Fue Pedro Sánchez, asesorado por su fiel escudero César Luena, quien ordenó en febrero del año pasado cerrar la sede del Partido Socialista de Madrid, clausurar el comité regional que formaban cerca de 600 militantes y desalojar de su secretaría general a Tomás Gómez, después de consultarlo con Alfredo Pérez Rubalcaba. Han pasado 20 meses desde entonces y ahora los sanchistas tratan de evitar, precisamente, que la gestora le dé ahora a su líder el mismo trato con un parecido final. “No lo permitiremos”, asegura uno de los diputados que formó parte de su núcleo de confianza y que está convencido de que Sánchez seguirá siendo una referencia para el PSOE con independencia de las decisiones que adopte en el corto plazo.
Un sector del PSOE quiere que Pedro Sánchez siga siendo una referencia para el partido
Las razones que influyeron en la ejecutiva federal, reunida en sesión extraordinaria, para destituir a Tomás Gómez como líder del PSOE madrileño fueron de peso. Todavía no se conocían los obsequios recibidos por el exalcalde de Parla de la trama Púnica, pero éste tenía abierta una investigación judicial por el sobrecoste de 41 millones de euros que reflejó la construcción del tranvía en esta localidad madrileña cuando él estaba a su frente.
No fue éste el único motivo que llevó a Sánchez a disolver a la dirección de su partido en la región y a nombrar una gestora presidida por Rafael Simancas, que posteriormente se convertiría en uno de sus lugartenientes. En Ferraz, se manejaban encuestas que eran demoledoras y acercaban al PP, con todo lo que estaba cayendo por entonces, a la mayoría absoluta. Lo que no logró José Luis Rodríguez Zapatero, acabar con Gómez, sí lo consiguió Sánchez. “Tomás nos llevaba a una derrota inmensa”, se justificó Simancas.
Sin embargo, la llegada de Sara Hernández, seis meses después, al timón del PSM no le valió a Sánchez ni para conseguir un resultado digno en las elecciones del 20 de diciembre, ni para frenar la sangría en las legislativas del 26 de junio ni tampoco para parar su desalojo de la secretaria general después del fracaso vasco y gallego en las autonómicas de septiembre. Pese a ello, las federaciones que todavía le son leales no quieren para él un “exilio” como el que desde hace casi dos años sufre Tomás Gómez, pues todavía ven a Sánchez con ganas y posibilidades de disputar el liderazgo a Susana Díaz cuando lleguen las primarias y el congreso extraordinario que tiene pendiente de convocar la gestora.
La abstención, difícil de gestionar
Ambas citas, que Sánchez quiso precipitar antes de ser desalojado del cuartel general de Ferraz, carecen todavía de fechas precisas, aunque los intereses de la presidenta andaluza pueden situarlas en la primavera del año que viene, tiempo razonable para que la reconstrucción del dañado edificio del PSOE haya comenzado sobre cimientos sólidos siempre que se cosan las heridas provocadas por el enfrentamiento entre los dos bandos opuestos y los socialistas acierten a gestionar de forma inteligente la abstención que, previsiblemente, aprobará el comité federal para la investidura de Mariano Rajoy.
A su regreso de vacaciones, Sánchez ha evitado precisar si tiene intención de acudir a la reunión que el máximo órgano del partido entre congresos celebrará este domingo y tampoco si tiene previsto acudir al pleno de investidura, donde las reglas que rigen en su partido le comprometerían a abstenerse, en contra del criterio que ha venido manteniendo él mismo con vehemencia desde hace casi un año.
Javier Fernández ha trabajado las últimas dos semanas para que el comité federal del domingo sea pacífico
El presidente de la gestora, Javier Fernández, ha trabajado durante los últimos 15 días con los secretarios regionales de las distintas federaciones para que este comité federal no se parezca nada al celebrado el 1 de octubre, el sábado negro en el que el PSOE exhibió de manera descarnada todas sus rencillas internas. A esta reunión se llega sin haber resuelto la indisciplina de voto anticipada por el PSC, la única federación que sigue defendiendo en su conjunto el ‘no’ a Rajoy contra viento y marea.