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Opinión

El caudillo convoca referéndum

Pablo Iglesias y la portavoz de la formación morada, Irene Montero, conversan en su escaño.

No podía ser cierto. Era imposible que quien ha demostrado una capacidad tan notable en el manejo de la comunicación y de los gestos cometiese una torpeza tan enorme, redonda y perfecta. Así que, en los primeros momentos, mantuve las informaciones en la cuarentena a la que conviene recurrir en estos tiempos, en que la comprobación periodística se ve como un incómodo obstáculo para competir con las ruidosas e instantáneas redes sociales.

Pero, como siempre, la realidad superaba a la ficción, y resultó cierto incluso en los más nimios detalles, como el de la coincidencia en precio del chalet con el denunciado ático de otro político -ese sí- de la casta. Más tarde, al ver el video de Iglesias corriendo con Ana Rosa Quintana y dando lecciones sobre dónde y cómo debe vivir un político, les confieso que mi capacidad de asombro se vio por completo sobrepasada. 

El despropósito ha sido, y es, tan indefendible que cada palabra o cada declaración solo lo enloda más y cada vez que han hablado, más dignidad han perdido, como la Sra. Montero cuando dijo, respecto al insufrible foco mediático al que están siendo sometidos, “no desear a nadie que viva una situación como esta”, esquivando que los líderes de Podemos aplaudían los escraches a los domicilios y a las familias de los demás políticos.

El referéndum se celebrará y lo ganarán de calle, pero será el final definitivo de lo que un día llegó a representar el movimiento del 15M"

El intento desesperado de Monedero y de las redes moradas de desviar la atención, tratando de hacer ver como si el asunto tuviera que ver con un chalet, cuando en realidad va de la hipocresía de Iglesias, era previsible y hasta lógico. Más inquietante es el atronador silencio público de todos los líderes secundarios de Podemos (no hay otros) al verse ante un hecho que se ha convertido en auténtica prueba de lealtad a la pareja líder. Solo el siempre pintoresco alcalde de Cádiz, José María González Santos (Kichi) tuvo la valentía, o la irresponsabilidad interna, de abrir la boca, y aun así limitándose a hablar de inmuebles y no de honestidad, para no echar sal en la herida.

Pero la auténtica bomba, lo políticamente significativo de verdad ha sido la convocatoria del referéndum de adhesión. Una jugada que no tiene nada de novedosa ni de arriesgada. Es el “conmigo o contra mí” de siempre de todos los caudillos, que no admiten controles ni estructuras intermedias que les estorben entre la alta misión para la que ellos han sido llamados por el destino y el pueblo auténtico al que representan en su íntima globalidad, mucho más épica que la simple y prosaica opinión. Es el Volkgeist, el genio del pueblo, que el jefe encarna en su misma esencia, contra el miserable racionalismo ilustrado de la casta y de todos los desafectos a Él…y a su familia.

Ante tan alto destino no puede haber barreras, ni siquiera las de la moral y la integridad personal, que ahora también se decidirán por votación (qué ocasión perdida por Cristina Cifuentes). El referéndum se hará y se ganará de calle, como todos los convocados por los muy queridos líderes de la historia, pero será el final definitivo de cualquier atisbo de novedad y de futuro para un movimiento que nació para apoyarse, o para aprovecharse, de la indignación ciudadana del 15M. El gesto de Iglesias de blindarse contra cualquier crítica interna, apelando a la Plaza de Oriente virtual de los ”clics” nos retrotrae definitivamente a un movimiento político plenamente convencional y de sobra conocido, más propio de los años 30 que de la modernidad que decían representar hasta hace bien poco.

Pero hay un corolario final más chusco: se queja la lideresa de que los paparazis les persiguen, de que venden sus fotos robadas mientras pasean los perros o la salida del ginecólogo. No se da cuenta de su “suerte”: por solo 600.000 euros han acabado con el Podemos de La Tuerka y han iniciado el de la prensa rosa.

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