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Opinión

Con la Constitución o contra ella

La presidenta del Congreso cree que ser demócrata es respetar a la mayoría. Lo dice para achantar a la oposición, tildarla de franquista

La desafección y el acoso al español
La presidenta del Congreso, Meritxell Batet.

Estaría bien saber si Pedro Sánchez está con la Constitución o contra ella. No es creíble cuando dice que quiere que se cumpla de la “pe a la pa” y ver los socios que se ha buscado. Tanta inconsecuencia resta valor al texto de 1978, a la Transición, y a las personas que la hicieron. Sería más digno y honesto acudir a un acto tan importante estando en consonancia con sus socios de Gobierno.

Este sistema permite incluso que el partido que forma un Gobierno, ya sea nacional, autonómico o local, esté en contra de la Constitución. Lo que no es sano es decir una cosa y hacer otra, algo a lo que nos tiene acostumbrados el sanchismo. Un ejemplo ha sido el discurso de Batet.

La presidenta del Congreso cree que ser demócrata es respetar a la mayoría. Lo dice para achantar a la oposición, tildarla de franquista, como hizo Odón Elorza, pretendiendo que ceda a la presión gubernamental para colonizar el Estado. Este es un típico tic de autoritario o ignorante. Al ser una cargo de representación, el tercero en importancia en España, prefiero pensar que es autoritarismo, aunque esta perspectiva sea aterradora.

Atribuir a la ignorancia la definición de la democracia como la defensa del número nos colocaría ante el hecho de que Batet no sirve. La presidenta no vale, digo, si atendemos a que un cargo como el suyo debe estar adornado por el conocimiento constitucional y filosófico suficiente para saber cuál es el fundamento básico de una democracia, y del puesto arbitral que ocupa.

Estamos hablando de un Ejecutivo al que el Tribunal Constitucional ha negado por dos veces la legalidad de la declaración del Estado de alarma

Si cree la susodicha sanchista que la democracia es el número estamos perdidos. Claro que, bien visto, esta confesión explica bastante bien el drama de este Gobierno. Estamos hablando de un Ejecutivo al que el Tribunal Constitucional ha negado por dos veces la legalidad de la declaración del Estado de alarma, y que cree que es más aceptable histórica y políticamente Bildu que Vox.

La Presidenta ha querido decir que prefiere la suma Frankenstein antes que a la oposición constitucionalista. No importa que aquel conglomerado quiera destruir los pilares del pluralismo y la libertad, como negar el trabajo a una parte de la prensa crítica dentro del Palacio del Congreso, o pretender el asalto de organismos independientes para controlar la CNMV, la Airef o el Consejo de Transparencia. Estas son pequeñas cosas comparadas con otras que atienden a otros derechos fundamentales, como es el uso y conocimiento del español.

Si el criterio para buscar aliados es el respeto a la Constitución, como dice Batet, ¿qué narices hace el PSOE con Bildu, ERC y JxCAT? Si lo sensato es acercarse a quien respete al otro, como ha dicho para despreciar a la derecha, ¿por qué el sanchismo se fundó con el “no es no”? Si lo que importa es el criterio de la mayoría, ¿no es contradictorio con haber orquestado un plan de mociones de censura en Murcia, Castilla y León, y Madrid?

Quienes apoyan a Sánchez han firmado un manifiesto en el que afirman que la Constitución “violenta sus derechos”

La respuesta a todo esto es que hemos asistido a una típica performance sanchista. Mientras la presidenta del Congreso hacía un discurso institucional que no se compadece con la realidad, y el presidente del Gobierno insistía en que hay que cumplir la Constitución de “pe a pa”, sus socios verdaderos decían otra cosa. Quienes apoyan a Sánchez han firmado un manifiesto en el que afirman que la Constitución “violenta sus derechos”. No solo eso, sino que han exigido que se declare la “plurinacionalidad” y se establezca el llamado “derecho a la autodeterminación”.

En el acto del 43 aniversario de la Constitución, Sánchez ha sido en apariencia constitucionalista porque tiene una encuesta que dice que así opina la mayoría de sus votantes. Lo chirriante es que a esos mismos les dé igual que su líder pacte con ERC y Bildu. La única respuesta es que todo vale para apartar a la derecha, incluso ir del brazo de golpistas y filoetarras. Es ahí, en esas reticencias, donde se muestra que aún no ha calado del todo el espíritu de la Constitución.

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