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Opinión

Bajar impuestos: la madre de las batallas culturales

La moral de Dios ha sido sustituida por la moral del estatismo, lo cual les permite a algunos vivir de lujo. El socialismo era machacar moralmente al trabajador

Bajar impuestos: la madre de las batallas culturales
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta primera, Nadia Calviño. Europa Press

Dice Feijóo que quiere dedicarse a la gestión, pero el gallego se ha metido en la madre de las batallas culturales con su propuesta de bajar los impuestos. Hay todo un código moral detrás de esta propuesta, la moral del éxito. El socialismo nos enseña a no soñar en grande, a no ser ambiciosos, quiere toritos mansos. Aquí no salimos a protestar ni aunque nos roben la felicidad del supermercado; es más, el españolito no habla de dinero, que es de mal gusto. Es el caldo perfecto para el cocido a base de impuestos. Si no pagamos, nos dicen, no iremos al cielo laico. Pero es que no somos altruistas. Nos han invitado al gran sarao del estado del bienestar y estamos pagándolo, ¿no? Pues que garanticen el bienestar, el cielo anunciado. Ese programa sugestivo de la vida en común.

Dice Alberto Nuñez Feijóo que se dedicará a la gestión. Lo que no sabe es que bajar los impuestos implica cambiar la moral del altruismo del ciudadano español por la moral del éxito. Ese código moral de la izquierda ha alcanzado su clímax, el callejón sin salida al final de su camino, porque se ha demostrado que ni el altruismo ni el credo del autosacrificio son compatibles con una mente sana ni una vida con expectativas de mejora.

En España hoy impera la estética del cansancio, del hartazgo de las clases trabajadoras. La derecha no puede simplemente abrazar el patriotismo como coartada de la pereza y la bandera como mosquitero para las moscas de la siesta, tiene que apostar por el verdadero progreso.

Los impuestos son el nuevo patriotismo, ergo quien no paga impuestos es mal ciudadano y mala persona. A fustigarse y pagar impuestos, que es semana santa

Ahora se acabó la felicidad del súper, se esfumó la gasolina barata, han llenado las carreteras de radares y comienzan las vacaciones. Si usted quiere ser una persona realizada, si quiere ser un europeo de nivel, tiene que viajar, salir al restaurant, hacerse fotos en las pirámides de Egipto, tener una vida. Pero para el españolito medio ese bienestar es un sueño cada vez más borroso. Aún así, paga religiosamente sus impuestos y el impuesto indirecto de la inflación. La moral de Dios ha sido sustituida por la moral del estatismo, lo cual les permite a algunos vivir de lujo. El socialismo era machacar moralmente al trabajador. Han dado con un votante altruista que se sacrifica por la patria mediante una fórmula muy simple: los impuestos son el nuevo patriotismo, ergo quien no paga impuestos es mal ciudadano y mala persona. A fustigarse y pagar impuestos, que es semana santa.

La única visión que el altruismo permite de los ciudadanos es la de animales sacrificables o beneficiarios de sacrificios ajenos, la de víctimas y parásitos. La ética del altruismo crea falta de autoestima, ausencia de respeto por el trabajo y el esfuerzo, una letárgica indiferencia hacia la ética, una amoralidad cínica y sin esperanzas. El trabajador, el obrero, no puede irse de vacaciones porque tiene que pagar el desparrame del Gobierno. Hay trabajadores que no han podido enchufar la calefacción estos meses, pero el gobierno no repara en gastos.

El puente que nos tiende Feijóo

Nos dicen que no debemos aspirar al propio beneficio, al fruto de nuestro esfuerzo y nuestro trabajo, que la meritocracia es un fraude. Si la meta ha de ser la igualdad y el altruismo en lugar de sentir orgullo por los logros y poder mejorar y aspirar al éxito, entonces el ideal moral de nuestra sociedad es una mente neurótica. Cuando un hombre que se estima a sí mismo elige sus valores y fija sus metas, cuando diseña sus propósitos a largo plazo, que darán unidad y guía a sus acciones, está tendiendo un puente hacia el futuro. Ese es el puente que nos ha tendido Feijóo. Recordar al ciudadano que tiene derecho a vivir dignamente gracias a su trabajo y su esfuerzo es devolverle la confianza en el sistema y esa autoestima que otorga ganarse la vida dignamente. Ese es el verdadero progreso y la madre de las batallas culturales contra el falso progresismo.

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