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Economía

LA PREHISTORIA DE LAS EMPRESAS

El laboratorio pionero que sentó las bases del imperio amenazado de Grifols

Los orígenes de la multinacional catalana se remontan a 1909. Las primeras innovaciones de Grifols con el plasma serían de gran utilidad durante la Segunda Guerra Mundial

Fachada de la sede de Grifols en Madrid
Fachada de la sede de Grifols en Madrid

Josep Antoni Grifols i Roig nació en 1885 en la localidad barcelonesa de Vilanova i la Geltrú. Hijo de uno de los fundadores de la Academia Médico Homeopática de Barcelona (la homeopatía entonces tenía un prestigio que con los años se perdió), se licenció en medicina en la Universidad de Barcelona. Sin embargo, en un alarde de modernidad más propio de un siglo después, marchó al extranjero para hacer su especialidad (análisis clínicos), concretamente a Danzig, Alemania.

Se quedó un tiempo en aquel país, ya que amplió sus estudios en histología y anatomía en Múnich, sacándose el doctorado en Madrid con una tesis sobre la reacción de Wasserman, prueba entonces muy novedosa para el diagnóstico de la sífilis. ¿Tendría que ver la pasión de Josep Antoni por los análisis clínicos con la confrontación con su padre, famoso homeópata? 

En 1909, con apenas 24 años, se alía con otros tres socios: su compañero de carrera Lluís Celis Pujol, Ricard Moragas –que al inicio de la Guerra Civil fundaría el servicio de transfusiones de sangre del Hospital de Sant Pau, también en Barcelona– y el doctor Gordan, que era director del Instituto de Bacteriología de Danzig. Fundan el Instituto Central de Análisis Clínicos, Bacteriológicos y Químicos, en Barcelona. Aunque aún tardaría unos años en fundar Grifols, este laboratorio -pionero en la actividad de analítica- es claramente su precursor.

De hecho, desde 1923 añade a su nombre el apellido Grifols. Josep Antoni, que en la práctica trabaja como hematólogo, se centra en conseguir la mayor esterilidad posible de las muestras, muy influido por el alto número de muertes por infección entre los heridos de la I Guerra Mundial.  

En 1920, el médico argentino Luis Agote había descubierto que, aplicando citrato de sodio, la sangre podía conservarse durante seis o siete días. Este descubrimiento dio pie a que Josep Antoni Grifols inventara la flébula transfusora, un sistema para realizar transfusiones de sangre indirectas en condiciones de esterilidad basado en el tubo Kimpton-Brown-Percy, pero en el que se reducía la superficie en contacto. En 1928 lo patentó en España y Alemania, un año después en Francia y Reino Unido, y, en 1933, en Estados Unidos.

El primer laboratorio Grifols

En la vida personal tiene una hija (Josefa) y dos hijos varones, Josep Antoni (también hematólogo, 1916-1958) y Víctor (químico y farmacéutico, 1919-2015), con los que funda en plena postguerra española y con la II Guerra Mundial en marcha (1940), esta vez sí, Laboratorios Grifols. Su dedicación empresarial es la preparación de plasma liofilizado y los análisis clínicos.

El plasma –parte de la sangre que queda al quitar glóbulos blancos, rojos y plaquetas– liofilizado se conseguía congelándolo y descongelándolo al vacío en presión atmosférica baja, con lo que quedaba deshidratado y se podía conservar mejor, muy útil durante la Segunda Guerra Mundial para hacer llegar suero sanguíneo para el tratamiento de heridos en el frente.

El primer gran éxito de Grifols lo lleva a la práctica Víctor Grifols, que es el que lidera la empresa cuando en 1945 abre las puertas el primer banco de sangre y plasma privado de España: el Hemo banco de los Laboratorios Grifols. El plasma se conservaba a temperatura ambiente durante cinco años y era vendido a hospitales de toda España aunque pronto el Régimen franquista expropió la patente para el procedimiento de liofilización y dejaron de tener el monopolio. “Los donantes eran voluntarios que donaban sangre a cambio de un lote de comida consistente en garbanzos, aceite, galletas, azúcar y bacalao. Comparado con lo que se podía encontrar en la calle, o sea, nada, era impresionante”, narra Víctor Grifols en sus memorias.

El primer gran éxito de la empresa lo lleva a la práctica Víctor Grifols, cuando en 1945 abre las puertas el primer banco de sangre

El precedente se debe al doctor Frederic Duran i Jordà (con el que la familia tuvo relación), que durante la Guerra Civil había organizado en Barcelona –con el apoyo del Servicio de Sanidad Republicano– el primer servicio de transfusión de sangre del mundo, en el que se recogía las muestras de los donantes para ser llevada hasta el frente de batalla.

Josep Antoni padre aún obtuvo, en 1948, la patente para la producción de penicilina, comercializada con el nombre de Pentacilina. No fallece hasta 1973. Aunque murió joven, Josep Antoni hijo, también tuvo un gran protagonismo en los primeros años de Grifols, ya que en 1951 publica en el British Medical Journal los resultados de la aplicación sistemática de la técnica de la plasmaféresis en humanos, nuevo método de obtención del plasma. Este adelanto científico es vital para el futuro de la empresa.

Ya en fecha tan temprana como 1960, Grifols llega a un acuerdo para comercializar sus productos en Estados Unidos, pero no es hasta 1987 que se crea el holding Grifols para la expansión internacional iniciada en 1988 con la creación de la filial portuguesa.

En 1995 Grifols se convierte en la primera empresa española en recibir una licencia de la FDA para sus instalaciones y para un producto biológico, la albúmina; y desde 2002 adquiere activos en Estados Unidos, hacia donde gira cada vez más su negocio convirtiéndose, poco a poco, en una empresa multinacional.

No obstante, se mantiene la estructura de empresa familiar hasta el 17 de mayo de 2006 cuando empieza a cotizar en la bolsa española (y desde el 2 de enero de 2008 lo hace en el Ibex). La compañía -en el foco y amenazada actualmente por el 'ataque' del fondo Gotham City- también está presente en el índice tecnológico Nasdaq desde el 1 de junio de 2011, tras adquirir la estadounidense Talecris Biotherapeutics.

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