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Historias de la Historia

Rosario Murillo, la farsa de la "guerrillera de las letras"

La mujer soldado era tanto el descanso del guerrero, su pareja sexual, como la encargada de la intendencia

Cartel electoral de Rosario Murillo y Daniel Ortega
Cartel electoral de Rosa Murillo y Daniel Ortega

La farsa electoral de Nicaragua no es un solo, es un dúo, porque junto al dictador Daniel Ortega está la codictadora Rosario Murillo, la “guerrillera de las letras”, que pretende ser arquetipo de guerrillera latinoamericana. En realidad nunca empuñó un arma, aunque sí ha mandado a otros que las empuñasen con consecuencias letales.

La mujer guerrillera es una tradición en las revoluciones americanas del siglo XX, empezando por la primera, la Revolución Mejicana de 1910. En el ejército revolucionario surgió una figura identitaria, la “soldadera”. Eran mujeres que en gran número acompañaban a los combatientes, sirviéndoles de auxiliar imprescindible. “Sin soldaderas no habrían luchado”, dice una historiadora norteamericana.

La soldadera era tanto el descanso del guerrero, su pareja sexual, como la encargada de la intendencia –su imagen típica la representa con dos cananas cruzadas sobre el pecho, era la reserva de munición de su hombre-. Hacía de cantinera y de enfermera, y en muchas ocasiones, cuando su pareja caía en combate, cogía su fusil y lo substituía en la batalla. Aparte de este rol, había algunas que directamente querían ser combatientes. El paradigma de ellas fue Petra Herrera, conocida como “el general Pedro Herrera”, porque se vistió de hombre y se hizo pasar por tal. Así logró alcanzar un puesto de mando.

El falso “general Pedro Herrera” tuvo un papel clave en la toma de Torreón, la más famosa victoria del gran caudillo revolucionario Pancho Villa. Según algunos testigos de la época, quien realmente dirigió el asalto a Torreón fue Petra Herrera, sin embargo cuando se descubrió que era mujer, Villa no quiso reconocerle el mérito ni mantenerle el grado de general. Eso motivó su ruptura, Petra se fue con otro caudillo, el general Carranza, y formó una unidad de mujeres combatientes, siéndole reconocido el grado de “coronela”. Moriría asesinada cuando trabajaba de camarera en una cantina.

La cruda revolución de Cuba

Fidel Castro, entonces un joven político liberal enfrentado a la dictadura de Batista, concibió en 1953 una aventura loca que, sin embargo, iniciaría la triunfante Revolución Cubana. El 26 de Julio de ese año tuvo la ocurrencia de asaltar el Cuartel de Moncada, una importante base militar con una guarnición de 500 soldados profesionales. Para eso contaba con una fuerza ridícula, 135 jóvenes idealistas. Entre ellos había dos mujeres, Haydée Santamaría y Melba Hernández, aunque no empuñarían las armas, sino que serían las enfermeras de la fuerza asaltante.

Para hacer hablar a Haydée Santamaría le mostraron un ojo de su hermano y los testículos de su novio

Lógicamente en Asalto a Moncada fue un fracaso, aunque Fidel lo transformaría en un éxito propagandístico durante su juicio; incluso le dio al movimiento revolucionario el nombre de “26 de Julio”. Casi todos los jóvenes fueron hechos prisioneros antes o después, y los primeros en caer en manos de Batista fueron torturados y asesinados –Fidel no estaba entre ellos-. También capturaron a las chicas, y aunque no las torturaron, para hacer hablar a Haydée Santamaría le mostraron un ojo de su hermano y los testículos de su novio, muertos en los interrogatorios. Su pena de cárcel sería en cambio muy benévola, sólo siete meses de sentencia. Cuando salió de prisión Haydée se convirtió en destacada militante del Movimiento 26 de Julio, y terminó por subirse a la Sierra Maestra y unirse a la guerrilla de Fidel. Sería fundadora del Partido Comunista de Cuba y diseñadora de la política cultural de la revolución. Se suicidó en 1980.

Pero la guerrillera por excelencia de la Revolución Cubana fue Celia Sánchez, que combatió en la guerrilla desde su mismo inicio. Usaba el nombre de guerra de “Norma”, y fue la mujer más buscada por la policía de Batista. En mayo de 1957 participó directamente en el combate de El Uvero, la primera batalla que mantuvo la guerrilla con el ejército. Luego promovió una unidad de mujeres combatientes, el “pelotón femenino Mariana Grajales”, nombre de una heroína de la independencia, aunque fue mejor conocido como “las Marianas”.

Una secuela de la Revolución Cubana fue la guerrilla organizada por el Che Guevara en Bolivia. Pretendía llevar la Revolución al continente, pero fue un fracaso rotundo, con la muerte de prácticamente todos sus miembros, incluida la ejecución sin juicio del Che, prisionero y herido. El contingente del Che era exiguo, medio centenar de hombres, pero había una mujer, “Tania la guerrillera”, que se convirtió en leyenda por su muerte en combate.

Tania se llamaba en realidad Tamara Bunke y era, como Guevara, argentina, hija de judíos centroeuropeos que huyeron del nazismo. De ideología comunista se fue a Cuba tras el triunfo castrista, como muchos jóvenes latinoamericanos. En la isla se convirtió en espía profesional del Ministerio del Interior. El Che la envió a Bolivia en 1964 para preparar el terreno de su aventura. Tuvo un gran éxito como agente secreto, infiltrándose en los altos círculos del poder, pues se hizo amiga del presidente boliviano René Barrientos y del ministro de Defensa Ovando, también futuro presidente.

Sin embargo cuando en 1966 el Che Guevara puso en pie la guerrilla boliviana, Tania abandonó su tapadera y se unió a ella, en contra de la órdenes de sus jefes cubanos y de la opinión del propio Che. Existen ciertos indicios de que Tania era un agente doble, que trabajaba para el KGB soviético, y que fue el KGB quien la ordenó seguir al Che a la guerrilla, para controlarlo. En todo caso murió como una auténtica guerrillera, con el fusil en la mano, al caer en una emboscada del ejército boliviano.

Muchas mujeres seguirían estos ejemplos en las guerrillas de Colombia, de El Salvador o de Nicaragua, arrostrando las penalidades de esa vida durísima, sacrificándose y muriendo por la causa. Pero desde luego Rosario Murillo, “la guerrillera poeta”, no estuvo nunca entre ellas.

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Este es el último artículo que, por el momento, va a aparecer con mi firma en estas Historias de la Historia en Vozpópuli. Exigencias profesionales me llaman por otros caminos, pero quisiera despedirme agradeciendo su fidelidad a todos los lectores que me han seguido domingo tras domingo.

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