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Opinión

La minifalda de Abascal

En Vallecas llueven piedras en un acto de Vox. Treinta y cinco heridos, veinticinco son policías. Los agresores comunistas y sus lacayos dicen que la culpa es de Abascal. Eso es

Abascal, tras los disturbios en Vallecas: "No aceptamos que no podamos ir a cualquier sitio"
El presidente de Vox y director de campaña, Santiago Abascal. Europa Press

Van provocando, sería el resumen del asunto. Que un partido legal, constitucional, con los permisos en regla y en plena campaña electoral decida en función de su leal saber y entender dónde y a quién quiere hacer llegar su mensaje es una provocación. Ya lo saben, al fascismo se le combate y bla bla bla. Los comunistas, hay que llamarlos por su nombre, entienden que la violencia está justificada cuando se trata del otro, del que no es de los tuyos, del enemigo. Porque esta harka no tiene adversarios, tiene enemigos. Y la culpa de todo, insisten ellos y muchos políticos y periodistas, es de Abascal, que va a provocar en un barrio en el que no se le ha perdido nada. Como en el tristemente célebre caso de la minifalda, van provocando y luego pasa lo que pasa.

Ya pueden decir que hay que condenar la violencia venga de donde venga, que se les ve el plumero más que a una vedette de revista. Porque la violencia en España viene de los mismos: comunistas, okupas, separatas, Bildu etarras y demás miembros de esa especie de Santa Compaña que pretende enterrar a toda una nación con tal de salirse con la suya. Miren, señores progres descremados en público y cargados de odio en privado, lo que se sustenta tras sus cobardes declaraciones es que solo ustedes pueden decidir dónde y cuándo han de ir los partidos. Solo ustedes tienen patente de corso para apropiarse de calles y plazas. Solos ustedes tienen la altura moral imprescindible para negar a los oídos de los trabajadores otro mensaje que no sea el suyo, el de siempre, el cainita, el revanchista, el que engaña.

Luego, sale Pablete diciendo que Abascal empezó todo, que cruzó el cordón policial, que, en definitiva, como llevaba minifalda e iba provocando, causó todo ese lío. Acabáramos. El meollo del discurso es que si dices lo que yo digo puedes ir donde quieras y vomitar a placer desde cualquier rincón de España, uy, perdón, del Estado español. Pero si no eres así, si formas parte de la disidencia, amigo, lo llevas crudo. En Cataluña sabemos mucho de esto, de els carrers serán sempre nostres, de poblaciones en las que declaran personas non gratas a líderes de partidos defienden la constitución. Sabemos todo lo que hay que saber de escraches, cuando no agresiones, a Arrimadas, a Cayetana, a Girauta, a Cañas, a Albiol, incluso a ese Pesecé melifluo que nunca será a los ojos de los totalitarios más que un conjunto de tontos útiles mencheviques a los que ya se les pedirán cuentas cuando toque.

Aquí hay lo que hay: o se ilegaliza a Podemos como partido que ampara la violencia y promueve delitos de odio o esto acabará con algo más que piedras

Lo que sucede es que Abascal es mucho Abascal. Y Monasterio. Y toda la gente que, ejerciendo su legítimo derecho a la libre manifestación, se reunieron para escuchar una propuesta política. Y como a Santiago lo ha amenazado ETA y sabe muy bien lo que eso suponía –y supone, ojito– en nuestro país, los violentos de Kelly que se juntaron delante de él no iban a hacerle callar. Mucho tío para tan poca enjundia humana. Independientemente de lo que uno vote, a este hombre y a la gente de Vox hay que reconocerles que su coraje y su entereza son dignas de toda admiración. Y no vale el sí, pero no. Porque lo que hoy le hacen al partido verde mañana se lo pueden hacer al suyo, porque los que amenazan a uno de Vox mañana lo pueden amenazar a usted, porque todas las dictaduras comienzan cuando los pusilánimes contemporizan con el monstruo. Nada de eso.

Abascal va a Vallecas, sí, ¿qué pasa? El problema no es su minifalda, el problema lo tienen los babosos que se muestran excitados ante la misma y arrojan piedras y lo que les viene a mano. Mucho rollo con el hermana yo sí te creo –a ver qué cuento sueltan con la chica que afirma que fue acosada presuntamente por Iglesias, Monedero y otro pájaro – y mucho poner cara de bonico. Pero aquí hay lo que hay: o se ilegaliza a Podemos como partido que ampara la violencia y promueve delitos de odio o esto acabará con algo más que piedras. Por eso defender que Vox vaya donde le plazca no es defender a ese partido, es defender el sacrosanto derecho que todos tenemos a decir lo que más nos acomode en el lugar que mejor nos parezca. Sépanlo los tibios y los maricomplejines. Vox en estos momentos decisivos representa la libertad de expresión y en esa causa estamos todos comprometidos, seamos de estos o de los otros.

Recuerden: en los campos de exterminio y en los gulags las diferencias ideológicas se desvanecen. Solo hay víctimas y verdugos. Es importante no olvidarlo.

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