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Cultura

Meditaciones de Tarantino: Bambi, una madre cinéfila y el chico que pagaba por ver "cualquier cosa"

El cineasta reflexiona en el libro 'Meditaciones de cine' sobre los títulos que le convirtieron en un amante de las películas

Quentin Tarantino
Reservoir Books

Asistir a la presentación en el Teatro Coliseum de Barcelona el próximo 9 de abril del libro Meditaciones de cine, con la presencia de su autor, el director Quentin Tarantino, cuesta entre 82,5 y 94 euros, lo que supone alrededor del diez por ciento del salario mínimo interprofesional. Para este evento probablemente se agotarán todas las entradas, a pesar de no prometer fuegos artificiales ni un show de luces en directo, sino tan solo las confesiones en riguroso directo de uno de los directores de cine más populares y admirados, y también uno de los más cinéfilos.

Sin embargo, hay otras formas más baratas y accesibles de acceder a la mente de Tarantino. Una, The Video Archive Podcast, el pódcast que comparte con el también guionista y director Roger Avary (coautor de Pulp Fiction) en el que hablan sobre las películas que les convirtieron en amantes de cine. Otra, las Meditaciones de cine que acaba de publicar en España la editorial Reservoir Books, con las que uno puede saciar la curiosidad en sus más de 390 páginas por los comienzos cinéfilos del director de Reservoir dogs, conocer algunos cotilleos de la industria y todas las opiniones más o menos mordaces del cineasta así como acceder a los recuerdos de su infancia y su adolescencia.

Con ocho o nueve años, Tarantino (Knoxville, Tennessee, 1963) iba al cine con sus padres, pero no necesariamente veían películas aptas para todos los públicos, sino películas para adultos, aquellas que otros padres no dejaban ver a sus hijos de ninguna manera. "Quentin, a mí me preocupa más que veas las noticias. Una película no va a hacerte daño", le contestó su madre cuando le preguntó por este asunto. Es así como el director se sentía un privilegiado y era considerado entre sus compañeros de clase una "persona sofisticada".

Quentin, a mí me preocupa más que veas las noticias. Una película no va a hacerte daño", le dijo su madre a Tarantino

Las "descabelladas imágenes violentas" que el cineasta vio entre 1970 y 1972 "horrorizaría a la mayoría de los lectores", según el propio autor admite. Entre ellas, recuerda una imagen perturbadora de El grito del fantasma, de Vincent Price, o la "excelente" La residencia, del español Chicho Ibáñez Serrador. Pero todos aquellos títulos con momentos grotescos no le preocupaban a su madre, quien confiaba en la capacidad de Quentin para hacer frente a las imágenes porque "entendía el argumento".

Uno de los momentos más increíbles de este libro es la confesión que hace Tarantino de la película de la época a la que fue imposible hacer frente: Bambi. "Nada me preparó para el desgarrador giro en los acontecimientos", afirma el director, que recuerda la manera en la que los anuncios ocultaron la "verdadera naturaleza" de esta película, uno de los títulos más famosos de Disney. Al niño que veía todos los estrenos de terror que pasaban por el cine le había conmocionado una tragedia de dibujos animados.

Con 14 años, Tarantino vio sus dos primeras películas porno en el cine, en una doble sesión del Pussy Theatre, en Hollywood Boulevard: Garganta profunda y El diablo en la señorita Jones. A los 16, antes de trabajar en un videoclub, consiguió trabajo de acomodador en ese mismo cine, al que acudió dos años antes a las 2.00 de la madrugada para que no le impidieran la entrada en la sesión de cine para adultos.

Para entonces, el director ya había experimentado el momento más intenso de su vida en una sala, que desde entonces ha insistido en recrear. Pólvora negra, de Jim Brown, causó tal alboroto entre el público que un pequeño Tarantino de nueve años no pudo evitar sumarse a la emoción al alboroto que se formó entre los espectadores. "Fue posiblemente la experiencia más masculina de la que había formado parte jamás", recuerda.

Tarantino y la crítica de cine

Bullit, Harry el sucio -"el filme de acción más imitado en las dos décadas siguientes"-, La huida; La organización criminal, Taxi driver -y sus hipótesis acerca de cómo habría sido la película en manos de Brian de Palma, o la eterna pregunta acerca de si se trata de una película racista o bien protagonizada por un racista-; Fuga de Alcatraz o La casa de los horrores son algunas de las películas sobre las que Tarantino reflexiona en los capítulos de este libro, en los que aprovecha para abordar otras cuestiones, como quién estaba detrás de las elecciones de Steve McQueen o el papel de la crítica cinematográfica.

"Como chico al que le encantaba el cine y pagaba por ver casi cualquier cosa, yo los veía como simples gilipollas insidiosos", señala Tarantino sobre la crítica en los 70

"La mayoría de los críticos que escribían para periódicos y revistas se situaban por encima de las películas que les pagaban por reseñar. Cosa que nunca pude entender, porque, a juzgar por sus textos, evidentemente no eran superiores", afirma el director respecto a las críticas en la prensa sobre La organización criminal (1973). "Como chico al que le encantaba el cine y pagaba por ver casi cualquier cosa, yo los veía como simples gilipollas insidiosos", escribe Tarantino, que en la actualidad achaca aquellos textos a su infelicidad.

"Escribían con la actitud de alguien que aborrece su vida, o al menos de alguien que aborrece su trabajo", apunta. Sus puntos de encuentro y sus discrepancias con la profesión se centran en la labor de Kevin Thomas, de quien no duda en incluir algunas de sus reseñas preferidas.

Tarantino y Almodóvar

¿Qué hay de su relación con España? Al citado título de Chicho Ibáñez Serrador, se suma en estas Meditaciones de cine las palabras que dedica al trabajo de Pedro Almodóvar. Tarantino habla de la "espantosa homogeneización" de las películas que se hacían en Hollywood en los años 80, lejos de las producciones de los 70 con las que se había criado y en las que "todo valía". En esa necesidad de "actuar sobre seguro", debido a la cual cree que reinaba la "autocensura", el director de Pulp Fiction ve "inconcebible" que un estudio tuviera una escena inicial como la de Matador (1986), de Pedro Almodóvar, con una persona que se masturba ante una de las películas más sangrientas del cine.

La infantilización de Hollywood en los 80, tal y como él señala, estaba lejos de sus ansias cinematográficas como creador. "Mientras yo veía a mis héroes, los inconformistas del cine estadounidense de los años setenta, capitular ante una nueva manera de trabajar solo por conservar su empleo, la temeridad de Pedro ponía en ridículo las calculadas concesiones de todos ellos", señala en estas páginas, en las que crítica un regreso al "comedimiento de los 50".

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