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Opinión

El desamor y las buenas causas

Sería gracioso que los cónyuges debieran explicar a los invitados y al cura su régimen sexual

Una pareja pasea en una de las barcas del Parque de la Ciutadela. Europa Press

De los patrocinadores del mundo woke, que aman de forma altruista a la humanidad, hemos aprendido que hay que refundar la pareja. Algunos ahora se dedican sólo a la defensa de una buena causa, el supuesto bien común. El arte, literatura, teatro, danza, ópera, cine, filosofía… todo ahora implica la defensa de una buena causa. Las obras humanas se evalúan únicamente sobre la base de este valor supremo. Este nuevo orden moral se adula a sí mismo y se vanagloria de que ya no concede privilegios y castigará las fechorías y las fantasías, hasta los enamoramientos.

En “Los nuevos conservadores son el futuro”, un artículo publicado recientemente en El País, se nos explica que “la amenaza de una violenta regresión social es cada día más fuerte”. Se anuncia la amenaza de regresión por culpa de los nuevos conservadores, que en realidad de nuevos tenemos poco.

Básicamente, conservador es todo aquel que acepta su condición humana. En uno de los bullet points nos explican que “es reaccionario seguir defendiendo el amor romántico cuando tantas mujeres han perdido la vida enamoradas de sus asesinos. Igual que es retrógrado que el matrimonio en España siga exigiendo fidelidad a través del código civil sin preguntar a los cónyuges qué tipo de relación desean construir”.

El problema es que podemos racionalizar los enamoramientos, decidir que no queremos querer a alguien para después, sin quererle seguir queriéndole

Considérense las implicancias de tal enfoque. Sería gracioso que los cónyuges expliquen a los invitados y al cura su régimen sexual. ¿Se imaginan que hubiera que rellenar un formulario para especificar si hacen ayuno o si practican el poliamor? Al margen del tema burocrático, es una visión del amor semejante a una pesadilla, ya que se cree que las mujeres están atrapadas en un “universo malévolo”. El amor se entremezcla con la ansiedad y el sentimiento de miedo, y en lugar de superar esta neurosis se resuelve mediante un pacto con Cupido. El problema es que podemos racionalizar los enamoramientos, decidir que no queremos querer a alguien para después, sin quererle seguir queriéndole. O eso creía Manzanita, que seguramente sea parte de la cultura del patriarcado, por decir aquello de “sin mirarte yo te miro, sin quererte, yo te quiero”.

Pasión/violación

Algunas neofeministas creen que la seducción y la manipulación están muy cerca la una de la otra; esto conduce a la suposición de que, bien mirado, no hay nada inocente en el amor, y advierten sobre la peligrosidad de que el arte pueda abrir mentes y corazones. Como dice Finkielkraut, “el neofeminismo es una desertificación del sentimiento”. El conocido autor y miembro de la Academia Francesa ha vuelto a la carga con un nuevo libro, L'après littérature, donde comenta que “en contraste con estas nuevas relaciones transparentes, igualitarias e irénicas hasta su ruptura, el dominio que, con la cabeza llena de novelas, antes se creía inherente a la pasión, ahora entra dentro de la definición de violación”.

Los emisarios del futuro nos invitan a eliminar el sentimentalismo y el placer, que no es otra cosa que el deseo satisfecho

Sopesemos el resultado de eliminar los enamoramientos, o incluso el placer. Solo habría acuerdos racionales entre personas, algo parecido a un contrato. El deseo, al ser disociado del amor y la procreación, subsistiría ya no como un principio básico de las relaciones de pareja, sino como un principio de diferenciación narcisista. El deseo, única mecánica de las relaciones transaccionales, sustituiría al romanticismo. Bajo este enfoque, los emisarios del futuro nos invitan a eliminar el sentimentalismo y el placer, que no es otra cosa que el deseo satisfecho.

En la connivencia del Estado con el wokismo, el individuo, sin relaciones románticas, se limita a ser un Narciso que busca eternamente la satisfacción de deseos inocentes, bien racionalizados y que no perturben el orden social. No tiene derecho a materializar ese deseo en una relación romántica y si osa aspirar a ello, es tachado de conservador. Para que la mecánica del mundo que viene funcione, para que continúe esta revolución, el romanticismo tiene que extirparse, y una vez extirpado, sólo quedaría el deseo insatisfecho del individuo ensimismado, o un tipo de amor altruista, abstracto y sin emociones. Moriremos algo desencantados, sin ilusiones líricas pero por una buena causa. Uno no puede hacer más que secarse la frente y tirar la toalla.

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