Opinión

El discurso del Rey para el que no necesitó palabras

Pedro Sánchez jura su cargo como Presidente del Gobierno frente al Rey
Pedro Sánchez jura su cargo como Presidente del Gobierno frente al Rey EFE

Estoy fascinada con toda esa gente que se declara monárquica y que estaba esperando que Su Majestad el Rey Felipe VI diera un puñetazo en la mesa, rompiera en mil pedazos la ley de la amnistía, desenvainara su espada, cortara la cabeza de Pedro Sánchez, la pusiera en una pica a la entrada del Palacio de la Zarzuela y se sentara en un trono conformado por mil espadas forjadas en hierro, mientras se colocaba en la testa una corona de oro, diamantes y esmeraldas. El desconsuelo que viven estos días es tan abrumador, como su ignorancia sobre lo que es una monarquía parlamentaria y el papel del Rey en España. Pero oye, que son muy monárquicos. Bueno, ya no. Lo eran hasta que don Felipe VI decidió cumplir con sus obligaciones y respetar lo que le dicta la Constitución. No es muy coherente querer que un tipo traicione la Constitución y se pase por el arco del triunfo nuestro Estado de Derecho, para parar los pies a otro que ha hecho exactamente eso. ¿Exiges que lo haga el Rey porque no te parece bien que lo haga el presidente?

Me llevaban los demonios cada vez que veía a don Felipe VI recibiendo a Pedro I de España “el narcisista” con buen talante, sonriente y de cháchara

Pero esta gente por qué no lee. Un poquito solo. Lo justito para saber que nuestro Rey ha hecho más de lo que podía hacer, enviándonos a todos un mensaje muy claro. ¿No pedíais un discurso, una intervención de Su Majestad, que se pronunciara? Nos ha hecho testigos de un silencio que dice más que mil palabras: no se pone buena cara ni se dirige la palabra a quien traiciona a España y nos miente sin reparos. Ya está bien.

Me llevaban los demonios cada vez que veía a don Felipe VI recibiendo a Pedro I de España “el narcisista” con buen talante, sonriente y de cháchara. Ver ahora en su rostro un desprecio profundo, que no trataba de disimular, desde que entró por la puerta el que no miente, sino que cambia de opinión, y ser testigo de que le negaba toda palabra, fue el aliento que yo necesitaba tras una semana de decepciones.

Pero ya se sabe que lo que alienta a unos, escuece a otros. Y si me fascinaba contemplar a esos autoproclamados monárquicos despechados, no puedo describir la sensación que me produce ver cómo sufren ahora los que no pierden oportunidad para despellejar a nuestro monarca, que callan cuando se queman fotos de él o incluso aplauden y ríen ante bestialidades como las proclamadas por alguna ministra feminista venida a menos, del tipo: “Felipe no serás Rey que vienen nuestros recortes y serán con guillotina", o "todos los Borbones a los tiburones". Menudo corte de mangas real se han llevado esos fantasiosos recortes. Está la pobrecilla para hablar ahora de guillotinas, pero ya habla por ella el que se retiraba de la política, que si puede hablar el macho alfa, la feminista se calla.

Falta de respeto es lo que hace Sánchez cada vez que acude a un evento con don Felipe VI y se salta el protocolo para figurar el primero

Resulta cuando menos cómico que esta gente, tan pacífica y respetuosa, se muestre indignadísima por lo que califica como una falta de respeto del Rey hacia el presidente. Señores, se lo voy a explicar de dos modos:

El primero, muy diplomático: en ningún lugar de la Constitución se le exige a Su Majestad el Rey que tenga que sonreír y dar conversación a nadie. Falta de respeto es lo que hace Sánchez cada vez que acude a un evento con don Felipe VI y se salta el protocolo para figurar el primero, porque ya lo dice nuestro refranero: “el burro delante para que no se espante”.

