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'Chechu' Biriukov: "Le puse un tapón a Danny Ainge y luego, mientras subía a atacar, le iba pidiendo perdón"

Biriukov, un histórico de la sección de baloncesto del Real Madrid.

El ruso más vasco de la historia del baloncesto español nos pide que le recordemos las mejores anotaciones individuales de aquella noche de 1988, no sabemos si por olvidadizo o por coqueto (él fue el tercer máximo anotador del partido, sólo tras dos gigantes como Drazen Petrovic y Larry Bird). José Alexandrovich Biriukov Aguirregabiria, 'Chechu' para la familia de la pelota naranja, pisó el parquet del Palacio de los Deportes hace veintisiete años, en un precedente de postín de este Real Madrid-Boston Celtics.

Lo que hoy está encuadrado dentro de los llamados Global Games, por aquel entonces se circunscribía al denominado Open McDonald's, un híbrido que enfrentaba a extraterrestres NBA contra terrícolas FIBA y que conquistaron los yanquis en las nueve ocasiones en las que se disputó.

El del 88 era el primero que se jugaba en dominios europeos, tras una edición inaugural en el MECCA Arena de Milwaukee que se llevaron los Bucks. El Real Madrid llegó a la final tras derrotar al Scavolini de Pésaro y los Celtics, tras tumbar a la selección de Yugoslavia. Los blancos eran vigentes campeones de Liga y Copa, mientras que los verdes venían de dominar la División Atlántico de la NBA pero de caer después contra los Pistons en la final de la Conferencia Este.

"Lo principal de aquella noche es que les aguantamos el tirón", rememora Biriukov. "Fue un partido mítico, contra jugadores míticos -subraya-. Y uno de los momentos más importantes de la historia del deporte español". El moscovita no miente: la de aquel 24 de octubre era la primera ocasión en la que nuestro país pudo disfrutar en directo de un equipo NBA.

"Lolo Sainz, nuestro entrenador, nos dijo que saliéramos y disfrutásemos -cuenta 'Chechu'- Ese fue todo su mensaje antes de saltar a la cancha. Era otra época y las diferencias eran grandes. Nuestro objetivo era arrebatarles algún cuarto, porque éramos conscientes de que era imposible ganarles".

¿Ni siquiera alguien con el orgullo de Petrovic? "Ni siquiera él -sentencia Biriukov-. Drazen tenía mucho amor propio, pero era muy sensato. Su objetivo era demostrar que podía ser competitivo contra ellos, pero no más".

"Todos en ese Real Madrid éramos más o menos orgullosos y todos teníamos nuestro corazón, pero ni cuando les apretamos pensamos un 'puede ser' -narra el ex alero blanco-. En ningún tiempo muerto surgió ese pensamiento. A cambio, jugar contra ellos fue un sueño. Apasionante. Un recuerdo muy bonito".

El marcador final (96-111) le terminó dando la razón a los escépticos. "En cuanto les agobiamos y se pusieron serios, era increíble mirar cómo les salían las cosas -revive 'Chechu'-. Y aún así se portaron espectacularmente, con mucho fair play. Mucho respeto y nada de egos ni malos gestos. Fueron muy buenas personas".

Cuando se le pregunta por las individualidades de los rivales de aquel día, la cadencia de Biriukov se torna nostálgica. "A mí me tocó cubrir a Danny Ainge, un tío realmente admirable -explica-. Muy fuerte, muy completo. En una jugada, le puse un tapón y me impuso tanto respeto la mirada que me echó después que subí al ataque pidiéndole perdón. Me quedé con las ganas de haberme intercambiado la camiseta con él".

"Me sorprendió una cosa de todos ellos: su tamaño -prosigue-. ¡Hasta Ainge, que supuestamente era de mi altura, era mucho más grande que yo!". Cuestionado por la leyenda Larry Bird, el ex jugador blanco es conciso: "Era maravilloso".

Súbitamente, Biriukov recuerda durante la charla otro momento ilustre de su actuación. "¡Le metí un gancho con la izquierda en las narices a Kevin McHale!", rememora con jolgorio. "Bajé a defender absolutamente flipado", añade mientras suelta una carcajada.

El hispano-ruso confiesa que su jornada cerca de las estrellas NBA no terminó en el recinto deportivo de la calle Goya. "Luego fuimos todos a una fiesta que se organizó en el Palacio de Cristal, y ellos paseaban por allí con total naturalidad, con sus familias, a las que se habían traído de Estados Unidos", cuenta. "No recuerdo nada más de esa noche", se apresura a aclarar con socarronería.

Cuestionado por la reedición del duelo entre madrileños y bostonianos, Biriukov lo tiene claro. "Los tiempos han cambiado, y ahora los nuestros pueden ganar perfectamente", declara sin titubear. "Es más, te diré algo -suelta para terminar-: he apostado a que gana el Real Madrid".

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