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Opinión

Babel en el Congreso de los Diputados

Ahora piden que se puedan hablar las lenguas cooficiales en las intervenciones del pleno, y acabarán pidiendo que se enseñe catalán, valenciano, vasco y gallego en todos los institutos y universidades

El Congreso ha gastado 2,12 millones en viajes nacionales este año, un 22% más que el anterior
Congreso de los Diputados Servimedia

Que nada, que ahora piden que se puedan hablar las lenguas cooficiales en las intervenciones del pleno, y acabarán pidiendo, en busca del más allá de lo insensato, que se enseñe catalán, valenciano, vasco y gallego en todos los institutos y universidades del Gobierno central, también llamado este país.

El hundimiento de Sánchez en las andaluzas permite a los nacionalistas chantajear al humillado a cambio de un mayor apoyo en las causas desestabilizadoras. Al fin y al cabo, el objetivo es astillar al estado, ganar terreno con chulería y pitorreo, sacar más músculo que el primo de Zumosol. Hace unos días el vicepresidente segundo de la Mesa del Congreso llamó al orden al portavoz del BNG cuando se expresaba en gallego: "Haga un uso lógico y sensato de su lengua.”

Y lo dijo de manera irreprochable porque el diputado Néstor Rego tiene dos lenguas propias, gallego y castellano, y si no tuviera la segunda, el pobrecillo se quedaría medio mudo. Sus dos lenguas viajan fundidas, como el café con leche. La naturaleza del diputado Rego es tan dependiente de una como de la otra, tan mamado va el gallego como el castellano. ¿O no, señor Rego? Y el espectáculo se adornó con un bufón usuario de la fabla aragonesa para montar el retablo de la confusión, vamos, como en la Torre de Babel.

No es una cuestión de lenguas, sino de nacionalismos. Marcar la superioridad con el numerito del bilingüismo es como amenazar con el primo policía. Un chantaje consentido por un gobierno reblandecido con las demandas de sus socios disidentes. El separatismo se ha adueñado de la arrogancia, de la supremacía y de la insensatez y de la chulería y a ver quien le quita ahora el cascabel al gato.  

El separatismo manipula a la mayoría monolingüe de bebés catalanes desde el mes de septiembre del año en que cumplen tres, cuando los escolarizan para que choquen en la evolución de su aprendizaje. Se intensifica cuando llegan a los cuatro porque el ‘dónde, qué, quién, por qué y cuando’, aprendidos en ese orden, choca con una lengua que no es la que oyen en casa. Se complica más cuando dejan de chapotear en el idioma familiar y se ven heridos en su relación afectiva y social mientras el resto, que se relaciona en la lengua del profesor, no detiene su allanada evolución.

El suplicio no acaba en los cuatro años, se extiende a la educación infantil y especialmente en los años del aprendizaje de lectura y escritura. Los entornos socioeconómicos de las familias monolingües no siempre son los culturalmente elevados ni los económicamente acomodados. Niños faltos de oportunidades, de competencias emocionales, desequilibrados en sus relaciones sociales, menospreciados en el centro educativo. Niños frustrados, padres frustrados, emociones frustradas.  

El separatismo se enfrenta a la Justicia catalana

El separatismo se mofa de la Ley con un despliegue para evitar la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) que implantaba el modelo de conjunción lingüística en el sistema educativo catalán. Pues sí. En España los poderes públicos llaman a desobedecer las resoluciones judiciales y a deslegitimar los Tribunales ante el silencio del Estado y de la Ley. El último objeto de la ira del nacionalismo lingüístico ha sido el auto de 4 de mayo de 2022 del TSJC que ordena al Departamento de Educación ejecutar la sentencia del 25% de castellano antes del pasado 31 de mayo. Ante la pasividad del Gobierno de la Nación, prohíben los porcentajes por razones pedagógicas. La Unión Soviética ya utilizó la misma fórmula para igualar al pueblo, se prohibió ser rico.  

Manipulado el cuarto poder, el pueblo; y el tercero, la justicia; ahora pretenden manipular al segundo, el legislativo. Ya solo queda que el separatismo y sus veleidades lingüísticas se las arregle para gobernar España.

Las lenguas no son nacionalistas. Los europeos no expulsan al inglés después del Brexit, al contrario, cada vez gana más terreno la lengua de los británicos. Pocos piensan que utilizan la lengua imperial, sencillamente sienten que usan una lengua propia. Los argelinos expulsaron a los franceses, pero no a su lengua, hoy viva en el pueblo y en las universidades. Los judíos, tan devotos con el hebreo, acogen con sabiduría al inglés, que se convierte paso a paso en la lengua vehicular más hablada en Israel.

Uno puede ser nacionalista con cualquier lengua. Encantados están los kenianos cuando hablan inglés, y los marroquíes cuando se expresan en francés, y los mayas cuando hablan español porque son lenguas que prestan un servicio de gran utilidad. A ningún inglés se le ocurre estudiar galés, ni a ningún francés occitano, salvo con fines ajenos a entenderse mejor con galeses u occitanos, pues nada mejoraría el entendimiento en inglés o francés, lenguas propias de los interlocutores.

Pero hay un argumento irrefutable. La mayor parte de la humanidad habla dos lenguas, hebreo e ingles, árabe y francés, quechua y español, y esos hablantes no son más propietarios del hebreo, árabe o quechua que del inglés, francés y español.

Los diputados nacionalistas, envalentonados con el protagonismo de cogobernar España e influir en su futuro, prescinden, como ya hacen en sus autonomías, de todo principio moral o ético. Interesa embadurnar la política nacional con el fingimiento de hacer de una de sus lenguas una pantalla grotesca a modo de Retablo de las Idioteces.     

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  • C
    Chacho

    No ha existido un gobierno en democracia, que haya desunido tanto a España y los españoles como éste. ¿Existe algo más ridículo que ver a un español haciendo de intérprete a otro español, para que un tercer español lo entienda, cuando los tres hablan perfectamente el español, como única lengua oficial en todo el territorio nacional?. Esto además de ridículo, es inadmisible en las Instituciones del Estado.