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Bienestar

Los cuatro focos de bacterias que encontramos en la ducha (y qué hacer después)

No importa que hablemos de verano o invierno, ya que el calor y la humedad que en unos y otros se producen pueden hacer que nuestra ducha, un espacio a priori limpio, acabe convirtiéndose en un terreno minado por las bacterias

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Agua caliente, espacios cerrados, poca ventilación... Lo que debe ser un momento higiénico en la ducha puede ser un festín de bacterias. Los enemigos, feroces y diminutos, pueden estar así presentes en prácticamente cualquier parte de tu baño. Pueden parecer inofensivos, pero son muchos los gérmenes y focos bacterianos que se esconden en este hábito.

Generalmente no tienen impacto en la salud, aunque hay excepciones, algunas probadas por investigaciones como esta de la Universidad de Colorado (Estados Unidos), donde se encontraron restos de micobacterias no tuberculosas. Puede que pasen desapercibidas, pero están muy presentes en nuestro día a día.

Grifos, donde abunde el agua caliente, en el agua de mar e incluso presente en animales, ya sea domésticos y salvajes... Así hasta comprobar que una placentera ducha puede ser un foco infectivo de primer orden, como demostraba el trabajo de la citada universidad, donde encontraron que un 30% de los cabezales o alcachofas incluían niveles de Mycobacterium avium (una de estas micobacterias no tuberculosas, no NTM por sus siglas en inglés) eran 100 veces más altos de lo habitual.

Esta presencia formaba así una biopelícula que se adhiere dentro de la alcachofa y que podría explicar el aumento de infecciones pulmonares, sobre todo en personas que tengan los sistemas inmunes comprometidos, como ancianos, embarazadas o aquellos que sufran enfermedades inmunocomprometidas.

Los síntomas derivados de esta infección pueden suponer cansancio, tos seca, dificultad para respirar y malestar generalizado. Afortunadamente, es un diagnóstico sencillo y la erradicación de esta infección es fácilmente subsanable con antibióticos, debidamente pautados por un especialista.

La mala noticia es que no es la alcachofa el único asidero bacteriano de este higiénico momento...

Los cuatro focos de bacterias que encontramos en la ducha

Si nos habéis leído a menudo, sabréis que allí donde haya agua caliente, humedad y poca ventilación es el 'huerto' ideal para que bacterias de todo tipo proliferen. Da igual la estación del año, y da igual también la estancia de la casa a la que nos refiramos, porque bien pueden complicarnos con alergias a los pólenes o a los ácaros.

Sin embargo, como puede ser lógico, el cuarto de baño es el principal caballo de Troya con lo que gérmenes, patógenos y bacterias encuentran acomodo con facilidad. Hablamos de una estancia relativamente pequeña, con ventanas o ventilaciones no excesivamente grandes y, sobre todo, con una presencia importantísima de vapores de agua a alta temperatura y muchos tejidos.

Irónicamente, no señalamos hoy al inodoro, habitual fuente bacteriana, sino que ponemos el epicentro en algo aparentemente más limpio.

La alcachofa de la ducha

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Moho, humedad, cal… La alcachofa de la ducha es otro nido de bacterias si no le prestamos atención. ©Gtres.

Llámalo cabezal o llámala alcachofa, pero en cualquier caso hay que explicar que esta inocua fuente de agua puede ser a su vez un foco bacteriano de primer orden. Los motivos están en su propio diseño, ya que es el canal de transmisión del agua caliente y su sistema de dispersión de agua, cercano a la pulverización o vaporización, permite que esas bacterias se distribuyan por aspersión.

Se acumula así en su interior agua caliente, de la cual queda un pequeño rescoldo tras cada uso, que sirve a los patógenos para proliferar. Por este motivo, cada cierto tiempo -una vez cada dos semanas podría ser suficiente-, conviene lavar la alcachofa de la ducha y desinfectarla. Es suficiente, si no es un ejemplo muy sucio, con meterla en el lavavajillas, pero también podemos hervirla en agua caliente en una olla o cazo ancho durante 20 o 30 minutos, igual que se hace con los biberones.

