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El Real Madrid somete al Barcelona y conquista la Copa del Rey tras sobrevivir en la trinchera del Carpena

Los madridistas se imponen (96-85) a los culers en una preciosa final disputada en el Martín Carpena de Málaga. Campazzo, Deck y Poirier, con 18, 13 y 17 puntos, respectivamente, lideran a unos blancos que suman su 29ª Copa del Rey, dos más que el eterno rival.

El ala-pívot del Barça Óscar Da Silva (i) lucha con el bosnio Dzanan Musa (d), del Real Madrid, durante la final de la Copa del Rey. EFE

El baloncesto es un deporte que presume de ser complejo, y tiene muchas razones para ello. El juego de los juegos, con permiso del ajedrez, es una disciplina que se desarrolla en un enriquecedor choque de variantes en las que conjugan la táctica, el físico, el miedo a fracasar, la inercia de las victorias y, por supuesto, el inexorable empuje del talento, fuente única de su atracción.

Sin embargo, a veces basta con seguir los pasos de la lógica para descifrar torneos tan puros como la Copa del Rey. Málaga acogía la 88ª edición del torneo del K.O. con la esperanza de ver a su equipo, el Unicaja, vigente campeón, otra vez en el sagrado día de gloria.

El cuadro quedó designado para el devenir habitual, pero la potencia cajista y su triunfo en 2023 parecían coger fuerza. Con el Real Madrid como claro favorito, quedaba conocer si el Barça, inmerso en un complejo proceso de reconstrucción, alargaba su buen estado de forma en un formato que castiga mucho sus desconexiones defensivas.

Tras sendos estrenos con apuros, las semifinales fueron más balsámica de lo esperado para los dos gigantes del baloncesto patrio. A los azulgranas les echó un cable el CB Canarias con su vendetta ante Unicaja, y el Valencia Basket resultó ser peor sparring que el Gran Canaria de Jaka Lakovic.

Pero la historia pesa mucho, y cuando Antonio Conde, líder del trio arbitral, elevó el balón al cielo andaluz, las zamarras que copaban el parqué eran las de Real Madrid y Fútbol Club Barcelona. Los de (casi) siempre. Enemigos íntimos. Tras la explosión de Pau Gasol en 2001, la redención de Jordi Trías en 2007 y el tiro milagroso de Sergio Llull en 2014, blancos y culers se volvían a ver las caras diez años después en la Costa del Sol.

Arrancaron Chus Mateo y Roger Grimau el encuentro con dos quintetos de confianza. Los blancos, con Campazzo, Musa, Deck, Yabusele y Tavares. En el cuadro catalán, Satoransky, Kalinic, Da Silva, Parker y Vesely.

Buscó el Barcelona agitar la zona del Madrid en los primeros ataques, pero ahí apareció Tavares para puntear un par de tiros. En defensa, cambiar en directos e indirectos para llegar a todo. Por contra, los blancos apostaron por un baloncesto muy agresivo, atacando los botes en estático del Barcelona, con el objetivo de correr a toca pista y anotar con facilidad.

En un abrir y cerrar de ojos, 11-4 para los blancos, que no supieron controlar las penetraciones de un Rokas Jokubaitis que insuflaba vida a la segunda unidad. Intercambiaron golpes desde más allá del arco, hasta colocar el 19-19 que cerraba el primer cuarto.

Los segundos diez minutos dieron pie a la primera ventaja azulgrana (19-24), pero los buenos minutos de Mario Hezonja y Sergio Rodríguez igualaron la contienda. Sin grandes sangrías en el rebote defensivo, las opciones de cruzar la pista se reducían.

En el caos, sin apenas jugadas maceradas en el cinco para cinco, reinaba la anarquía de Super Mario, Darío Brizuela y el acierto de un desconocido Vincent Poirier. Al descanso, un canastón del francés y un triple sobre la bocina de Kalinic pusieron el 43-45 para los catalanes.

Baloncesto de trincheras tras vestuarios

Sin grandes ajustes defensivos, el tercer cuarto transcurrió con más oficio que brillo. La falta de frescura empezó a notarse en el ataque de cinco para cinco, que empezaron a sellarse con canastas tras bloqueo o transiciones apresuradas. Baloncesto de trincheras, con mucho tiro libre y poco acierto. Los dos equipos viviendo de las miserias del rival.

En el último tramo del cuarto, el Real Madrid pareció sacar la cabeza gracias a Poirier, Deck y Campazzo. Con el 66-63 luciendo en el marcador del Carpena, la final estaba lista para entrar en la batalla de los últimos diez minutos.

Rompía la final el Madrid con el acierto de Deck y Yabusele desde el triple. El 77-68 fue una losa demasiada pesada para un Barça que no supo darle la vuelta a la falta de acierto en un tramo tan delicado. Al final, y pese al último arreón de los de Grimau, el Real Madrid reinó en el Carpena para seguir con su temporada triunfal a nivel nacional después de conquistar la Supercopa Endesa.

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