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Sonic Youth son muy mediocres (ya podemos decirlo en alto)

Treinta aniversario del documental '1991: The year punk broke'

El arranque de los años noventa trajo una creatividad desbordante en la música underground. El hip-hop clásico llegaba a su madurez, la escena rave rizaba el rizo de la intensidad bailable y el rock se recrudecía gracias al hardcore (Fugazi) y a unas jóvenes bestias brasileñas bautizadas como Sepultura. Ante este mapa sonoro, la prensa musical prefería poner el foco en el rock alternativo, una revisión del legado de los setenta (Neil Young, Black Sabbath, The Stooges…) reimaginado por veinteañeros en edad universitaria. ¿Cómo ha envejecido aquella generación? Igual que todas, unos mejor y otros peor, pero ya podemos decir que existen pocos casos de prestigios culturales más hinchados que el de Sonic Youth, el grupo neoyorquino que encandilaba a los periodistas cool españoles (servidor incluido). Ahora se cumplen treinta años del rodaje de The year that punk broke (1992), rockumental amateur de autobombo sobre su gira europea de festivales aquel verano.

Vamos al grano: el documental es de una ramplonería épica. Se trata de una mezcla de números musicales, bromitas de backstage y encuentros absurdos con la prensa. En la época, se vendió como una parodia 'underground' de En la cama con Madonna (1991), que arrasaba en taquilla, pero esto había que saberlo porque apenas se hacen un par de guiños privados escondidos. En aquella época, esforzarse demasiado no estaba bien visto, era más cool pasar de todo, como prescribía la cultura slacker (treintañeros anglos con dudosa ética del trabajo, adictos a los porros y la televisión de madrugada, para entendernos). El protagonista absoluto del documental es Thurston Moore - guitarra y voz de la banda- haciendo el tonto con diversos discursitos irónicos, ninguno de ellos con poesía ni gracia. En realidad, a Sonic Youth el tiro les salió por la culata, ya que incluir directos de grupos más jóvenes que ellos deja claro que nombres como Nirvana, Dinosaur Jr y Babes In Toyland les desbordaban en intensidad.

La España ‘cool’ rendida a los pies de Sonic Youth, hasta el punto de que nuestro país organizó la primera exposición dedicada al grupo

¿Cómo podemos argumentar que Sonic Youth son un grupo de rock mediocre? Lo más reprochable son sus pretensiones vanguardistas, totalmente injustificadas. Lo único que les distingue de unos rockeros corrientes y molientes es su apuesta por texturas distorsionadas y jugar con diferentes tipos de afinación en las guitarras (suenan como rock normal centrifugando en la lavadora). También utilizan la técnica del cut-up en las letras, aunque eso ya lo habían hecho varias décadas antes los grupos psicodélicos y el escritor William Burroughs, máximo exponente del recurso. Si algo tuvieron de rompedor Sonic Youth son sus experimentos con Glenn Branca, después no hicieron nada muy distinto de lo habitual, de hecho diría que sus mejores canciones llegan con Goo (1990), su álbum de sonido más convencional. A lo largo de sus carrera, la voz de Thurston Moore da consistencia a las canciones, Kim Gordon susurra porque no sabe cantar y el presunto cool del repertorio tiene el débil pedestal de tomar distancia de la euforia típica del rock de estadio. En realidad, la intensidad religiosa del rock es su mayor atractivo y fuente de voltaje, así que cuestionar esto raramente funciona, en opinión de este analista de Vozpópuli.

Modorra y Morente

No exagero cuando digo que la España cool ha vivido rendida a los pies de Sonic Youth. Nuestro país organizó la primera exposición dedicada al grupo, por iniciativa del Centro de Arte 2 de Mayo en Móstoles. Ocurrió en 2010, llevó por título Sonic Youth etc. : Sensational Fix , y contó con una performance inaugural con miembros del grupo, acompañados por el maestro flamenco Enrique Morente, siempre abierto a nuevos caminos experimentales.

El resultado fue desastroso, no por culpa de Morente sino por el ‘tocomocho’ del numerito, al que asistió un nutrido grupo de modernos madrileños en actitud boquiabierta. Básicamente, se trataba de una guitarra colgada de una cuerda dando vueltas mientras el artista granadino y dos palmeros ponían el poco arte que tenía el asunto (más abajo pueden contemplar el vídeo, durante el tiempo que aguanten). Años después, Sonic Youth grabaron con Morente la colaboración Martinete, donde Thurston Moore aporta una distorsión desplegada en piloto automático para recubrir el flamenco del sello de aprobación y experimentación hípster.

Terminamos: España también tiene al mayor experto mundial en Sonic Youth, el periodista catalán Ignacio Juliá (dicho sea de paso, una firma musical de primera categoría, tanto por sus amplios conocimientos como por su elegancia a la hora de escribir). Juliá es autor de la biografía más solvente del grupo, Estragos de una juventud sónica (Alternia,2013), el tratado más completo de los disponibles en las librerías. El ensayo lleva varias ediciones y ha sido publicado recientemente en Chile por la editorial Santiago-Ander. Entrevistado sobre el lanzamiento, Juliá explicaba que el grupo era un colectivo crítico con el capitalismo y patriarcado. Sin duda, esta postura se puede sostener en letras como Youth against fascism o Swimsuit issue, pero si somos más escépticos respecto a esta generación alternativa o de rock universitario podemos defender que ocupan una posición parecida respecto al Partido Demócrata que la que representaron Ramoncín, Ana Belén y Miguel Ríos respecto a nuestro PSOE.

De hecho, es gracioso como Thurston Moore ilustra de manera explícita su mecanismo de politización, durante una entrevista de 2017: “Ojo, yo soy procapitalismo, pero al final, lo que puede pasar es que te quedes a merced de un Donald Trump”, dijo a la revista mensual gratuita Mondo Sonoro. Traducción: me gusta el sistema, pero solo cuando ganan los míos, los cool, los guays. Más o menos así razonaba la olvidable Generación X, a la que tristemente pertenezco y que tan bien describió el ácido ensayista Bret Easton Ellis. El mundo se divide en molones y no molones. Nada más que discutir (como en la moda).

Posdata: 1991, The year punk broke es un rockumental bastante muermo, quitando las actuaciones de los grupos que no son Sonic Youth, pero tiene un momento delirante en el que Dave Grohl (Nirvana, Foo Fighters) se pone a hacer el idiota en el camerino con un registro similar al que años después haría famoso a Borat, el personaje más emblemático de Sacha Baron Cohen. Ocurre en el minuto 12 segundo 40. Poco más se puede rascar. Disfruten.

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