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Opinión

El funeral

Pedro Sánchez durante una rueda de prensa.

El cuarto conde de Chesterfield, antipático pero inteligente, afirmó que el único deseo acerca de su funeral era no ser enterrado vivo. Aquel aristócrata, al que el doctor Samuel Johnson definió como un hombre con moralidad de una prostituta y las buenas maneras de un maestro de baile, conocía muy bien los entresijos del poder. Su diagnóstico era mordaz, implacable y carente del menor refinamiento. Quizás por ello conviene recordar esa frase lapidaria y exigir que no nos entierren vivos. Bastantes muertos deja la pandemia como para añadir más.

Las medidas que toma a diario el gabinete de Sánchez pretenden justamente todo lo contrario. Nos condenan al cementerio de la pobreza y el desgobierno; las normas cambian de un día para otro y lo que ayer era sólido y de obligado cumplimiento puede trocarse en lo contrario. Hoy las rebajas se permiten con la misma convicción con la que ayer se desaconsejaban. Las zonas de 'desescalada' se otorgan sin mayor criterio que el políticamente interesado por parte de Sánchez y sus aliados. Igual mienten en los contratos con proveedores que cobran al estado sumas desorbitadas a través de empresas sin sede social ni experiencia, que se escudan en comités científicos que jamás han existido.

Se intuye un enorme funeral, el de una sociedad abocada a la más terrible de las miserias, con millones de parados, empresas cerradas, con cuarentenas que alejarán al principal negocio de España, el turismo, con un horizonte incierto, nebuloso y que dividirá a España entre ricos y pobres. La clase media, cojín amortiguador que sirve para mantener el statu quo, basculando entre centro izquierda y centro derecha, se encuentra herida de muerte. Los trabajadores que cifraban sus esperanzas en los ERTE saben por boca del Gobierno que no han de ver un céntimo hasta entrado junio. Marzo, abril, mayo y en junio Dios dirá. Es la muerte lenta por asfixia económica, es el proyecto acariciado por el radicalismo comunista que prefiere una nación arruinada, subsidiada, controlada política y socialmente a una España como la que habíamos conocido hasta ahora, con todos los defectos que se quiera, pero con paz social, prosperidad y democracia garantista.

El famoso meme de unos negros bailando con un ataúd al hombro, tan popular en estos días de arresto domiciliario y toque de queda enmascarados tras consejas de vieja y consignas populistas, se ha convertido en el epitafio de un país que no supo elegir a sus gobernantes. Será un funeral sin gloria ni honor, porque nadie va a llorar en Europa el destino de un pueblo que prefirió a unos incompetentes antes que a gente que, incluso en su mediocridad, podría haber sido infinitamente más útil para sus conciudadanos.

Si se queja, será usted un facha, un cayetano, un golfista, un mal español. Los que llevan años viviendo esto mismo en Cataluña saben muy bien de qué estoy hablando

Enterramos, porque esa fase está en plena vigencia, toda una manera de vivir y entender la política e incluso las cosas. Y el españolito de a pie, el que solo sabe que sus ahorros han desaparecido mientras hay gente que clama por la revolución desde la comodidad de sus mansiones con piscina, no sabe qué hacer. Vivíamos tan felizmente ignorantes de lo que sucedía a nuestro alrededor que ha sido preciso un virus para comprobar que no todo vale en política ni todos los políticos valen. Triste final para el más largo periodo de paz, democracia y progreso social de nuestra historia. Vienen tiempos de mentiras encadenadas, de ruedas de prensa al más puro estilo chavista, de elevación a los altares de la gloria a medianías de solemnidad.

Nada de esto dirán los medios del régimen, ni lo pronunciarán los labios de los opinadores de guardia, siempre prestos a pillar al vuelo el hueso que arroja desde su mesa bien surtida el amo gubernamental. Y si se queja, será usted un facha, un cayetano, un golfista, un mal español. Los que llevan años viviendo esto mismo en Cataluña saben muy bien de qué estoy hablando. Esto es un funeral democrático que solo persigue cambiar de régimen y sustituirlo bajo ropajes pretendidamente justos. Se trata de transitar sin que se note mucho de una democracia a una dictadura nefasta, la peor de todas, la dictadura de los negados, de los vagos, de los subvencionados, de los rencorosos, de los inútiles, de las carteras adquiridas via vaginal y los cargos ganados a base de lametazos en las suelas del líder.

Horrible funeral. Especialmente, porque nos están enterrando vivos. Con banderas y todo lo que ustedes quieran, pero enterrados.

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