España

La foto con Puigdemont, el arma de Pedro Sánchez contra Yolanda Díaz en unas nuevas elecciones

Si las manifestaciones contra la amnistía son un éxito, la posibilidad de una repetición de los comicios se multiplicará. Y Ferraz calcula que le puede arañar 15 escaños a Sumar

Yolanda Díaz (2i), y Carles Puigdemont (2d), en Bruselas. SUMAR

Cuando Yolanda Díaz viajó a finales de agosto a Bruselas para reunirse con Carles Puigdemont tenía un objetivo fundamental: marcar la agenda. La líder de Sumar se siente presa de la atención que reciben el PSOE y el PP. Y su charla con el expresidente catalán le permitió tener foco. Pero lo que no previó es que esa foto se le puede volver en contra si se hace realidad la carta de la repetición electoral que Moncloa empieza a enseñar como seria advertencia "ante posiciones de máximos de Junts".

Las fuentes consultadas en Sumar advierten de que si las manifestaciones contra la amnistía de las próximas semanas -el 24 hay un gran acto del PP en la plaza de España de Madrid y el 8 de octubre otro en Barcelona- son un éxito político y mediático, la posibilidad de que Pedro Sánchez apriete el botón de nuevos comicios se multiplicará. Al final, como reconocen todos, el presidente hará lo que más le beneficie políticamente.

Ferraz, entonces, se "abrazará de nuevo a la bandera de España" y usará la foto de marras entre Díaz y Puigdemont para agrietar el casco del barco de la ministra de Trabajo en funciones. Es más, según ha sabido este diario, el PSOE calcula que le puede arañar hasta 15 escaños a Sumar. Aunque, en cualquier caso, la competición entre bloques seguirá estando muy reñida. No es que el PSOE vaya a realizar declaraciones públicas en contra de la vicepresidenta segunda por haberse reunido con Puigdemont, pero sí que evidenciará que era ella la que estaba dispuesta a darle el oro y el moro al expresidente catalán, pendiente de juicio por el procés.

Vértigo en Ferraz

El PSOE tiene vértigo. Ferraz es consciente de la marejada interna que se ha originado en la organización por la amnistía que se está tanteando con Junts a cambio de los votos que permitan a Pedro Sánchez seguir en Moncloa. Por eso, el partido intenta ahora aplacar la “preocupación” de los suyos, que destacan algunos socialistas, advirtiendo de que el pacto con el expresidente catalán Carles Puigdemont no solo "no está hecho", según fuentes de la formación, sino que tendrá que encajar en el marco constitucional sí o sí. Y así lo remarcó este viernes el propio Sánchez.

El presidente advirtió de que se dedicará "en cuerpo y alma" a lograr una mayoría para su investidura si fracasa la del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo. Sánchez dijo que hablará con el resto de fuerzas políticas y también "con la sociedad civil" para lograr un acuerdo que sea "plenamente coherente con la letra y el espíritu de la Constitución" en un acto en la CEOE, con el que retomó su agenda pública después de una semana fuera de juego tras haber contraído la covid.

Y es que fuentes de la ejecutiva socialista deslizan que las "posiciones maximalistas" del secesionismo catalán, que no se baja de la exigencia de la amnistía y del referéndum, pueden ser una muestra de la poca voluntad de Junts de negociar la investidura del secretario general del PSOE. Un destacado dirigente socialista resume a este diario la situación interna del partido: “La inmensa mayoría de los alcaldes con los que hablo o portavoces municipales creen que una amnistía nos pondría en una situación electoral muy difícil como ya pasó con la sedición o la malversación. Pero nadie o muy pocos van a lanzar la voz”.

El lío de los históricos

Mientras, quienes sí alzan la voz son algunos de los socialistas históricos más conocidos. Y no solo Felipe González y Alfonso Guerra. Porque a diferencia de otras polémicas, la amnistía no solo tiene el rechazo frontal de líderes de la vieja guardia. Sánchez se ha encontrado ahora con críticas similares de dirigentes muy destacados del zapaterismo como Ramón Jáuregui y Jordi Sevilla y la renuncia de la cabeza de lista del PSC por Barcelona -Meritxell Batet- que arrasó el 23-J en Cataluña. Muchos socialistas interpretan la salida de Batet como un gesto claro de desacuerdo con esta medida.

La situación se ha enrarecido tanto, que el partido decretó el lunes pasado en su ejecutiva la expulsión de otro histórico: Nicolás Redondo Terreros por criticar la política del presidente del Gobierno en funciones. Y eso que ese mismo lunes, la vicesecretaria general del PSOE y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, restó importancia a las voces críticas del socialismo histórico y, parafraseando al exvicepresidente Alfonso Guerra -también duro con la línea de Sánchez-, intentó vender un partido abierto a la discrepancia: "En este PSOE quien se mueve sí sale en la foto", espetó en rueda de prensa.

El PSOE se parapeta en que los históricos menosprecian las siglas del partido. Pero, como ya ha publicado este diario, la expulsión de Redondo es la punta del iceberg de una división creciente en el seno de la formación por el precio que Sánchez está dispuesto a pagar por mantenerse en el Gobierno. El choque entre los que consideran inasumible el coste y los que lo dan por bueno ha provocado una tormenta en los grupos de Whatsapp del partido, en los que la militancia afín a Sánchez jaleaba y aplaudía la expulsión de Redondo Terreros. "El siguiente tiene que ser Felipe". La situación interna del partido debe tener a Sánchez con los pies en el suelo.

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