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Reportajes

Naturaleza artística

La explosión de colores y formas que despierta la primavera se ve reforzada cuando la botánica es elevada a categoría artística por las manos de grandes creadores, desde Monet a Khalo o Sorolla.

Jardín de Claude Monet, en Giverny, Francia.

Reflejo de creatividad y la sensibilidad estética, estos seis jardines de artistas son un perfecto equilibrio entre paisajismo, arquitectura y arte.

Jardín de Claude Monet, en Giverny, Francia.

Jardín Claude Monet

Los jardines de Giverny, inmortalizados por la mano maestra del pintor impresionista Claude Monet, son un remanso de belleza natural que cautiva los sentidos y el alma tanto como sus pinturas. Ubicados en la región francesa de Normandía, en ellos encontró toda la belleza que sus lienzos podían requerir. Con sus estanques serenos, puentes japoneses arqueados y romántica selección de flores y plantas, inspiraron algunas de las obras más emblemáticas del pintor, como su famosa serie de nenúfares que se han convertido en imágenes icónicas y reflejo poético de este lugar. Monet, que vivió en la gran casa que da acceso a los jardines desde 1883 hasta su muerte, en 1926, cultivó y perfeccionó este paraíso botánico mientras capturaba la efímera magia del color, el espacio y las estaciones en sus pinturas.

Jardín Ian Hamilton, en Escocia.

Jardín Ian Hamilton Finlay

Poeta, escultor y jardinero –pocos métiers artísticos pueden ser tan importantes como la artesanía del paisaje–, Ian Hamilton Finlay (1925-2006), nacido en Bahamas, desarrolló toda su carrera en Escocia, donde hizo crecer desde 1966 uno de sus jardines más emblemáticos junto a su mujer, Sue: Little Sparta. Dividido en nueve áreas, está situado a las afueras de Edimburgo y se le considera una joya nacional. Fusiona arte, paisaje y filosofía de una manera única, reflejando la personalidad del Hamilton y su universo creativo, cercano al espíritu celta. Cada rincón revela un diálogo entre las formas naturales y las intervenciones humanas, donde los poemas tallados sobre obeliscos, columnas, dólmenes o pirámides se entrelazan con la topografía del terreno, salvaje y exuberante.

Jardín de la casa de Joaquín Sorolla, en Madrid.

Jardín Joaquín Sorolla

El jardín que Joaquín Sorolla creó en Madrid está situado en lo que fue la casa y estudio del pintor valenciano, cerca del Paseo de la Castellana. Y resulta uno de los pocos ejemplos que quedan de las residencias nobles y palaciegas de los siglos XVIII y XIX que ocupaban toda esta zona y que en su gran mayoría han desaparecido. El jardín en sí es un pequeño oasis que busca la luz –materia clave del pintor– y la intimidad, y que está dividido en tres áreas. El primer espacio, que recibe al visitante, se inspira en el jardín de Troya del Alcázar, de Sevilla. El segundo, en el Generalife de Granada, con una geometría que tiene en su centro una fuente de estilo nazarí. El tercero destaca por un pequeño estanque llamado “de las confidencias”, debido el grupo escultórico que lo preside.

Jardín Gabriel Guevrekian

El jardín cubista creado por el arquitecto Gabriel Guevrekian en la Villa Noailles es un fascinante ejemplo de experimentación en el diseño paisajístico. Se localiza en un lateral de la residencia que los vizcondes de Noailles –mecenas de las artes–, encargaron al arquitecto Robert Mallet-Stevens en 1923. Un edificio situado en lo alto de una montaña frente a la bahía de Toulon, en la Costa Azul francesa, y de estilo racionalista, que se convirtió en laboratorio para la innovación artística en todas sus formas. Guevrekian, influenciado por el movimiento cubista, transformó la pequeña parcela en un paisaje geométrico y abstracto, donde las formas y líneas angulares desafían las convenciones tradicionales. Terrazas escalonadas y diminutos espacios ajardinados se combinan en damero para crear una experiencia visual única.

Jardín de Frida Kahlo, en México.

Jardín Frida Kahlo

Este jardín refleja la pasión de Kahlo por las plantas autóctonas de su país, así como su amor por el color y su fuerza vital. Entre los muros azules característicos de su hogar, que compartió con el pintor Diego de Rivera, ubicado en la zona Coyoacán, Ciudad de México, las plantas tropicales, cactáceas y flores nativas se entrelazan en una coreografía de formas y tonalidades. Los senderos serpentean entre los jardines, revelando rincones secretos y pequeños santuarios decorados con esculturas y cerámicas. Para Kahlo, este lugar era más que un espacio de contemplación: era una extensión de su arte y de su propia personalidad. Cada planta, cada flor, cada elemento del paisaje tenía un significado especial para ella, reflejando su identidad, su cultura y su esencia creativa.

Jardindes de Jacques Majorelle, en Marrakech.

Jardín Jacques Majorelle

Creado por el pintor francés Jacques Majorelle en Marrakech, donde se retiró para curarse de problemas del corazón, es más conocido por rodear la casa que fue propiedad del diseñador Yves Saint Laurent y su pareja, Pierre Bergé, durante varias décadas y que le sirvió de retiro espiritual al couturier. Concebido en 1924, este jardín botánico revela el interés de Majorelle por la flora y la estética de Marruecos, que plasmó también en los numerosos lienzos de carácter naturalista y costumbrista que realizó en aquel país. El jardín Majorelle vibra de tonos azul cobalto, que adornan las estructuras arquitectónicas de la propia casa, incluso de las macetas, y en él se encuentra una gran variedad de especies vegetales: cactus y plantas acuáticas, yuccas, jazmines o palmeras.

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