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España

Adiós cines, tabernas y comercios históricos: así borra la crisis el alma de las ciudades

El anuncio del cierre de los cines Conde Duque de Santa Engracia y Alberto Aguilera refleja un fenómeno que llevaba produciéndose durante mucho tiempo: la homogeneización de las ciudades

Cines
Fachada del cine Conde Duque de Alberto Aguilera. Google Maps

Los cines Conde Duque de Santa Engracia y Alberto Aguilera se suman a la lista de comercios históricos que cierran. Y muy probablemente, en su lugar se abrirá un Primark, un Burger King o un Carrefour, como ocurre casi siempre. La crisis está haciendo mella y está aumentando un fenómeno que llevaba produciéndose durante mucho tiempo: la homogeneización de las ciudades, un proceso por el que todos los negocios propios y distintos acabarán desapareciendo para hacer todas las urbes iguales.

Estas dos salas se unen a los cines Conde Duque de Goya, a los Roxy, los Lido, los Victoria o los Canciller. También los Novedades, los Cristal, los Renoir Cuatro Caminos o los Dúplex cerraron a lo largo de las dos últimas décadas. Y en cuanto se quedaron libres, con propietarios ahogados económicamente por las macrosalas de los centros comerciales que les hacen competencia, las grandes cadenas aprovecharon para abrir nuevas tiendas. Pero aunque los cines son probablemente uno de los negocios más azotados por la crisis (aunque ya venían sufriendo por el auge de las grandes plataformas de contenidos online), son muchos otros los comercios que tristemente han tenido que echar el cierre.

Esta misma semana, Madrid ha visto el anuncio del cierre de la mítica Sala de Jazz 'El Junco' en Alonso Martínez. Y en los últimos meses, también han colgado el cartel de 'RIP' varios tablaos flamencos, como Villa Rosa, en la Plaza de Santa Ana, o el Café de Chinitas; el Teatro Pavón, salas de la movida en Lavapiés, papelerías históricas como Salazar en Luchana, la alpargatería Cantero en Olavide, la taberna El Casco Viejo en la Plaza de Zerolo, la carnicería Ferpal en la calle Arenal, la histórica Freiduría de Gallinejas de Embajadores o la cafetería Hontanares en Avenida de América.

Mientras que los negocios propios van echando el cierre, las multinacionales y las cadenas no paran de abrir negocios, haciendo que todas las ciudades sean iguales. Diferentes calles, pero mismos escaparates.

Un fenómeno, el de la homogeneización, que preocupa y apena, entre otros, al sector de la arquitectura. El decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), Sigfrido Herráez, explica a Vozpópuli que "como dijo el historiador cubano Eusebio Leal, los centros históricos se convierten en parques temáticos" y que esta tendencia a clonar las ciudades hace que "se pierda el tejido propio de los centros urbanos".

Un problema de falta de cultura

Herráez, doctorado en Urbanismo, explica que este problema tiene que ver con dos cosas: por un lado un aspecto económico, y por otro lado, una falta de cultura "grande". Y es precisamente en la culturización donde se encuentra la solución al dilema de las ciudades.

"El problema radica en que nadie tiene una cultura de la conservación. En pintura sí que existe esa conciencia de que el arte no se toca. A nadie se le ocurriría repintar 'Las Meninas', por ejemplo. Pero a los arquitectos nos cuesta mucho hacer ver que los edificios también son arte y que hay que respetarlos. Y lo peor es que las Administraciones lo permiten", señala Herráez. El resultado de no respetar la arquitectura es que las calles de todos los cascos históricos se llenan de McDonalds y de proyectos que estropean el paisaje urbanístico.

¿Cuál es la solución a largo plazo para evitar que se borre el alma de las ciudades? "Pues es muy clara: intentar introducir una cultura de respeto al paisaje urbanístico a todo el mundo, empezando por el colegio", responde el decano del COAM. Si nos fijamos en otras ciudades europeas que han comenzado a regular las licencias de apertura de negocios en los cascos históricos, apostando por la cultura de la conservación, vemos que a largo plazo las ciudades "acaban siendo mejores".

El otro problema que dispara la proliferación de comercios pertenecientes a grandes cadenas y multinacionales, haciendo que se pierda la esencia de cada ciudad, es la crisis económica. La recesión económica y la presión de estas macroempresas hacen que para los propietarios de los pequeños comercios sea muy difícil salir adelante y tengan que cerrar, creando un círculo vicioso de más presión porque favorece que abran locales de 'los gigantes'.

"Hacer centros históricos amables"

Bajo el punto de vista de Herráez, es fundamental que la administración se implique en la lucha por respetar el patrimonio urbanístico y promover la cultura de la conservación. "El centro de las ciudades es como el salón de nuestras casas. Aunque limpiemos y cuidemos toda nuestra casa, el salón es la parte a la que más cariño le ponemos porque es donde recibimos a nuestros invitados. Pues lo mismo con las ciudades", explica. "La clave es que los centros sean amables tanto para los dueños como para los invitados que vienen".

Es cierto que a nivel económico la irrupción de las multinacionales supone un gran beneficio para las ciudades, porque mueven grandes de dinero. "El problema radica en la agresión con la que llegan. Nosotros no estamos en contra del impacto económico de estas grandes compañías que provocan el cierre de los comercios auténticos y personales. Pero sí queremos que haya un equilibrio", solicita Herráiz.

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  • M
    ma

    Éstas son las consecuencias de la guerra contra el coche privado, que convierten el centro de las ciudades en calles de paseo, donde nadie compra y donde nadie con suficiente capacidad adquisitiva para vivir en otro sitio, quiere vivir