Editorial

La penúltima mentira de Pedro Sánchez

Reacciones a la carta de Pedro Sánchez: "Mucho texto, mala ratio. No nos caerá esa breva a los españoles"
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Europa Press

"Necesito parar y reflexionar". Pedro Sánchez, en una decisión tan inédita como sorprendente, hizo pública este miércoles una carta a la ciudadanía en la que anuncia que cancela su agenda hasta el próximo lunes cuando desvelará si continúa o no al frente del Ejecutivo. La iniciativa del presidente se concreta horas después de conocerse que un juzgado de Madrid ha abierto diligencias contra su esposa por posible tráfico de influencias y corrupción en los negocios.

No cabe valorar esta decisión presidencial más que una colosal añagaza para alimentar una imagen de víctima frente a lo que califica de 'la máquina del fango' puesta en marcha por Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal, a los que menciona por sus nombres y los enrola en un movimiento internacional de la derecha y la ultraderecha contra las fuerzas del progreso. El presidente del Gobierno de una democracia avanzada debería haber comparecido esta misma mañana ante la nación y ofrecido explicaciones sobre el sinnúmero de episodios de corrupción que le rodean, a él y a su entorno familiar, empezando por su esposa y siguiendo por su propio hermano, como ha venido desvelando Vozpópuli, amén de su Gobierno y su partido, cuyas expresiones más lacerantes, como el caso Koldo y las mascarillas, se dilucidan estos días tanto en el ámbito político -las comisiones de Congreso y Senado- como en el judicial.

Sánchez no se irá, no abandonará nunca el cargo. El dramatismo de esta misiva no es más que la escenificación de una estrategia diseñada en Moncloa para transformar una realidad de insuperable culpabilización en una especie de gran mártir por la democracia

Con su lacrimosa misiva, en la que no esquiva siquiera algunos pasajes de melodrama sentimental, Sánchez pretende presentarse como un héroe hostigado por las fuerzas reaccionarias, objeto de una campaña de persecución que no está dispuesto a soportar. Habla incluso de plantearse su renuncia, algo que, dado su trayectoria y su personalidad, nadie puede llegar a creerse. Es una maniobra más del gran falsario de la política que está conduciendo al país hacia una situación imposible, un horizonte incompatible con la permanencia del Estado de Derecho y la defensa de la Constitución.

Sánchez no se irá, no abandonará nunca el cargo. Su pirueta lastimera no pretende más que retirar el foco del caudal creciente de episodios delictivos que le rodean y que, tarde o temprano, le sepultarán. El dramatismo de esta misiva no es más que la escenificación de una estrategia diseñada en Moncloa para transformar una realidad de insuperable culpabilización en una especie de gran mártir por la democracia. Una trampa más del líder socialista, una descomunal trola del gran embustero que se ve forzado a aumentar la dimensión de mentiras conforme crece la montaña de sus clamorosas infamias.

Las fuerzas de la oposición deben exigir ahora todo tipo de explicaciones sobre los episodios que sacuden a la Moncloa, en lugar de mirar ingenuamente hacia otro lado, como hasta ahora ha ocurrido. Urgen una reacción de firmeza cívica y de fortaleza ética para poner coto a este estado de cosas. Es hora de plantar cara al tramposo y desenmascararlo ante una nación fatigada y aturdida, después de su penúltima mentira de ayer.