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Arquitectura

La belleza rupturista del arquitecto Víctor Horta

Un acercamiento a la figura de este arquitecto que abanderó desde Bruselas el 'art nouveau'. La capital belga, que le debe gran parte de su fisonomía, le rinde este año homenaje.

Fotografía de Victor Horta en su oficina.

Bruselas se engalana en 2023 para celebrar a Victor Horta (Gante, 1861- Bruselas, 1947) y a la pléyade de arquitectos y artesanos-artistas que dieron vida al art nouveau; un movimiento ante todo ideológico, de afirmación de los valores burgueses frente al viejo orden, con un propósito: emanciparse de la imitación de estilos del pasado y desarrollar un arte que reflejara la sensibilidad y el modus vivendi al que aspiraba la nueva sociedad. Propugnaba también un retorno a la naturaleza y a la belleza como ideal de vida y el aprecio de la calidad y duración efectiva de los objetos manufacturados. El programa de iniciativas del año del art nouveau en la capital belga incluye la apertura de edificios al público, visitas, exposiciones −incluida BRAFA, la Feria de Arte de Bruselas−, conferencias…, entre otras.

Hijo de un zapatero maître cordonnier, el interés de Horta por las artesanías es parte se debe a su maestro Alphonse Balat, arquitecto favorito de Leopoldo II (rey de los belgas entre 1865 y 1909). Más de 40 proyectos, algunos esenciales en la configuración de la moderna Bruselas, como los cuatro que figuran en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 2000 −las casas (Hôtel en francés) Tassel, Solvay y Van Eetvelde y la maison Horta, su antigua residencia-estudio, hoy Museo Horta−, la maison Autrique o los antiguos Magasins Waucquez, sede del Centre Belge de la Bande Dessinè, jalonan su dilatada trayectoria.

Su expulsión del conservatorio por indisciplina resultó providencial: truncó su carrera de violinista, pero el mundo ganó al arquitecto. Con 15 años comenzó a estudiar Dibujo Arquitectónico en París y luego Arquitectura en Bruselas, y en 1884 entró como dibujante en el estudio de Balat, empapándose de los principios del clasicismo.

Aunque con forma de templo griego neoclásico, su prístino Pabellón de las Pasiones Humanas (1896), ubicado en el parque del Cincuentenario, presta soporte al relieve de mármol del escultor Jef Lambeaux. Ecléctico, incluye todos los ingredientes del nuevo estilo: ni una sola línea recta, detalles reinterpretados o paredes orgánicas, ligeramente dobladas… ​

A partir de 1893, Horta, ya convertido en profesor universitario, proyectó y construyó las viviendas de amigos como Tassel o Autrique, dando rienda suelta a su estilo: moderno y, sobre todo, libre. Una estética inspirada en la naturaleza a la que agregó innovaciones de la revolución industrial. A su original lenguaje integrador de arquitectura y elementos decorativos, y a su interpretación de la elasticidad y levedad de las formas vegetales, Horta incorporó una nueva concepción del espacio y la estructura.

Detalle de escalera en la casa particular de Horta, ahora museo, situada en Bruselas.

Naturaleza, curvas, artesanía

El movimiento art nouveau no solo representó un progreso en pintura, escultura o arquitectura, sino también en diseño de mobiliario, forja y rejería, joyería, cristalería o cerámica. A cada material le corresponde una expresión formal propia, según sus propiedades. El resultado fue un estilo orgánico inspirado en la exuberancia de la naturaleza, con predominio de la línea curva, ligado al renacer de los oficios artesanos y a los primeros pasos del diseño.

Eugène Viollet-le-Duc, arquitecto medievalista impulsor del neogótico, y su noción de la racionalidad inspiraron a Horta; pero también John Ruskin o William Morris. Según Viollet-le-Duc, era preciso dar un paso atrás en las reglas arquitectónicas tradicionales y propiciar una consistencia coherente entre plan, fachadas y función del edificio. La arquitectura se correspondería con su estructura y el uso de un nuevo material reflejaría no solo nuevas formas, sino también una nueva identidad.

Los cambios sociales y culturales de la revolución industrial pusieron de relieve el valor de la tecnología y que los nuevos programas arquitectónicos tenían que responder a las expectativas. Y Horta, que privilegiaba espacio y luz, revolucionó el plan de la vivienda unifamiliar de Bruselas, que consistía en tres habitaciones una a continuación de la otra. Las sustituyó por plantas abiertas, espacios flexibles e iluminados y líneas curvas en la estructura. Cada una de sus casas era diferente –desde sus suelos de mosaico, frescos, herrajes con volutas y arabescos, o su mobiliario− y se adaptaba al estilo y forma de vida de su usuario. Según Horta, “la casa no solo se debe construir a imagen del ocupante, sino que debe ser su retrato”.

Cristalera policromada de la casa Tassel, en Bruselas.

A cada época, su arte. Al arte, su libertad.

Compañero de universidad, Émile Tassel, ingeniero y profesor de geometría descriptiva, afirmó que Horta haría realidad su sueño: lograr un efecto de monumentalidad en una vivienda unifamiliar. La casa Tassel (1893) fue la primera síntesis del art nouveau en arquitectura, con todas sus innovaciones técnicas y formales: espacios fluidos, formas vegetales, líneas curvas y asimétricas –o líneas látigo−, tanto en los elementos arquitectónicos como en la decoración o el mobiliario. En espacios así, de interacción como en un organismo vivo, Horta consiguió una armonía marca de la casa, influyendo sobre sus contemporáneos europeos. Todos los arquitectos de moda recurrían al Tassel, aunque sin entender del todo cómo se le había ocurrido tal síntesis de arte, tecnología y naturaleza.

Pese a su exiguo presupuesto y simplicidad formal, la maison Autrique (1893) es un ejemplo de coexistencia de formas, simétricas y asimétricas.​ La casa Van Eetvelde (1897), encargo de Edmond van Eetvelde, administrador general del Congo, en una de las plazas más bellas de Bruselas, es otro centro de interpretación del art nouveau. Y la casa Frison (1895) mantiene la excelencia artesana de los métiers d’art de la época. Proyectada para una doble función, despacho y residencia del abogado Maurice Frison, sigue cumpliéndola: además de sede de la Fundación Frison-Horta, es un espacio habitado, una cápsula del tiempo excepcional del arte total del siglo XIX con mobiliario original.

Horta edificó su propia residencia-estudio, la maison Horta (1902, museo desde 1966), con idénticos parámetros. Su estructura y cada detalle del mobiliario forman un conjunto irrepetible. La escalera de la vivienda desvela un minucioso estudio funcional: paso y contrapaso de cada peldaño no solo difieren, sino que su proporción cambia al ascender… En su planta noble, el comedor de baldosas blancas enmarcadas por líneas metálicas, el suelo de mosaico con pavimento de madera a modo de alfombra o el mobiliario y la chimenea de madera lo ilustran.

Con sus exquisitas decoraciones vegetales, la casa Solvay (1903) es uno de sus edificios más notables y no por casualidad: Armand Solvay y su esposa Fanny Hunter le dieron carta blanca y financiación proporcional. El palacete no fue el único encargo de la familia Solvay; de hecho, Horta proyectó el pabellón de la sociedad para el Exposición Internacional Universal celebrada en 1905. Grandes mecenas, los Solvay contrataron también los servicios de otros arquitectos: Paul Hankar, Henry van de Velde, Gustave Serrurier-Bovy, Paul Cauchie…

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