Opinión

Gran Bretaña o el post-capitalismo

Las medidas impositivas propuestas por el gobierno británico están fundamentalmente enfocadas a la clase media y la economía productiva

Liz Truss, primera ministra de Reino Unido.

Leí ayer a un catedrático de universidad deponer en Twitter que “Gran Bretaña está arruinada y a punto de colapsar por hacer exactamente lo que aquí proponen que hagamos el PP, Ciudadanos y Vox y los economistas y periodistas que los jalean y viven de ellos”. Tras lo cual, y obviando que es mucho de lo mismo que ha aplicado exitosamente el gobierno de izquierdas portugués, volvió al aula a impartir doctrina a las futuras élites de la nación.

A diferencia de los simplismos de opinadores y especialistas de sofá de nuestro país, en la City pocas personas dan con una explicación clara para las turbulencias en el mercado británico de deuda y la cotización de su divisa. El efecto combinado de varios factores genera ruido dificulta el diagnóstico preciso.

Todo comenzó con un paquete urgente de medidas anunciadas el viernes 23 de septiembre por la nueva primera ministra Liz Truss y su nuevo canciller (ministro de Economía) Kwasi Kwarteng, donde se presentaban rebajas fiscales y aumento del gasto para mantener la competitividad y tratar preventivamente una posible recesión emergente. Todo ello financiado con deuda. Esto iría seguido de un “mini presupuesto” cuyos detalles se desvelarían el 23 de noviembre.

Los mercados reaccionaron mal. Muy mal. El bono británico a largo plazo subió en cierto momento 150 puntos básicos, mientras la cotización de la Libra sufría frente al Dólar estadounidense alcanzando el día 26 la paridad virtual (desde entonces la libra se ha recuperado espectacularmente a niveles pre-crisis).

Conviene pues pelar la cebolla y, capa a capa, intentar buscar las causas para evitar el chascarrillo y el slogan. Les adelanto unos puntos:

Las medidas impositivas propuestas están fundamentalmente enfocadas a la clase media y la economía productiva: se suspende el anunciado aumento del impuesto de sociedades que se mantendrá en el 19%, reduciendo también la tasa de contribución a la Seguridad Social; se adelanta un año la rebaja del tramo básico del impuesto sobre la renta al 19%, beneficiando a 31 millones de ciudadanos; se reduce el impuesto a transacciones inmobiliarias que grava la compra de vivienda, y hasta 200.000 compradores anuales de casas de entre 125.000 y 200.000 libras quedarán exentos… No parecen medidas “para ricos”. Se anunciaron asimismo otras medidas de apoyo al coste de la energía similares a las están aplicando la mayoría de los países, con aplausos y celebraciones, y que no han provocado reacción negativa alguna.

La eliminación del anacrónico límite impuesto a la compensación variable de los banqueros de la City. El reverso del famoso “impuesto a los ricos” que la demagogia alimenta por aquí

Pero los comentaristas se cebaron con la rebaja del tipo máximo aplicable al impuesto sobre la renta, del 45% al 40% (ya revertida por un gobierno que no pudo aguantar la presión de griterío) y la eliminación del anacrónico límite impuesto a la compensación variable de los banqueros de la City. El reverso del famoso “impuesto a los ricos” que la demagogia alimenta por aquí.

La realidad es que estos puntos tenían un efecto presupuestario mínimo en comparación a otras medidas que aumentan el gasto. Porque es importante reseñar que ha sido precisamente el aumento de gasto y deuda, y no las rebajas fiscales, lo que han penalizado los mercados. El famoso “¿y esta fiesta quién la paga?”. Por mucho que confundan las razones de la crisis los amigos de la confiscación y el reparto equitativo de pobreza.

Por otra parte, la pérdida de valor de la Libra Esterlina con relación al Dólar estadounidense tiene mucho más que ver con la solidez relativa de la economía norteamericana y la gestión de tipos de la Fed que con las medidas anunciadas por el Gobierno británico. Sólo hay que ver la evolución similar del yen Japonés o las monedas escandinavas. Por no hablar del renminbi chino.

