Quantcast

Opinión

Don Gil de las calzas verdes, ahora en el PSOE

Ánder Gil, el portavoz del PSOE en el Senado.

“Don Gil de las Calzas Verdes” es una obra de Tirso de Molina llena de enredos  y de situaciones alocadas de apariencias y embelecos. En la obra hay un personaje llamado doña Juana, que se ve obligada  disfrazarse de hombre con el falso nombre de Gil de Albornoz, un Gil que siempre va vestido de calzas verdes. Y entre apariencias y embelecos, se ha cruzado en nuestras vidas el senador socialista Ánder Gil, que con esfuerzo y tesón ha conseguido su minuto de gloria, y al que humildemente le recomiendo que lea reposadamente la comedia de Tirso, a ver si se calma y aclara sus ideas acerca de lo que es una provocación en toda regla.

Que un senador del PSOE, un tal Gil del que sólo sabemos que el pueblo español le paga su salario, demuestre tanta bajeza moral -o tan poca altura de miras, que dicen ahora- y diga las cosas que a mí y a tantos nos repugna repetir, da una idea certera de cómo está el PSOE. Un día fue un partido fiable, hoy más parece un grupo de aficionados, diletantes de la política dispuestos a aguantar en el Gobierno antes  que preguntar en unas elecciones qué nos parece lo que están haciendo. Lo que están haciendo con España, porque lo que hacen con sus siglas ellos verán, que verdes las han segado.

Espero poco de los que mandan. Menos aún de los que desde dentro del PSOE callan y buscan la sombra de un pequeño grupo de periodistas para decirnos lo que no pueden decir en otros foros. Lo que no tienen valor a afirmar en público, y tampoco en privado si hay alguien del aparato que les pueda mover la silla o les haga parecer sospechosos. Hablo de aquellos que saben lo qué está pasando y callan cada vez que les juntan en una Ejecutiva o un Consejo de Ministros. ¿Por qué callan? ¿De verdad Borrell es el mismo de hace medio año? ¿De verdad Robles no se avergüenza viendo como los suyos -¿por qué son los tuyos Margarita, verdad?-, pisotean los andamios que sustentan una Justicia secularmente maltratada en España. ¿Y qué pensaba Pedro Duque, y qué necesidad tenía este hombre de estar dónde esta? ¿Y la señora Calviño, y el ministro Planas; qué les dicen sus amigos en Bruselas de lo que aquí están haciendo?

Espero poco de los que desde dentro del PSOE callan y buscan la sombra de un pequeño grupo de periodistas para decirnos lo que no se atreven a decir en otros foros

Defender España no debería ser cuestión noticiable en un país, pero aquí el que se atreve a decir que es español en determinados sitios corre el riego de abrir las ediciones de los periódicos, y no para bien. Corre ese riesgo, y que le insulten, le escupan, les tiren piedras y que un sacristán dé la orden de que doblen las campanas mientras Albert Rivera habla de España.

El día que nos podamos sentir tranquilos y seguros en cualquier parte de España habremos salido de esta anormalidad en la que vivimos y tanto daño nos hace. Y si este Gobierno no tiene nada que decir tras lo ocurrido en Alsasua, lo tomaremos como un trámite, pero no como lo que debería ser, el Gobierno de España que cada vez que atacan a España sale y la defiende. Todavía estamos esperando que alguien desde el Ejecutivo diga que lo de Alsasua no tiene nombre y defienda a los que fueron a defender que aquella parte de España es España. ¡Dios mío, hasta las palabras y los argumentos suenan infantiles en este trance!

Juegan con cosas que no tienen repuesto, y lo hace un Gobierno que titularon de “bonito” y que hoy luce desbordado e inseguro, pero presto a continuar. El tal senador Gil, al que puntualmente España le paga su nómina, debería ser más considerado con aquellos que pensamos que ir a Alsasua a decirles a guardias civiles y policías nacionales que no están solos y que somos muchos los que admiramos y agradecemos  su trabajo. Gil debería saber que hacer esto no es un provocación. Que la provocación al pueblo español es la de aquellos que ocupan el Gobierno de España apoyados en quienes quieren destruirla. Dígame senador Gil que estoy mintiendo y rectificaré.

Provocación es que quienes prometen la Constitución cuando les dan su escaño tengan una idea tan corta de lo que somos. ¿Y qué somos los que decimos esto? Pues eso, bultos sospechosos que en estos momentos estorbamos cada vez que recordamos las razones, las pocas pero definitivas razones por las que Sánchez y su sobresaliente Gil han llegado allí donde nunca soñaron estar. Pero el sueño, con permiso de Raymond Chandler, no puede ser eterno.

Ya no se pueden votar ni publicar comentarios en este artículo.