Lógicamente, esta pieza también sufre un desgaste por el uso, llenándose de cal, así que puedes aprovechar este momento para limpiarla con tres partes de vinagre por una de agua. En este caso, ten cuidado si se trata de un cabezal metálico, puesto que puede perder el color o el brillo.

Las toallas

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Conviene lavar las toallas de baño cada tres o cinco usos. ©Gtres.

Aquí nos enfocamos a la tormenta bacteriana perfecta. Por un lado, humedad; por el otro, pieles muertas. No hay bichito que se resista a esta mezcla y es que la primera sirve como campo de operaciones para todo tipo de patógenos, como es el caso del Staphylococcus aureus.

Piénsalo: humedad, células muertas, altas temperaturas, oxígeno y, por si fuera poco, la presencia de otras fuentes patógenas como la propia ducha, el lavabo o el inodoro. A ello además hay que sumarle otra incógnita a la ecuación: el aire. Podríamos así pensar que dejar una toalla secar al aire libre después de cada utilización es una buena idea, pero lo mejor es hacerlo en una estancia seca y protegida, ya que si la tendemos fuera de casa puede coger otro tipo de suciedades.

En todo caso, las toallas nos dan pistas de cuándo lavarlas, ya que la humedad acumulada acaba generando ese olor a rancio, señal de que debemos ponerla a lavar cuanto antes. Desde American Cleaning Institute recomiendan estas toallas se laven cada tres o cinco usos.

La esponja

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Las esponjas y las lufas son un foco bacteriano cargado de humedad, recovecos y pieles muertas. ©Gtres.

Posiblemente estemos ante el más grande de los aliados patógenos de ducha, y en ocasiones el que más desapercibido pasa. Aquí encontramos pieles muertas, producto de la frotación, con una alta dosis de humedad y todo ello consolidado por los múltiples recovecos que alberga la esponja.

Se convierte así en un reservorio de pseudomonas, xanthomonas y otras bacterias como enterococcus y estreptococus, según afirma este estudio publicado en Journal of Clinical Microbiology. Por tanto, la propuesta que dan para eliminar estos restos de forma paulatina es sumergirla en una mezcla de agua tibia y vinagre durante un buen rato.

Luego la escurrimos, le aplicamos un chorro de lejía y la metemos en agua limpia durante diez minutos. Después, la enjuagamos a conciencia en agua limpia, bajo el grifo, y ya tendremos la esponja lista de nuevo.

Mamparas y cortinas

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La cortina de ducha se puede lavar en la lavadora, aunque podemos mantener a raya a las bacterias con vinagre y lejías. ©Gtres.

Son las que más inadvertidas pasan y las que seguramente menos lavemos con frecuencia, pero necesitan, lógicamente, su mantenimiento. Evitar las bacterias es más sencillo en el caso de las cortinas, puesto que es más fácil echarlas a lavar que en el caso de las mamparas, las cuales a veces nos conformamos con pasar unos estropajos, que no siempre es suficiente para combatir a bacterias como la Pseudomona Aeruginosa o el Streptococcus Faecalis, incluso hongos como el Trichophyton Mentagrophytes o el Aspergillus Niger.

Si bien es cierto que lavarla a conciencia con detergentes de baño o lejías puede ser suficiente, lo más conveniente es que recurramos también a aparatos con agua a presión y a alta temperatura como las vaporetas. Además, nos solemos enfrentar también a las clásicas juntas, donde el moho resiste más, y donde es conveniente que nos apliquemos con un cepillo que incluya agua y lejía a partes iguales.

Es habitual recomendar soluciones de agua y vinagre blanco para los cristales de las mamparas, pero no siempre acaban con las eliminan, así que potenciemos el efecto antibacteriano con agua y bicarbonato, además de la presión de la vaporeta y el agua caliente.

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