasco"— convocó en la localidad guipuzcoana un acto festivo en solidaridad con el asesino de la casa cuartel. El acto principal iba a ser una marcha de 31 kilómetros en la que 31 promotores se irían pasando el relevo (la cifra pretendía denunciar los 31 años que Parot lleva en la cárcel), pero además de la marcha había otros actos preparados: servicio de barra con bebidas, chistorra y costilla, una electrocharanga y juegos infantiles para que los padres pudieran llevar a sus hijos a un evento tan ejemplar; el típico plan familiar de sábado.

"Inaceptable" es una palabra que debe ir acompañada de actos concretos, salvo que quien la pronuncia sea un hipócrita

Finalmente el viernes, un día antes, desconvocaron la marcha para "evitar la confrontación". Fue algo sorprendente. Y es algo que conviene interpretar bien. Si la asociación de solidaridad con los etarras decidió replegarse y cancelar la fiesta del terror no fue por hondas palabras presidenciales ni por gestos admirables en lugares lejanos; fue, sencillamente, porque hubo gente que anunció que se iba a presentar en Mondragón para observar y denunciar el acto. Si algo hay que aprender de lo del sábado es que para acabar con el mal hay que salir de casa y situarse frente a él, aunque sea incómodo. Porque el mal, cuando está tan arraigado, no se va solo. Y porque "inaceptable" es una palabra que debe ir acompañada de actos concretos, salvo que quien la pronuncia sea un hipócrita y que lo único inaceptable sea en realidad el posicionarse firmemente contra ello.

Los que gritan 'asesinos'

El grito, decíamos, se escuchó poco antes de las 13:00: "¡Fascistas, asesinos!". Lo normal, sabiendo cuáles eran los lados, era pensar que había venido del lado de Alcaraz. El uso de la palabra 'fascista' para referirse a una banda que mataba en nombre de la izquierda y del nacionalismo está ya demasiado extendido como para intentar poner orden, pero 'asesinos' dejaba espacio para pocas dudas. El grito se oyó una segunda vez, y una tercera, y en cada una de ellas me parecía que no venía del lado al que miraba. A la cuarta hice caso a la persona que me estaba diciendo que no, que venía del lado de los de Parot; y efectivamente, eran ellos los que estaban llamando "asesino" a Alcaraz.

Era en concreto una mujer desde un balcón, frente a la plaza en la que se estaba desarrollando el acto en memoria de las víctimas. En otros edificios había vecinos golpeando cacerolas; en la calle los chavales que se habían quedado con ganas de más tras el acto de Sare expresaban un odio depurado, bien regado y con los papeles en regla, perfectamente legal; pero aquella mujer, sin saberlo, estaba ofreciendo un retrato perfecto de buena parte de la sociedad vasca. Esa parte que se apunta a una fiesta por Parot, a escribir cartas de amor a los presos de ETA o a llamar "asesino" a alguien que ha visto cómo su hermano y sus sobrinas eran asesinados por terroristas a los que ellos consideran vascos ejemplares.

En algún otro partido se acepta a la izquierda abertzale, a los del lado de Parot, a los que gritan "asesinos" a las víctimas mientras festejan cada excarcelación de los asesinos de verdad, como compañeros políticos

Esa gente no es una minoría ruidosa, y frente a ellos no hay un gran rechazo social. Es difícil de aceptar, pero es la realidad. Esa gente está representada por un partido, EH Bildu, que es la segunda fuerza en el Parlamento vasco; por Bildu, pero no sólo por ellos, porque en muchos otros partidos el mensaje sobre el "conflicto" y la "solución" es el mismo, y porque en algún otro partido se acepta a la izquierda abertzale, a los del lado de Parot, a los que gritan "asesinos" a las víctimas mientras festejan cada excarcelación de los asesinos de verdad, como compañeros políticos.

La izquierda abertzale está acostumbrada a ocupar el espacio público con sus miserias morales, sus defensas de los asesinos y sus fiestas del terror. Por una vez la presión social de unos pocos, algo a lo que no están acostumbrados, les ha llevado a replegarse. De unos pocos; imaginemos por un momento lo que se podría conseguir si esos pocos fueran unos pocos más, si poco a poco fuéramos perdiendo el miedo a recordar lo evidente y a decir que los asesinos son sus presos.

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