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España

La pregunta tóxica que se hace el PSOE: ¿nos rompemos por arriba o por abajo?

La presidenta de Andalucía, Susana Díaz, durante la reunión del Comité Federal del PSOE.

“Si nos mantenemos en impedir la investidura de Rajoy, nos romperemos por arriba porque hay medio partido enfrentado a otro medio. Si, finalmente, aceptamos que Rajoy sea presidente con nuestra abstención, nos romperemos por abajo porque nos acabará devorando Podemos y sufriremos una importante hemorragia de militantes”. Este análisis realizado ayer en los aledaños del comité federal por un destacado dirigente del PSOE resume bien el “interrogante tóxico” al que se enfrenta su organización: ¿nos rompemos por arriba o por abajo?

Buena parte de los barones admite que acabará imponiéndose la abstención en la investidura de Rajoy antes que evitar nuevas elecciones

La foto con la que este sábado se ha clausurado la reunión del máximo órgano del PSOE entre congresos refleja una profunda división interna, que no es nueva. Desde el pasado 20 de diciembre, la organización quedó partida en dos mitades que se han mantenido prácticamente iguales después del 26J: hay un grupo de barones dispuesto a facilitar que gobierne Mariano Rajoy y a que los socialistas pasen a la oposición pilotados por una nueva dirección y hay otro grupo que acariciaba entonces y también ahora la idea de formar Gobierno con el concierto de Podemos e, incluso, de los independentistas, con tal de que no repita en La Moncloa un Gabinete del PP. En la primera liga, defendida ya en público y en privado por Felipe González, juegan la presidenta andaluza, Susana Díaz, junto a sus homólogos de Extremadura, Aragón, Castilla-La Mancha, Asturias y, quizás, la Comunidad Valenciana. En el equipo contrario se sitúan, con el secretario general a la cabeza, el catalán Miquel Iceta, la presidenta de Baleares, Francina Armengol, y los máximos responsables de las federaciones de Madrid, Castilla y León, País Vasco, además de otras organizaciones menores.

El comité federal celebrado este sábado no ha servido para aunar posiciones, aunque de puertas afuera la consigna que ha prevalecido ha sido la de acentuar el ‘no’ a la investidura de Rajoy, expuesto de manera obsesiva por los diferentes barones regionales en sus medios de comunicación locales. “Esto se parece al ejército de Pancho Villa, cada uno colocando su producto según le conviene”, comentaba a media mañana un miembro de la dirección federal equidistante de la trifulca interna.

Los tres 'noes' que no se sostienen

La de ayer fue también la representación de una obra teatral que sacó al escenario una actitud impostada por parte de muchos de sus protagonistas. Sánchez emitió tres noes en su discurso: “no a la gran coalición, no a apoyar un Gobierno del PP desde fuera y no a apoyar al PP en su investidura”.  Como es consciente de que su partido no le dejará que precipite unas terceras elecciones, alguno de estos noes está de sobra, advierten en su partido.

Al mismo tiempo, los barones partidarios de que se acabe dejando gobernar a Rajoy, también entonaron un ‘no’ engañoso a la abstención en la investidura. La solución al jeroglífico era adelantada así sotto voce por un dirigente regional: “Tenemos que manejar bien los tiempos, hay que dejar a Rajoy que intente formar Gobierno con Ciudadanos, el PNV y los canarios. Si no lo consigue, acabaremos socorriéndole, pero poniendo un precio muy alto. Si en estos momentos corremos a salvarle, nadie lo entendería”.

Pedro Sánchez acabará ajustando cuentas con Zapatero y Bono si sale vivo de ésta, se comenta en el PSOE

Así pues, un importante número de dirigentes del PSOE trabaja con la certeza de que, si las circunstancias lo imponen, se celebrará un nuevo comité federal en el que se dará vía libre a los 85 diputados para que se abstengan, todos o en parte, en la investidura de Rajoy. Todo con tal de evitar unas terceras elecciones, hipótesis vista ayer por buena parte de los barones como una catástrofe.

Pese a que asume con cierta claridad su paso a la oposición, a ojos de algunos miembros del comité federal Sánchez sigue sin cerrarse todavía todas las puertas a explorar de nuevo un acuerdo de Gobierno con Podemos, aunque sabe que si lo intenta necesitaría todavía el concurso de los independentistas y se arriesgaría a ser el primer secretario general al que su partido despide con cajas destempladas.

El entierro político de Sánchez

“El problema de Pedro es que también es consciente de que si una mayoría del partido acaba imponiendo la abstención en la investidura, él tiene los días contados antes o durante el 39º Congreso”, reflexiona un miembro de la ejecutiva, que no para de darle vueltas en la cabeza a la influencia que ejercen dentro y fuera de los medios “aquellos que desde el principio han querido enterrar su liderazgo”. Pone como primeros ejemplos al expresidente José Luis Rodríguez Zapatero y al exministro José Bono, “con quienes Pedro tendrá que ajustar tarde o temprano cuentas si sale vivo de ésta”.

Los más fieles a Sánchez se duelen de que es el secretario general que menos posibilidades ha tenido de “hacer política”. Después del 20D, el propio comité federal le maniató prohibiéndole pactar con el PP y con Podemos. Tras el 26J, muchos le empujan a que deje gobernar al PP si es necesario facilitando, incluso, con la abstención su continuidad en La Moncloa. Son los efectos secundarios de los 90 diputados obtenidos hace seis meses, de los 85 conseguidos hace dos semanas y de haber fallado en la investidura.

Felipe González se ha convertido para el PSOE en una vieja gloria a la que ya casi nadie respeta

Al final, reconocen en Ferraz, el enfrentamiento interno ha conducido a un enroque de los dirigentes territoriales del partido, en una de sus peores coyunturas internas desde el arranque de la Transición: la representación parlamentaria más pobre, la autoridad más menguada y el liderazgo más precario que ha sostenido a la organización centenaria desde que habita en ella Felipe González, una vieja gloria a la que ya casi nadie respeta. El combate se libró ayer en la sala Ramón Rubial, fallecido hace 17 años, y a quien ya no se cita ni siquiera en los congresos federales.

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