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Economía

La economía mundial cierra el año de menor crecimiento en una década

Donald Trump y Xi Jinping.

Diez años después del batacazo que experimentó la economía mundial tras la crisis de 2008, el año 2019 ha cerrado con el peor crecimiento de la década, pero ha conseguido alejar los visos de que se va a producir una recesión inminente.

Según los últimos pronósticos del Fondo Monetario Internacional (FMI), el Producto Interior Bruto (PIB) del mundo crecerá un 3% en 2019, medio punto menos de lo que esperaba a principios del año cuando aún no se había recrudecido la guerra comercial entre China y EEUU.

Las revisiones a la baja de las previsiones de crecimiento por parte de todos los organismos internacionales, bancos centrales y casas de análisis han sido continuas a lo largo de este año, a medida que iba empeorando el entorno económico y se agravaban los riesgos a la baja.

China y EEUU han sido los principales protagonistas de este debilitamiento de la economía mundial. Las medidas proteccionistas -cuya máxima forma de expresión son los aranceles- han contribuido al enfriamiento del comercio internacional, perjudicando a las economías integradas en economías de escala y también a las potencias exportadoras.

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Sus efectos se han hecho notar en el crecimiento del gigante asiático, que además se ha visto obligado a aprobar medidas para fomentar un crecimiento que no sea a base de deuda, así como medidas de estímulo monetario para incentivar el consumo y reactivar su economía.

El impacto de los aranceles también se ha sentido en EEUU, donde la inversión se ha contraído, pero el empleo y el consumo siguen siendo robustos gracias, entre otras medidas, a la política de la Reserva Federal, que coincidiendo con las presiones de Donald Trump ha recuperado su tono acomodaticio.

La industria, el segundo hándicap

El sector manufacturero ha sido el otro gran culpable del frenazo económico de 2019, con una ralentización de la producción industrial debido al debilitamiento de la demanda (incluida la de China), la incertidumbre y, en concreto, la ralentización de la producción global de automóviles, que ha sido especialmente acusada en Alemania.

El país que lidera Angela Merkel ha conseguido este año capear la recesión, con un sólo trimestre de crecimiento negativo, pero ha hecho saltar las alarmas colocando en el discurso de todas las instituciones la necesidad de utilizar la política fiscal para reactivar el crecimiento (tras el aparente agotamiento de los efectos de la política monetaria laxa del BCE).

En Europa también el Brexit ha sido importante foco de incertidumbre y quebradero de cabeza para los mercados, las empresas y la inversión; así como la ralentización en Italia -por la débil demanda interna y el aumento del coste de la deuda- o en Francia -por el impacto, entre otros, de los chalecos amarillos-.

Países emergentes como Argentina, Irán, Turquía y Venezuela han contribuido también al frenazo del crecimiento, así como algunos países en conflicto como Libia o Yemen. Brasil, México, Rusia y Arabia Saudí crecerán este año mucho menos de lo que lo han hecho en el pasado, lastrando también la evolución de la economía mundial.

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