El periodista y maestro de periodistas Rysard Kapuscinski afirmaba que las “noticias del día” son para muchos la única forma de conocer al mundo”. Últimamente se habla mucho de periodismo, periodistas, medios de comunicación, bulos, fake news, desinformación, pero poco de esos “muchos” a los que se refiere Kapuscinski: los lectores, los oyentes, los espectadores.
En el proceso de comunicación son los grandes damnificados siempre que entendamos el mismo como el diálogo que se produce entre quién envía el mensaje y quién lo recibe. ¿Y cómo debe ser ese diálogo?
En cualquier diálogo, para que se produzca la comunicación debe haber un intercambio en condiciones de igualdad donde ambos protagonistas de ese proceso se intercambien el papel de emisores y receptores.
Pero todos sabemos que, en el campo del periodismo y de los medios de comunicación, esto no se produce así porque quien domina es el emisor, quien controla todo el proceso es el emisor. Es decir, se produce un término en sí mismo contradictorio: la comunicación unilateral o lo que es lo mismo la estrategia comunicativa del emisor se impone a las expectativas del receptor. Existe una selección natural de la información sobre el conjunto de lo que pasa, que realiza el emisor, en función de su estructura de poder. La realidad es infinitamente superior a la información que trae cualquier medio de comunicación. Por lo tanto, este determina dentro de la realidad, cuáles son las “noticias del día”
Si pudiéramos cuantificar el número de acontecimientos que ocurren en el día en el mundo, haciendo ciencia ficción podríamos cifrarlo en mil. De estos mil acontecimientos, ¿cuántos entran en un periódico impreso? Cien o ciento veinte. ¿Cuántos en un informativo de radio o televisión? Diez o quince. ¿Cuántos de ellos aparecen en una portada? Cuatro o cinco. ¿Con qué información se abre un informativo en radio o televisión? Existe una selección natural de la información sobre el conjunto de lo que pasa, que realiza el emisor, en función de su estructura de poder. La realidad es infinitamente superior a la información que trae cualquier medio de comunicación. Por lo tanto, este determina dentro de la realidad, cuáles son las “noticias del día” a la que se refería Kapuscinski, las que quiere presentar ese día a la sociedad. El desequilibrio es claro. Es decir, el receptor recibe el 1% del 10% de lo que pasa en el mundo, y además seleccionado por el medio al que accede.
A esto hay que unirle los desequilibrios periodísticos propios de actividad del periodista -recogida, elaboración y difusión de la información- ¿A quién entrevisto?, ¿a quién le doy más espacio?, ¿pongo foto o no?, ¿qué extensión le doy y, sobre todo, donde pongo esa información?: ¿En portada? ¿En interior? ¿Abro con ella el informativo? ¿No la publico?
Ambos desequilibrios se unen en una amalgama que hacen llegar a la sociedad debidamente cocinada. Y no entramos en la interpretación -segundo género periodístico tradicional- ni en la opinión -el tercero-.
Todos nosotros debemos ser conscientes que la realidad se construye a partir de las “noticias del día” que nos presentan, con su diversidad ideológica propia de una democracia, los diferentes medios de comunicación
La libertad de información, consagrada en nuestra Constitución, en el artículo 20a, reconoce y protege el derecho “a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción” y en el artículo 20d, “a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”.
Estos derechos constitucionales llaman a la responsabilidad de todos para acceder a una buena información. La información no es patrimonio de nadie. Los medios de comunicación tienen su parte de responsabilidad, pero todos nosotros debemos ser conscientes que la realidad se construye a partir de las “noticias del día” que nos presentan, con su diversidad ideológica propia de una democracia, los diferentes medios de comunicación.
Cuentan la siguiente anécdota de la periodista italiana, Oriana Fallaci relatada por ella misma: “Un día encontré un periódico que decía cosas distintas de las que escuchaba en el colegio. Entre otras cuestiones, afirmaba que Hitler y Mussolini eran dos asesinos. Se lo llevé a mi padre y le dije: ‘¿Qué es?’ Y él contestó: ‘Es un periódico que dice la verdad’. Entonces le pregunté: ‘¿Por eso no lo venden en los quioscos?’ Mi padre respondió: ‘Por eso’. Me impresionó tanto, me escandalizó tanto, que grité: ‘Un día escribiré para periódicos que digan la verdad y que se vendan en los quioscos’”.
Que cada cual saque su conclusión.