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Internacional

Los soldados que vigilan la frontera con Corea del Norte se rinden a las clases de ballet

Una vez a la semana quince soldados cambian las botas por las zapatillas de baile en una clase destinada a aliviar el estrés de la vigilancia.

Los soldados surcoreanos que vigilan la frontera con Corea del Norte -liderada por Kim Jong-un- tienen un secreto para combatir el estrés que ha roto los esquemas de todo el mundo. La tensión que les genera pasar largas horas en esa la zona desmilitarizada entre las dos Coreas: el ballet. Una vez a la semana quince soldados cambian las botas por las zapatillas de baile en una clase destinada a aliviar el estrés de la vigilancia de la frontera más fortificada del mundo.

"Hay mucha tensión aquí ya que vivimos en la unidad que está a primera línea del enemigo, lo que hace que a veces me sienta inseguro", explica Kim Joo-hyeok, un sargento de 23 años de edad que casi ha cumplido con los dos años de servicio militar obligatorio para los hombres de Corea del Sur. "Pero a través de ballet, soy capaz de mantener la calma y encontrar el equilibrio, así como construir lazos de amistad con mis compañeros”, añade Kim, que está aprendiendo ballet por segundo año y tiene previsto seguir cuando acabe el servicio.

En clase los 15 estudiantes se quejan porque les supone un gran esfuerzo hacer un espagat

En clase los 15 estudiantes se quejan porque les supone un gran esfuerzo hacer un espagat, pero se ríen aliviados cuando la profesora cuenta solo hasta cinco y les deja relajarse. Con pantalones cortos y camisetas, los miembros de la 25 División del ejército recibe clases semanales de una bailarina del Ballet Nacional de Corea bajo un programa que comenzó el año pasado y que ya ha incluido una actuación del Lago de los Cisnes de Tchaikovsky.

Lee Hyang-jo, la profesora, confiesa que al principio pensó que los militares eran demasiado toscos para bailar, pero no fue así. “Estar en el ejército en sí mismo puede ser difícil, así que no estaba segura de qué tipo de ayuda podía aportar”, afirma Hyang-jo. “Pero a medida que los soldados aprenden ballet, se ríen más y pasan un buen rato. Esto me hace pensar que ha valido la pena venir aquí”, añade.

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