Resistirse a confrontar esta evidencia consigue alinear, como ocurrió en el Brexit, al conservadurismo más rancio con la izquierda más inmovilista

- La primera ministra y su canciller, ninguno de los dos indocumentados del nivel al que estamos acostumbrados a lidiar en el Consejo de Ministros de España (vean el excelente artículo de Jesús Cacho hace dos semanas), identificaron el problema esencial: los sucesivos gobiernos Tory (conservadores) han sido demasiado contemplativos ante la disyuntiva que enfrenta un Reino Unido post Brexit. La economía del país depende en gran medida de la zona metropolitana de Londres y ésta de que la City conserve su preeminencia  como capital financiera de una Europa de la que se separa, por cuyas reglas ya no se rige y a la que no contribuye. Hace falta una reinvención radical. Resistirse a confrontar esta evidencia consigue alinear, como ocurrió en el Brexit, al conservadurismo más rancio con la izquierda más inmovilista.

Pero si las medidas fiscales y desregulatorias tenían sentido, ¿es el aumento de gasto y deuda tan grave como para provocar una reacción tan extraordinaria?

El paquete equivalía a un incremento de 45,000 millones de libras de gasto financiado con deuda y el Reino Unido tiene un ratio de deuda sobre PIB de alrededor del 100%. Esa posición es mucho mejor que la de 3 de las 4 mayores economías de la UE (Italia, España y Francia). Para dar una referencia, sólo entre junio y julio de este año la deuda pública española aumentó en 11,635 millones de euros hasta superar el 117% del PIB. Puesto en esos términos, o la reacción en el Reino Unido ha sido desproporcionada, o los que han ocasionado el descalabro en el Reino Unido usan una doble vara de medir.

No sería de extrañar que la presión de los mercados de divisas contra la libra se volviera a recrudecer para testar la resolución del Banco de Inglaterra a la hora de defender su moneda

Es cierto que pudo afectar que se dispararan mecánicamente los límites en las fórmulas (LDI) que usan fondos de pensiones para sus inversiones y les habría llevado a una venta precipitada de bonos británicos. Pero entonces su efecto sería temporal. También lo es que el Reino Unido se encuentra más desamparado fuera del paraguas de la UE y, de hecho, no sería de extrañar que la presión de los mercados de divisas contra la libra se volviera a recrudecer para testar la resolución del Banco de Inglaterra a la hora de defender su moneda. Por último, sin duda contribuyó que el paquete fiscal se anunciara sin un correspondiente plan sobre cómo financiarlo. ¡Pero como si otras medidas de gasto y deuda de la UE, de mayor calado, hubiesen contado con una mínima explicación sobre sus implicaciones sobre el equilibrio presupuestario, la capacidad de servicio de deuda o la situación de vulnerabilidad insostenible de muchas de sus economías!

Cabe preguntarse si vivimos un momento en el que los grandes fondos y gestores han abandonado el histórico campo de laissez, de la baja regulación

Visto así, ¿podríamos estar ante una situación en la que los grandes actores en los mercados hubieran actuado estas semanas contra el Reino Unido usando factores no estrictamente racionales? Como si grandes inversores institucionales aplicaran diferentes respuestas a medidas macro dependiendo de quién las aplique. O, aún más desconcertante, como si esos grandes inversores reaccionaran, no ya por motivos estrictamente económicos, sino altamente ideológicos.  Cabe preguntarse si vivimos un momento en el que los grandes fondos y gestores han abandonado el histórico campo de laissez, de la baja regulación y los bajos impuestos, y hubieran interiorizado posiciones dominantes en medios y academia que penalizan irracional y desproporcionadamente posturas liberales.

Que los que más influyen en el mercado hubieran dejado de confiar en la libertad y la no-intervención como generadores de prosperidad económica sería grave. Pero aún más grave sería que los que los grandes actores de ese mercado comenzaran a estar completamente desapegados de la prosperidad económica como principio rector de sus propias decisiones.

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