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Análisis

¿A los españoles?

Artur Mas, al inicio de la reunión semanal del Govern, el pasado martes.

La carta de Artur Mas (et alii) dirigida a los "españoles" –publicada en El País– podría ser el paradigma de aquello que Freud denominó "el narcisismo de las pequeñas diferencias" en su obra El malestar en la cultura. Podría ser, sí, pero lo que trasluce es más bien una concepción excluyente, un esquema mental tan uniformizador como totalizante, todo ello estructurado gracias a una gran dosis de cinismo, una narración victimista y una psicología política dominada por los sesgos de la confirmación y el de la autojustificación.

Los recursos, atajos y saltos mortales a los que recurren los autores de la carta deberían sonrojar a cualquier persona con un mínimo conocimiento de lo que es una democracia. La tendencia al anacronismo histórico, a proyectar un pasado inexistente sobre un futuro improbable y un presente deformado, podría encuadrarse más en una narración decimonónica que en una posmodernidad huérfana de una intelectualidad no orgánica. El nacionalismo es ducho en tejer "hilos de plata" en forma de tela de araña con la que secuestrar el imaginario colectivo de la ciudadanía y sacar así pingües réditos políticos.

El nacionalismo es ducho en tejer "hilos de plata" en forma de tela de araña con la que secuestrar el imaginario colectivo de la ciudadanía y sacar así pingües réditos políticos

Pero no me quiero detener en un análisis hermenéutico de la misma, ni siquiera en destapar las tremendas contradicciones políticas, los engaños y los prejuicios que nutren y alimentan el ideario nacionalista y que tan bien quedan reflejados en lo publicado por los próceres del Junts Pel Sí. No, pretendo dar una mirada como ciudadano catalán y, por tanto, español y europeo; quiero destapar la inquina y la hispanofobia de quien dice amar la democracia pero al que le repele lo diferente, especialmente todo lo "español", cuyo destino más optimista sería ser considerado como extraño a la "catalanidad", como algo foráneo, como un xenos cínicamente dulcificado. 

Se dirige Artur Mas a "los españoles", pero, ¿a qué españoles habla el president? ¿A esta mayoría de catalanes que nos sentimos españoles o es que ya nos concibe como "vecinos incómodos" no partícipes de sus sueños de egolatría nacionalista? ¿Al resto de conciudadanos españoles que viven o residen en otros puntos de España o al conjunto de ellos? Parece que el que debería ser el representante de todos los catalanes ignora una realidad aplastante: en Cataluña existe un sentimiento compartido de españolidad en tantos grados como personas, una pluralidad que no necesita de ningún mesías que le indique (o imponga) el camino de la redención o la pureza cultural y, sobre todo, política.

Habla Artur Mas de "España" y del "Estado español"… pero, ¿a qué España se refiere? ¿A la España democrática que tolera en su propio seno que haya responsables políticos que una y otra vez amenazan con actos de pura y dura secesión? ¿Esa es la intolerante España? ¿La que reconoce y protege en su texto constitucional la diversidad de todas las culturas de este país? ¿Acaso olvida que la Generalitat es tan "Estado español" como el Gobierno central? ¿Acaso quiere hacernos creer que las instituciones catalanas no han participado de todas las contradicciones, prebendas y corrupciones destapadas por la Gran Recesión?

Los autores se refieren a las dictaduras que "Cataluña" ha soportado, cuando quienes han soportado las dictaduras son todos los ciudadanos en todo el territorio nacional. Quienes estamos soportando procesos autoritarios somos nosotros, los ciudadanos de a pie. Artur Mas olvida que en Cataluña, en esa Cataluña "democráticamente feudal" (da vergüenza ajena leer cosas así de la mano de representantes políticos), multitud de catalanes y sus élites medraron económica y políticamente junto a las dictaduras.

Extranjeros en nuestra propia tierra

Una frase sintomática de la corrupción y la perversión que practica el separatismo podría ser esta: "Ahora es casi imposible ser catalán en el Estado español". ¿A qué se refiere con esto? ¿Quién te niega tu catalanidad? Pero, sobre todo, ¿querrá confundir ser catalán con ser nacionalista catalán? Como evidencia la misma carta, nadie coarta la libertad de decir lo que se quiera, incluso si se miente y deforma la realidad tal y como hacen los autores, porque eso es España: la España moderna, la que tolera a quienes la niegan, porque antepone cualquier esencia a la libertad de todos los españoles. Y, como no podía ser de otra manera, de todos los catalanes sean separatistas o no.

Pero, en realidad, ¿quién quiere hacer imposible lo español en Cataluña? ¿Quién quiere obligar a escoger entre lo que se es y se siente? ¿Quién quiere convertir a una mayoría de catalanes en extranjeros? ¿Quién concibe una Cataluña uniforme y sumisa a los postulados del peor romanticismo alemán? Leamos al número uno de la lista de Junts pel Sí, Raül Romeva: en caso de una Cataluña independiente "no tienes por qué dejar de ser español por el hecho de vivir en Cataluña. ¿Cuánta gente vive hoy en Cataluña que es holandesa, francesa o belga con total normalidad?". Es decir, seremos "normalmente tolerados" como extranjeros en nuestra propia tierra.

Para finalizar, y como parece que a los políticos separatistas les incomoda ponerse delante del espejo de la narración política del periodo de entreguerras, negando y renegando una y otra vez su tendencia a la egolatría y a la uniformización ideológica y cultural del individuo en el magma del nacionalismo esencialista, recordaré a Heine cuando, a mediados del siglo XIX, alertaba frente "a un nacionalismo que luchaba por la libertad de Alemania, pero no por la libertad de los alemanes".

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