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Opinión

¿Elecciones? Cuando a Sánchez le dé la gana

Pedro Sánchez

Primera observación: las elecciones no se ganan en las calles. Segunda: las banderas no son votos. Tercera: ojo con el  lenguaje, cuidado con las palabras. Contención presidente Sánchez cuando trata de meter a media España en eso que llama “las derechas”, apelación que recuerda otros tiempos de otro país que no es precisamente el actual. Y cuarta: un poco de tranquilidad nos vendría bien, o ¿es que olvidamos que españoles somos todos, los que estuvieron en Colón y los que no? No, no se es más español por abrazar una bandera y escuchar el himno nacional. Da un no sé qué abrir un libro de Historia y ver la calidad de algunos españoles envueltos en la roja y gualda.

La única realidad política, cuando llegue,  -el 14 o el 28 de abril, qué más da si esto está acabado-,  es la que sucede después de contar los votos. Las palabras gruesas, los insultos, las apelaciones que hablan del nivel de cobardía de unos y otros nos remiten a un tiempo de España que los españoles ya habíamos apartado, aunque no sé si olvidado. Todos tenemos una responsabilidad, pero los que aspiran a gobernar España la tienen en grado sumo y especialmente en este momento en que los intentos por dividirnos son tan explícitos. A ellos no les deberíamos permitir esta forma de entender a una nación partida en derechas e izquierdas que no deja espacio para nada más; un país polarizado por frentes o bloques en el que los adversarios ya no son tal convertidos como están en enemigos.

¿Qué más tiene que pasar aquí para que sea posible una foto entre el presidente del Gobierno, Albert Rivera y Pablo Casado?

Hay algo fundamental en democracia que se llama respeto a la ley, y a eso se debería dedicar el Gobierno de Sánchez, y no a colarnos de manera infame una mesa de partidos, con relator incluido, en sustitución del Parlamento. Con este panorama no debería sorprendernos que aún Sánchez no haya hecho por verse en La Moncloa con los líderes del PP y Ciudadanos, lo que  da una idea de la descomposición en la que vivimos. ¿Qué ha de pasar aquí para que sea posible una foto entre el presidente, Rivera y Casado?

Me gustaría apelar a esto, y que dejen para el día de las elecciones los porcentajes y los números. Y me gustaría recordar este martes que en Colón, y fuera de Colón, todos somos españoles. No lo parecía el domingo en una plaza llena “de españoles de verdad”, que decía un dirigente de Vox;  no lo parecía ayer escuchando a algunos ministros heridos porque les acusan de contemporizar con los independentistas. ¿Y qué quieren?

Es verdad que en el comunicado que se leyó tras la concentración había gruesas inexactitudes. La primera, que el Gobierno haya aceptado los 21 puntos de Torra. No sé quien redactó ese papel, pero me cuesta mucho aceptar que su lectura no pusiera a Albert Rivera más nervioso que la foto con Santiago Abascal. Es sorprendente la velocidad con que Ciudadanos empieza a parecer lo que no era cuando nació. Y es una pena para un país tan polarizado y trastornado como el actual. Si Rivera no quería que lo relacionaran con Vox, que hubiera votado al PP y se hubiera quedado fuera del Gobierno andaluz. Si no quería una foto con Abascal, que se hubiera ido del escenario como hicieron otros. El presidente de Ciudadanos, aunque no lo desee, contribuye así  a darle a Vox un empaque impropio de un partido que aún no tiene representación en el Congreso.

Es sorprendente la velocidad con que Ciudadanos empieza a parecer lo que no era cuando nació

El Gobierno puede hacer que acusa las consecuencias de la semana pasada y de la gran movilización de Colón. Podrá intentar explicarnos que se apean del diálogo y de la negociación cuando descubren que los independentistas quieren la autodeterminación. ¿Ahora se enteran? En realidad buena parte de las acusaciones que se le hacen son discutibles y todas, absolutamente todas,  vienen de origen y  derivadas de su debilidad y de la portentosa incapacidad de saber comunicar a los ciudadanos  lo que hacen y quieren hacer. Es difícil superar la facilidad con que la vicepresidenta Carmen Calvo se lía con las palabras y las ideas para transformarlas en lo que parecen: mentiras. ¡Que devoción tiene para el embrollo y la confusión esta señora, que las prisas y la casualidad han puesto ahí!  Todas las explicaciones dadas sobran ante la realidad absoluta e irrefutable: Pedro Sánchez es lo que es porque así lo quieren los enemigos de una España unida y constitucional. Todo lo demás es un añadido. Y de ahí, de llegar a la presidencia con esos compañeros, se derivan todos los males. De ahí y de haber sacralizado el diálogo con las piedras. Y así nos va.

Antes de terminar

A modo de telegrama. Lo escuché ayer por la mañana de alguien con fuste que sabe lo que dice y conoce lo que pasa en el Gobierno. El “efecto Colón” en el presidente es nulo, que le importa una higa, vaya.  Las elecciones serán cuando Sánchez quiera y mejor le venga al PSOE. Las fechas del 14 y 28 son filtraciones del Gobierno a EFE.  Si le interesa gobernará sin Presupuestos. Los excesos verbales de Casado, sobre todo de Casado, los está convirtiendo en apoyos para él de gente que dudaba, y en desafección en ciudadanos moderados que se alejan de esa deriva dialéctica. A partir de ahora la política sale del Congreso y se instala en el Supremo. No habrá sentencia antes de las elecciones de Mayo, y eso a Sánchez le abre un abanico de oportunidades nada desdeñable, entre ellas colocar cinco urnas el día 26 de mayo.   

El diálogo, o lo que sea, con los independentistas se retomó ayer mismo, justo a la misma hora en que Torra decía en Catalunya Radio: No volveremos a negociar si en el papel no está el derecho a la autodeterminación. Aunque Torra miente mejor que Carmen Calvo, no se lo crean. La disparatada lógica del guion trazado continúa.  

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