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Análisis

La hora de la verdad

El 27 de septiembre puede ser un gran día para aquellos catalanes que también nos sentimos españoles. Por primera vez en la historia de la democracia podemos hacer oír con fuerza nuestra voz en el gobierno de la Generalitat. Si todos vamos a votar, la democracia ganará al independentismo. Si todos vamos a votar, pondremos fin a las continuas mentiras de Artur Mas y los suyos. Si niegan algo tan obvio como la salida de la Unión Europea de una Cataluña independiente, ¿cómo no van a mentir sobre las pensiones, la huida de empresas o el 3 %? No obstante, hoy quiero destapar su último bulo: su supuesto amor por lo español.

El independentismo sabía que para su asalto al estado de derecho necesitaba ensanchar sus bases. Era necesario superar los decenios de discurso excluyente por una retórica inclusiva y amable. Estamos presenciando un espectacular ejercicio de travestismo político. Ahora nos dicen que les encanta el castellano y quieren ser amigos de España. No cuela. Son los mismos que llevan cuarenta años sembrando el desprecio hacia España y sus símbolos. Son los mismos que llevan cuarenta años marginando al castellano en la vida pública y en la escuela. Son los mismos que ayer mismo organizaban una pitada monumental contra nuestro himno y hoy montan escraches colectivos contra las familias que piden dos asignaturas en castellano para sus hijos. Son los que han hecho crecer el independentismo a base de victimismo y agravios, gritando que España nos roba y aprovechando la crisis para prometer el paraíso en caso de independencia.

Los que ahora dicen que les encanta el castellano son los mismos que llevan cuarenta años sembrando el despecio hacia España y sus símbolos

Pero a todos ellos, a esa casta nacionalista que lleva demasiados años gobernando y gestionando Cataluña como si fuera su finca, podemos despedirla el día 27. Efectivamente, es hora de emitir el voto de nuestra vida. Es hora de darle a Artur Mas el susto de su vida. Estos días voy a pedir por toda Cataluña la gran rebelión de los balcones vacíos. Somos mayoría los que no decoramos todo el año nuestras ventanas con banderas. Somos mayoría los que nos sentimos catalanes y españoles. Somos mayoría los que estamos hartos de un debate que solo genera división y pérdida de energías. Somos mayoría y estamos agotados de esta matraca permanente. El día 27 tenemos la oportunidad de despedir a los que creen que Cataluña es suya y apostar por un gobierno para todos.

Los catalanes podemos llegar muy lejos sin la losa independentista sobre nuestras espaldas. Tenemos un grandísimo potencial. Solo necesitamos pasar página a este trienio negro de la crispación y la confrontación y concentrar todos nuestros esfuerzos en levantar una tierra de justicia, libertad, bienestar y oportunidades para todos. Ofrezco la candidatura del Partido Popular que encabezo. Votarnos es la mejor manera de castigar democráticamente a los que se han pasado los años más duros de la crisis hablando de sus ensueños políticos. Yo me comprometo a gobernar para todos, más allá de su ideología. Me comprometo a no distinguir entre buenos y malos catalanes. Y me comprometo, sobre todo, a que en el Parlament de Catalunya, nadie pueda pisotear los derechos de los que nos sentimos y nos sabemos catalanes y españoles

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