El segundo, os va a escocer más: si pensáis que es una falta de respeto a 12 millones de votantes, como andáis lloriqueando por cada esquina, deberíais saber que ni en broma esas personas votaron para que se comprara una presidencia a cambio de amnistiar a delincuentes. Quien les ha insultado y por quien deberían ofenderse es por quien les ha mentido, que hasta tres días antes de las elecciones afirmaba que no habría amnistía porque era inconstitucional. Aún así, no queréis reconocer al verdadero culpable de que nosotros estemos enfrentados y decís que es una ofensa contra Pedro Sánchez, un individuo que no tiene palabra, ni honor, ni conciencia, pero que, sobre estas cualidades ausentes, hace un juramento de lealtad al Rey y se compromete a guardar la Constitución, habiendo atentado contra nuestro Estado de Derecho y pactado con quienes odian a España y al Rey. Por lo visto para vosotros es una ofensa mirar de manera reprobatoria y no dirigirle la palabra a quien nos está mintiendo a la cara y nos traiciona. Por lo visto sois idiotas. Pero el verdadero problema no es que seáis idiotas, que lo sois y aún así se os permite votar, sino que nos habéis tomado a todos los demás por imbéciles.

En este punto una entiende perfectamente a los del trono de las mil espadas, porque te quedas con las ganas de ver lo que pasaría si en lugar de tener un monarca contenido, que aprieta los puños y permanece con la cabeza alta y mirada firme, tuviéramos a un psicópata capaz de montarse en un dragón y prender fuego al país entero por el bien de la convivencia. Pero ya tenemos un Presidente con ese perfil, no tentemos la suerte

Pedir perdón por respirar

Cansada estoy de vivir en un país donde solo la izquierda puede insultar a quién y cómo le plazca y que al mismo tiempo parece de la cofradía de la exigencia del perpetuo perdón. Harta estoy de numeritos de balas en sobres, tertulias interminables por el gravísimo atentado de estampar un huevo en la cabeza de un socialista, campañas victimistas inagotables por pintadas en el suelo donde llaman “rata” a un comunista... Pero, sin ir más lejos ni tener que rebuscar mucho, silencio abrumador en muchos medios, ausencia en todas las tertulias y nulo seguimiento en los informativos, tras el intento de asesinato de alguien que escribe su columna junto a la mía todos los domingos y cuyos pecados son haber sido presidente de un partido de derechas y tener unas ideas nada oportunas para el actual Gobierno y sus afines, don Alejo Vidal-Quadras.

¿Por qué en este país solo se le da pábulo a las pamplinas de la izquierda? ¿Por qué pueden insultarnos a todos y encima hay que pedirles perdón hasta por respirar?

Se ha normalizado de tal manera que nos llamen fascistas a todos los que no les aplaudimos, que ya casi no parece un insulto. Nunca entenderé a los que os llaman fascistas y contestáis “a mucha honra”. Que le cuelguen el sambenito de fascista a su madre, si es que la conocen. ¿Les estoy llamando veladamente hijos de puta? Resulta que yo no tengo la obligación de decir que me gusta la fruta, como ha tenido que hacer la presidenta de la Comunidad de Madrid, con mucha ironía y sarcasmo, ante la historia de siempre: la izquierda, en este caso el mismísimo presidente, insulta, acusa falsamente de un delito, calumnia, señala a tu familia y la pone una diana pública, pero eres tú quien debe disculparse si osas contestar lo que te da la real gana. Ni mala cara podemos poner, que es toda una ofensa.

No hay disculpas, señores defensores de esta izquierda dictatorial y corrupta. Ya está bien de exigirnos que hinquemos la rodilla ante quien se molesta porque nos defendemos o respondemos a sus insultos, calumnias, amenazas y/o traiciones. Si lo quieren entender, empiecen a hacer uso de ese respeto y esa educación que tanto exigen pero no practican. Si no lo quieren entender, espero que mi desprecio más absoluto les llegue hasta la médula y les escueza tanto como el solemne gesto de don Felipe VI. Le han visto ustedes con los puños apretados y mirada furiosa, pero contenido, ante un traidor corrupto y mentiroso. Si hubieran sido más observadores, se habrían dado cuenta de que a ese extremo nos han llevado a muchos y así estamos desde hace tiempo, pero, a diferencia de Su Majestad, no tenemos obligación de contenernos. Si lo hemos hecho, ha sido por educación. Y de ser educado con quien no lo merece se cansa uno, que son ustedes capaces de hartar incluso al Rey de España.